El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, enfrenta la encrucijada de si atacar Irán o no. En junio abortó la idea a último minuto, pero tras los ataques contra Arabia Saudita, que Washington atribuye a Teherán, Trump se enfrenta a una de las decisiones más importantes de su presidencia.
Una vez más, Trump está confrontado a un dilema que lo ha acompañado durante todo su mandato: su determinación a proyectar la imagen de un presidente fuerte, con tuits belicistas en mano, frente a su voluntad y sus promesas de campaña de pasar la página a la implicación de Estados Unidos en Medio Oriente, que considera que tiene un costo demasiado alto.
Este fin de semana, el jefe de la diplomacia estadounidense, Mike Pompeo, acusó abiertamente a Irán de los ataques contra Arabia Saudita, y Trump dijo que estaban listos para responder, retomando la misma expresión usada en junio después de que Teherán destruyó un dron estadounidense.
Pero en ese episodio hace tres meses Trump decidió, "10 minutos antes de lanzar un ataque", no actuar, ante la sorpresa de todos, explicando que quería evitar una decisión desproporcionada con respecto a una acción que no había provocado la muerte de ningún estadounidense.
La supuesta responsabilidad de Teherán en el ataque del sábado contra dos instalaciones petroleras sauditas del grupo Aramco sigue siendo objeto de debate. La República Islámica calificó las acusaciones de "sin sentido".
El lunes, Trump denunció la "gran mentira" de Irán. "Ahora dicen que no tuvieron nada que ver con el ataque contra Arabia Saudita. Ya veremos", sentenció en Twitter.
El inquilino de la Casa Blanca ha tenido un comportamiento ambiguo sobre el tema de Irán, lo que genera dudas sobre su estrategia en una cuestión sensible.
Su indecisión sobre un eventual cara a cara con su homólogo iraní Hasan Rohani la próxima semana en Nueva York al margen de la Asamblea General de la ONU es reveladora.
Durante toda la semana pasada, Trump alimentó las expectativas sobre un eventual encuentro, deslizando que el levantamiento parcial de las sanciones que pide Teherán ya no está descartado como al principio.
Sin embargo, el domingo dio un giro y denunció: "Las Noticias Falsas están diciendo que estoy dispuesto a reunirme con Irán 'sin condiciones'. Esta es una afirmación incorrecta. (¡Como siempre!)".
Sin un objetivo claro en Irán
Richard Haass, presidente del Consejo de Relaciones Internacionales, dijo que el presidente estadounidense acusa Irán sin pruebas, desmiente estar listo a un diálogo sin condiciones y todavía no tiene objetivos claros sobre Irán.
Después de meses de tensiones entre Washington y Teherán, ¿podría Trump pasar a la acción arriesgándose a que la escalada verbal dé paso a una militar?
O a la inversa, Trump podría decidir -después de las amenazas- tomar la vía de la diplomacia pocos días después de la salida de su gabinete de su asesor de seguridad nacional John Bolton, muy conocido por sus posiciones belicistas.
Para el millonario empresario republicano la ecuación es complicada ya que él mismo sigue burlándose de la indecisión de su predecesor demócrata.
En varias oportunidades, Trump afirmó que “el desastre sirio” se habría terminado si Barack Obama hubiera hecho respetar la línea roja que él mismo había trazado. Tras anunciar que Estados Unidos estaba listo para atacar al régimen sirio después de un ataque con armas químicas, ante el estupor general, Obama decidió dar marcha atrás.
Para Ben Rhodes, un antiguo consejero de Obama, la estrategia de Trump sobre Irán con la decisión de retirarse del acuerdo nuclear, darle un cheque en blanco a los sauditas en Yemen y acumular sanciones y amenazas, es un fracaso.
“La catastrófica política de Trump nos ha colocado de una manera previsible al borde de una guerra aún más amplia”, se lamentó en un tuit, advirtiendo frente a una intervención militar estadounidense con consecuencias imprevisibles.