Una familia colombiana que desee visitar Disney World en este momento podría tener que esperar más de dos años para obtener sus visas. Lo mismo ocurre con un inversionista nigeriano que busca cerrar una ronda de financiación en Silicon Valley.
En todo el mundo, los retrasos en el procesamiento de visas impiden que decenas de extranjeros viajen a Estados Unidos, lo que perjudica la economía, mina la inversión y socava la imagen de Estados Unidos. Resolver el problema exige una respuesta más contundente y creativa que la que ha dado hasta ahora el Gobierno estadounidense.
Si bien los tiempos de procesamiento varían mucho de un consulado a otro, la espera promedio para una cita para obtener una visa de visitante es de casi 240 días, aproximadamente ocho meses. Como era de esperar, la pandemia tiene parcialmente la culpa: dos años de restricciones por el COVID-19 llevaron a una disminución del personal y servicios limitados en los consulados de Estados Unidos en todo el mundo.
El Departamento de Estado dice que ha progresado en la depuración del retraso acumulado, y la cantidad de visas emitidas mensualmente se acercan a los niveles previos a la pandemia. Sin embargo, el Gobierno está lejos de mantenerse al día con la demanda.
La larga espera por las visas tiene su costo. Los turistas simplemente irán a otro lado, al igual que al menos algunos ejecutivos e inversionistas (a modo de comparación, los tiempos de espera en el Reino Unido ahora promedian las siete semanas, mientras que en Australia el 90% de las visas de turista se procesan dentro de las seis semanas).
Las empresas tendrán dificultades sin acceso a talento clave. Las universidades podrían perder a los estudiantes más brillantes frente a rivales en el extranjero. El golpe al prestigio de Estados Unidos podría ser aún más duradero: la reputación del país ya está afectada por la disfunción política, la violencia armada y las divisiones raciales y culturales. Dificultar que la gente estudie, invierta y visite a familiares en Estados Unidos difícilmente mejorará las cosas.
A diferencia de problemas de inmigración más tensos a nivel político, este problema es eminentemente reparable. En el 2012, una orden ejecutiva emitida por el entonces presidente Barack Obama redujo los tiempos de espera promedio de unos pocos meses a unos pocos días, antes de que el expresidente Donald Trump la anulara para permitir una selección más agresiva de los solicitantes.
La Administración Biden debería intensificar los esfuerzos para acelerar el proceso de visado. El Departamento de Estado debería autorizar entrevistas virtuales para algunas visas de turista y de negocios de bajo riesgo, y permitir que el personal en Estados Unidos y en consulados en el extranjero menos abrumados las realice.
A los titulares de visas válidas se les debe permitir renovarlas en Estados Unidos en lugar de tener que regresar primero a su país, como era lo común hasta el 2004, lo que alivia la presión sobre los consulados en el extranjero.
Además de contratar personal nuevo en el extranjero, el Gobierno podría acudir a funcionarios consulares jubilados y delegar temporalmente a otros el proceso de las renovaciones y realizar entrevistas remotas. Un programa para eliminar las entrevistas para algunas categorías de visas hasta fin de año debería extenderse hasta que haya pasado la crisis actual.
Todas estas medidas deben ser manejables, sin que afecten negativamente la seguridad. Aunque el Departamento de Estado suspendió las renovaciones nacionales de visas en el 2004 porque no pudo capturar los datos biométricos en ese momento, eso ya no debería ser un problema, dado que los solicitantes ya habrán registrado sus datos biométricos para sus visas próximas a expirar.
Como sugirió la asociación estadounidense de abogados de inmigración (AILA; por su sigla en inglés), la tecnología puede ayudar a identificar a las personas de bajo riesgo que pueden ser entrevistadas de forma remota, mientras se mantienen las entrevistas presenciales para los solicitantes que requieren un mayor escrutinio.
Mejorar el sistema de procesamiento de visas no solo resolvería la demora actual, sino que también ayudaría a evitar que se acumulen retrasos en el futuro. La competencia global por inversión, talento e influencia se volverá más feroz en los próximos años. Estados Unidos debería adoptar cualquier medida que lo ayude a seguir en la jugada.