Con tan solo 11 años, Jacqueline Aguilar se levantaba antes de las cuatro de la madrugada para ir al campo a limpiar lechuga en un pequeño pueblo de Colorado. La esperaban más de nueve horas de trabajo al sol con tan solo treinta minutos para comer.
Ahora, con 20 años, Jacqueline ha conseguido dejar atrás su vida en el campo para luchar contra el trabajo infantil, la realidad de muchos niños en Estados Unidos, sobre todo migrantes, desde su puesto de trabajo en Washington DC.
Las violaciones del trabajo infantil llevan aumentando desde 2015, tras años en declive, de acuerdo con datos del Departamento de Trabajo de Estados Unidos. Lo cierto es que, cada vez más, los estados introducen y promulgan leyes para debilitar la normativa que limita el trabajo de los menores, algo que amenaza aún más el derecho de los niños a ser solo eso, niños.
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De hecho, una investigación federal de este año encontró que más de 100 menores estaban empleados ilegalmente en trabajos peligrosos, aunque salió a la luz por el simple hecho de que uno de los niños sufrió quemaduras químicas de productos de limpieza, opina en declaraciones a EFE Reid Maki, el director de Child Labor Advocacy, donde también trabaja Jacqueline Aguilar.
A ellos se suman los más de 300 menores que se descubrió recientemente que trabajaban en 3 franquicias de McDonald’s, incluidos dos niños de 10 años.
Muchos de los que defienden el trabajo infantil atribuyen este aumento a una “falta de mano de obra”, algo que no debería suplirse con trabajadores adolescentes, reivindica Maki. A su vez, apunta que gran parte de estos niños son migrantes, ya que en los últimos cuatro años “ha habido un enorme aumento en el número de menores no acompañados que llegan a EE.UU.”.
Estos niños están en condiciones que los hacen especialmente vulnerables, como su posible deuda con los “coyotes” que les ayudan a entrar en el país o su falta de recursos económicos.
Los padres de Jacqueline emigraron de México tras tener a su hermana mayor. En Center, un pequeño pueblo de Colorado, ella y sus hermanas caminaban de madrugada hacia al campo para trabajar. De los 11 a los 15 años, Jacqueline limpiaba lechugas durante jornadas de más de 9 horas sin ningún descanso, junto a otros niños.
“Llegó un momento en que mis padres, que trabajaban en la agricultura, ya no me podían comprar ropa para la escuela. Me decían: ‘No tenemos dinero para comprarte zapatos”, explica Jacqueline hablando en español a EFE sobre cómo se vio obligada a empezar a trabajar a los 11 años.
Jacqueline recuerda con entereza que fue especialmente difícil volver al campo en su último curso de instituto, a los 17 años, después de haber dejado su trabajo a los 15 y a raíz de que le diagnosticaran un cáncer a su padre.
La joven afirma que “mucha gente se cortaba los dedos” y “se les caían cosas en los pies”, y los trabajadores, al no tener ningún seguro médico, no acudían al hospital.
“Como niña, yo no debía estar ahí. Es un trabajo muy peligroso y le puede hasta costar a uno la vida”, asegura la estudiante, quien rescata cómo a lo largo de ese tiempo soportó condiciones meteorológicas muy adversas. “Un día estaba nevando mucho y todos se querían ir a casa. Me acuerdo que nos dijeron: ‘No, no se pueden ir hasta que termine el día”, añade.
Según las normas federales sobre trabajo infantil, los niños deben tener 14 años para ocupar un puesto de trabajo de no más de tres horas en días escolares y ocho horas en días no lectivos, excepto en algunos casos como en la agricultura. Las lagunas jurídicas permiten que los menores trabajen legalmente un número ilimitado de horas a los 12 años, siempre que no falten a la escuela, señala Maki.
Precisamente la agricultura, además de las plantas de procesado de carne, es uno de los sectores donde ocurren más violaciones de trabajo infantil. De hecho, en la agricultura mueren más menores que en cualquier otra industria, tal y como recoge un informe de 2018 del Gobierno estadounidense.
La organización de Maki calcula que cerca de 300,000 menores estarían empleados en granjas en el país. Hoy, hay niños de 12 años trabajando en campos de tabaco legalmente, aunque deben tener 21 años para poder comprarlo.
En los 2 últimos años, al menos 14 estados han introducido o aprobado leyes que anulan protecciones contra el trabajo infantil. Es el caso de Arkansas, donde ya no se requiere la verificación de la edad del niño ni de la autorización de sus padres.
O Iowa, donde una nueva ley, aprobada por el Congreso del estado y a la espera de la firma de la gobernadora republicana, permitiría a los niños trabajar más horas y en puestos peligrosos, lo que contradice directamente la ley federal.
Maki denuncia que se podría “estar condenando a un adolescente a la pobreza generacional”, algo en lo que coincide Jacqueline, que confiesa que algunos menores optan por seguir trabajando y dejar los estudios.
Mientras tanto, Jacqueline sigue viendo cada verano a niños que sufren abusos en los campos de su pueblo.
Fuente: EFE
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