Estados Unidos y sus aliados habían advertido que la nueva fase de la guerra en Ucrania sería larga. Y plantea un desafío a Joe Biden, quien debe mantener la movilización y la unidad de Occidente a lo largo del tiempo contra Rusia.
“Debemos armarnos para un combate largo”, dijo el presidente estadounidense durante su visita a Polonia en marzo.
En Washington no se oculta cierta satisfacción por el desarrollo de la primera fase del conflicto desde la invasión rusa de Ucrania el pasado 24 de febrero.
Los servicios de inteligencia estadounidenses esperaban que Kiev cayera pronto pero el ejército ucraniano, cada vez más armado por estadounidenses y europeos, resistió y obligó al invasor a retroceder hacia el este.
El gobierno estadounidense movilizó una vasta coalición para imponer sanciones sin precedentes a Rusia que van más allá de la Unión Europea (UE) y la OTAN.
Pero con la nueva batalla que se libra en el este de Ucrania, algunos estrategas estadounidenses temen que este esfuerzo común se desmorone gradualmente.
Si la guerra se centra en la región de Donbás, lejos de Kiev y de las fronteras de la OTAN, la unidad de Occidente puede disminuir a la larga, reconoce un diplomático. “Es un desafío”, declaró.
Otro funcionario teme que ciertos países europeos, muy afectados por la inflación provocada por las sanciones, puedan verse tentados de aflojar la presión.
“Escalada en el horror”
Por el momento, no debería ser el caso. “La batalla que se prepara promete ser encarnizada”, “entre grandes ejércitos, con tanques”, subraya el exembajador estadounidense en Kiev William Taylor. “Como durante la Segunda Guerra Mundial”, dijo.
“Los rusos han demostrado su voluntad de matar a muchos civiles por lo que creo que el sentido de urgencia y la atención por Ucrania” no decaerán, sino que “se intensificarán”, estima Taylor, actualmente vicepresidente del círculo de reflexión United States Institute of Peace.
Marie Jourdain, investigadora del Atlantic Council, otro grupo de expertos en Washington, confirma que “la intensidad de los combates y el riesgo de una escalada en el horror en las próximas semanas” debería seguir uniendo a los anti-Kremlin. Pero esto podría cambiar si la guerra se prolonga y se produce “una cierta banalización de las imágenes”.
Según ella, “el gran desafío” para Occidente seria entonces “mantener la unidad y la presión frente a Rusia en un contexto de creciente desinterés” de la opinión pública, que también podría cansarse de las “repercusiones económicas”.
Por ahora, Estados Unidos y varios países europeos prefieren aumentar la presión sobre el presidente ruso Vladimir Putin. Y tienen varias opciones.
“Presión del Congreso”
Los estadounidenses depositan muchas esperanzas en una medida aparentemente poco espectacular: detener la exportación a Moscú de componentes tecnológicos esenciales para su industria militar.
A la larga, el ejército ruso tendrá problemas para renovar su arsenal y misiles, pronostica.
Pero es sobre todo un embargo europeo sobre el petróleo o el gas ruso, como el que ha decretado Washington, lo que podría cambiar la situación.
Por ahora, los países más dependientes de la energía rusa, como Alemania, se oponen.
Entre bambalinas, los funcionarios estadounidenses estiman que esta medida, que era inimaginable hace solo unas semanas, se acabará tomando.
El último escollo para el presidente estadounidense es seguir suministrando armas a Ucrania, evitando al mismo tiempo el riesgo de una confrontación directa con Rusia.
Entre tanto el Congreso le presiona para que vaya más allá. Uno de sus aliados más estrechos, el senador demócrata Chris Coons, incluso estima que Washington debería considerar enviar tropas a Ucrania, una línea roja para Biden.
“La presión del Congreso es productiva, ya que la administración Biden está haciendo cosas que antes se negaba a hacer”, señaló William Taylor. De hecho, el Pentágono envía artillería pesada y helicópteros a Kiev, pese a su cautela inicial.