Estados Unidos e Israel cumplen 75 años de relaciones marcadas por una estrecha alianza política y militar que se encuentra en un punto de inflexión por la guerra de Gaza y las discrepancias sobre el futuro del pueblo palestino.
El gobierno estadounidense fue el primero en reconocer ‘de facto’ al Estado de Israel tan solo once minutos después de su fundación el 14 de mayo de 1948, aunque no formalizó tal reconocimiento hasta el 31 de enero de 1949.
Una alianza más que militar
La relación fue tibia hasta las guerras de 1967 y 1973 entre Israel y sus vecinos árabes, cuando Washington se convirtió en el mayor valedor político y militar del Estado hebreo.
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Michael Oren, exembajador israelí en Washington, cuenta a EFE que el apoyo estadounidense no es solo castrense sino también “psicológico”, dado que “Israel no se siente solo al tener a su lado a la mayor superpotencia mundial”.
El compromiso con la defensa de Israel ha perdurado durante las sucesivas administraciones demócratas y republicanas, que al mismo tiempo han jugado un papel fundamental en varias negociaciones de paz, incluidos los Acuerdos de Oslo de 1993 con los palestinos.
Pero el gobierno de Donald Trump (2017-2021) optó por alinearse todavía más con el Estado judío, trasladó su embajada a Jerusalén y auspició los Acuerdos de Abraham para formalizar las relaciones entre Israel y varias naciones árabes, dejando la causa palestina en un cajón.
Antes de la guerra de Gaza, el actual presidente de Estados Unidos, Joe Biden, criticó la expansión de asentamientos judíos en la Cisjordania ocupada y la regresión democrática del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu.
Pero entre bambalinas, Washington mediaba para ampliar los Acuerdos de Abraham y ayudar a Israel a sellar un acuerdo de paz con Arabia Saudí, un objetivo ansiado por los israelíes.
Un punto de inflexión
La masacre perpetrada por Hamás el 7 de octubre en Israel, que se saldó con la vida de 1.200 personas, dinamitó esos esfuerzos por los aires.
Biden cerró filas con Israel y le ofreció un “apoyo inquebrantable” a su guerra contra el grupo islamista, pero cuatro meses después la ofensiva israelí sobre Gaza ha provocado más de 26.000 muertes y una crisis humanitaria sin precedentes.
La presión externa e interna ha dejado al mandatario entre la espada y la pared: por un lado exige a Israel que cuide las vidas civiles en su operativo y por otro sigue mandándole armas y vetando en la ONU un alto el fuego.
La muerte el domingo de tres soldados estadounidenses atacados en Jordania evidenció además que la guerra es ya un conflicto regional.
La posición estadounidense no se puede explicar sin entender que “Biden está personalmente comprometido con Israel”, un país al que admira desde joven, explica Linda Robinson, experta del Consejo de Relaciones Exteriores.
Pero la situación ya le está pasando factura al presidente, quien busca su reelección en noviembre, con una desaprobación disparada entre los jóvenes.
Un sondeo de YouGov reveló que el 50% de los ciudadanos que votaron por el demócrata en 2020 considera que Israel está cometiendo un genocidio en Gaza.
“Hay un punto de inflexión porque empezamos a ver a un número significativo de ciudadanos y algunos representantes del Congreso que ponen en cuestión el compromiso férreo con Israel”, relata Robinson, quien lo atribuye al “enorme sufrimiento que ha visto todo el mundo” en Gaza.
¿Hacia un Estado palestino?
Netanyahu no quiere parar la ofensiva hasta eliminar a Hamás por completo.
El exembajador Oren también apoya la contienda porque considera que está en riesgo “la existencia nacional” de su país, pero ve “posible que Biden intente presionar a Israel para que acabe la guerra antes de las elecciones” estadounidenses.
De todos modos, las visiones posconflicto están a las antípodas, dado que Biden aboga por la creación de un Estado palestino, una propuesta que Netanyahu rechaza tajantemente.
El as que Washington guarda bajo la manga es el de revivir las negociaciones para la normalización con los saudíes a cambio de arrancar a Israel compromisos para la causa palestina.
Robinson sostiene que “no hay solución posible al conflicto sin un Estado palestino”, pero ello solo podrá ocurrir si hay un cambio de Gobierno en Israel y si aumenta la presión de Washington, opina.
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