Muchas familias ya casi no llegan a fin de mes y algunos no pueden pagar sus préstamos a los bancos, y no hay perspectivas de mejora. (Foto: EFE)
Muchas familias ya casi no llegan a fin de mes y algunos no pueden pagar sus préstamos a los bancos, y no hay perspectivas de mejora. (Foto: EFE)

La economía palestina en Cisjordania ocupada, ya de por sí débil, se enfrenta al colapso tras meses de con impacto regional, mientras la crisis financiera de la se agrava.

Desde el inicio del conflicto entre Israel y Hamás el 7 de octubre y el aumento de la violencia a niveles casi inauditos en territorio cisjordano, su actividad económica se redujo a más de la mitad, y difícilmente se podrá remontar en 2024 ante las restricciones israelíes crecientes y la falta de salidas para el fin de la guerra.

“La situación es muy mala, el paro se dispara y muchos no cobraron sus sueldos los últimos meses”, lamenta Raja Khalidi, director del Instituto de Investigación de Política Económica Palestina, que alerta del “colapso económico gradual” que sufre Cisjordania, donde viven unos 3,2 millones de palestinos en una extrema volatilidad.

La crisis se percibe en localidades como Ramala, capital de facto de la ANP. “Hay menos trabajo y clientes que antes de la guerra”, dice Thaer, camarero en un café en el centro de la ciudad.

“La situación es muy mala. Había problemas antes, pero empeoraron desde la guerra y ahora la gente solo compra lo justo y necesario”, comenta Jadala Tayem, en su tienda de verduras de la urbe.

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En el fin de semana tampoco hay el movimiento comercial, en bares, restaurantes o tiendas de antes de la guerra, dicen varios vecinos.

Desde hace más de tres meses, Israel bloqueó fondos que recauda en nombre de la ANP, lo que hace que este organismo con gobierno en zonas reducidas de Cisjordania no pueda casi pagar a sus empleados, unas 150,000 personas, un problema que tenía ya antes del conflicto pero que ahora se agudiza y hunde más al sector público.

Esto pone al límite a funcionarios, personal sanitario en centros médicos o maestros de escuelas públicas, que solo reciben “una parte de sus sueldos”, aclara Khalidi, mientras se profundiza la falta de liquidez y recursos de la ANP para mantener sus servicios básicos.

A esto se suma la mayor militarización de la zona y los vetos al movimiento de Israel a los palestinos por toda , donde hay más pasos militares cerrados permanentemente y más controles de seguridad del Ejército que entorpecen economía, comercio y trabajo.

“Israel impuso más barreras y un mayor bloqueo desde el primer día de la guerra, muchas gente no puede acceder a vías principales ni llegar a su lugar de trabajo”, cuenta Khalil Shikaki, director del Centro Palestino para la Investigación Política y Encuestas.

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Todo ello, comenta el analista, “destruye la viabilidad económica, la capacidad productiva o el transporte comercial en Cisjordania”, un territorio ya de por sí con trabas para el desarrollo económico y fragmentado por los asentamientos y la creciente colonización de Israel, que impone una larga ocupación militar vigente desde 1967.

De acuerdo con la Oficina Central de Estadísticas Palestina, casi el 30% de empresas cisjordanas sufrieron “una reducción o paro de su producción”, y según Khalidi, la actividad económica en el sector privado se redujo en un 50 o 60%.

“No hay demanda, muchos redujeron el consumo y también bajaron las importaciones”, explica. “Es una caída económica muy fuerte, y aunque el sistema financiero siga estable, se está viendo presionado al límite”.

Según señala, otro factor de preocupación es el desempleo, que se disparó desde el 7 de octubre. “Antes de la guerra era del 16 o 17% y ahora roza el 40%”, algo que provocará que “la pobreza aumente” y que muchos se vean sujetos a niveles cercanos a la subsistencia.

Este incremento del paro es por los más de 100,000 palestinos con permiso de empleo en Israel y sus colonias, así como otras decenas de miles que trabajaban ahí ilegalmente, que ya no pudieron volver al trabajo tras empezar la guerra debido a restricciones israelíes.

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Esto fue un golpe para la economía, “ya que los empleados en empresas israelíes eran el 20% de la fuerza laboral de Cisjordania”, detalla Khalidi.

A esto se añade la caída del sector turístico, clave en áreas como la gobernación de Belén, pero ahora quedó reducido al mínimo por la falta de visitantes y peregrinos.

Muchas familias ya casi no llegan a fin de mes y algunos no pueden pagar sus préstamos a los bancos, y no hay perspectivas de mejora.

“La economía cisjordana funcionará a la mitad de sus capacidades”, prevé Khalidi, que describe un panorama en que la deriva económica seguirá dependiendo de Israel, quién tiene control real en terreno y decide por encima de las disfuncionales instituciones palestinas.

Mientras, la ofensiva israelí en deja una devastación casi no vista desde la II Guerra Mundial, con infraestructuras y economía “totalmente destruidas”, un nivel al que no llegó Cisjordania, pero “aquí tampoco nadie saca provecho de la guerra”, concluye Khalidi.

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