Las mujeres embarazadas producen “superanticuerpos” para proteger a los recién nacidos y ahora los científicos han descubierto cómo lo hacen, lo que podría abrir la puerta a tratamientos mejorados contra infecciones mortales.
El estudio, que describe “un sutil” cambio molecular que permite al anticuerpo más común del organismo asumir una función protectora ampliada, se publica en la revista Nature y está liderado por el Cincinnati Children’s Hospital Medical Center (Ohio, Estados Unidos).
Los científicos descubrieron hace años que los recién nacidos dependen de los componentes inmunitarios transferidos por sus madres para sobrevivir a los patógenos que empiezan a invadir sus cuerpos nada más nacer.
Con el tiempo, describe un comunicado del hospital, los niños desarrollan sus propios sistemas inmunitarios, construidos a través de la supervivencia a exposiciones naturales a virus y bacterias, y aumentados por un conjunto de vacunas infantiles bien establecido.
Pero mientras tanto, es uno de los regalos más importantes de las madres el que mantiene a sus bebés a salvo: los anticuerpos.
Ahora, este estudio ofrece una explicación “sorprendente” de cómo funcionan realmente esos primeros días de inmunidad proporcionada por la madre, y lo que esa información podría significar para prevenir la mortalidad y la discapacidad por una amplia gama de enfermedades infecciosas.
Los resultados sugieren que se podrían imitar los anticuerpos potenciados que producen las madres embarazadas para crear nuevos medicamentos para tratar enfermedades, así como vacunas mejoradas para prevenirlas.
Los hallazgos muestran que el embarazo cambia la estructura de ciertos azúcares unidos a los anticuerpos, lo que les permite proteger a los bebés de infecciones, explica Sing Sing Way.
El nuevo estudio identifica qué azúcar específico se modifica durante el embarazo y cómo y cuándo se produce el cambio; en concreto, se da un cambio (la pérdida de un grupo acetilo) en el ácido siálico, uno de los azúcares unidos a los anticuerpos.
Este cambio molecular “tan sutil” permite a la inmunoglobulina G (IgG) -el tipo de anticuerpo más común del organismo- asumir una función protectora ampliada al estimular la inmunidad mediante receptores que responden específicamente a los azúcares modificados.
“Este cambio es el interruptor que permite a los anticuerpos maternos proteger a los bebés contra la infección dentro de las células”, afirma Way. “Las madres siempre parecen saber más”, añade John Erickson, otro de los autores.
Este descubrimiento abre el camino a nuevas “terapias pioneras” que pueden dirigirse específicamente a las infecciones de las mujeres embarazadas y los bebés recién nacidos.
“Creo que estos hallazgos también tendrán implicaciones de gran alcance para las terapias basadas en anticuerpos en otros campos”, agrega Erickson.
En este sentido, Way afirma que la alteración molecular de los anticuerpos que se produce de forma natural durante el embarazo puede reproducirse para cambiar la forma en que los anticuerpos estimulan el sistema inmunitario, y afinar sus efectos.
Esto podría conducir -apunta- a la mejora de los tratamientos para las infecciones causadas por otros patógenos intracelulares, como el VIH y el virus respiratorio sincitial, un virus común que en ocasiones plantea graves riesgos para los bebés.
Además, los hallazgos subrayan la importancia de que las mujeres en edad reproductiva reciban todas las vacunas disponibles, así como la necesidad de que los investigadores desarrollen aún más vacunas contra las infecciones que son especialmente prominentes en las mujeres durante el embarazo o en los recién nacidos.
“La inmunidad tiene que existir dentro de la madre para que se transfiera a su hijo”, concluye Way.