Johnson cultivó una imagen pública de bufón, pero tuvo un impacto fuerte en su país. (Foto: Olga Akmen)
Johnson cultivó una imagen pública de bufón, pero tuvo un impacto fuerte en su país. (Foto: Olga Akmen)

Ya empezaron a llegar los camiones de mudanzas a Downing Street para llevarse las cosas del primer ministro saliente , que pronto será reemplazado por un nuevo líder elegido por el Partido Conservador. El debate en torno al legado que deja a su partido, al país y al mundo continuará mucho después de que se haya ido definitivamente en septiembre, suponiendo que realmente se vaya para siempre.

Johson sacó a Gran Bretaña de la Unión Europea y logró una victoria aplastante antes de que su gobierno se derrumbara en medio de una serie de escándalos por cuestiones éticas.

“Misión mayormente cumplida”, declaró Johnson en su última presentación ante el Parlamento como primer ministro, en julio.

Los historiadores, no obstantes, son mucho más severos.

“Winston Churchill dijo que la historia sería generosa conmigo porque yo pienso escribirla”, expresó Tim Bale, profesor de política en la Queen Mary University de Londres. “Estoy seguro de que Johnson también piensa lo mismo, pero dudo que (la historia) sea tan generosa con él como lo fue con su ídolo”.

Johnson cultivó una imagen pública de bufón, pero tuvo un impacto fuerte en su país. Se lleva buena parte del crédito, o la culpa, por la salida de la UE, una decisión trascendental que se hará sentir por años.

“Una cosa es segura: Su legado es Brexit”, afirmó Steven Fielding, profesor de historia política de la Universidad de Nottingham. “Eso no se lo saca nadie. Lo que hay que decidir es si eso fue algo bueno o malo”.

El apoyo de Johnson a la salida del bloque en un referendo del 2016 fue vital para la victoria del sí. Resultó una figura mucho más atractiva que las demás. Y cuando disputas con el Parlamento forzaron la caída de la primera ministra Theresa May tres años después, Johnson la sucedió con la promesa de “hacer Brexit realidad”.

Con él al timón, los conservadores lograron un enorme triunfo electoral en el 2019 y al año siguiente cumplieron su propósito de sacar al Reino Unido de la UE. El prolongado divorcio, no obstante, no parece un hecho consumado.

Las relaciones con la UE se agriaron en medio de disputas que no han sido resueltas sobre las reglas comerciales aplicables a Irlanda del Norte.

Nuevas barreras aduaneras y regulatorias complican el comercio entre Gran Bretaña y las 27 naciones de la UE. Y los beneficios que prometieron Johnson y los demás partidarios de Brexit --una economía más dinámica y librarse de las normas de la UE-- no se han visto todavía.

Tampoco se cumplió la promesa de redistribuir las inversiones y las oportunidades para favorecer a regiones postergadas de Gran Bretaña. Quien lo suceda, heredará una economía desinflada y un costo de la vida disparado como consecuencia de Brexit y de la invasión rusa de Ucrania.

Margaret MacMillan, profesora emérita de historia internacional de la Universidad de Oxford, dijo que Johnson deja al Reino Unido debilitado tanto en el plano económico como en el constitucional.

“La Unión está más débil, el status y el futuro de Irlanda del Norte están en duda, y las relaciones con la UE, que sigue siendo el principal socio comercial de Gran Bretaña, no están mejor (por no decir que están peor) que cuando asumió como primer ministro”.

Otro elemento determinante de su gestión fue el COVID-19, que tuvo a Johnson en una unidad de cuidados intensivos en abril del 2020 y causó más de 180,000 muertes en Gran Bretaña.

Johnson titubeó antes de imponer confinamientos en marzo del 2020. Los expertos dicen que, de haber tomado esa medida una semana antes, se hubiera evitado la muerte de miles de personas.

En total Johnson dispuso tres prolongados confinamientos y un programa de vacunaciones que fue considerado un gran éxito.

Victoria Honeyman, profesora de política británica de la Universidad de Leeds, dijo que el veredicto del manejo que hizo Johnson de la pandemia dependerá de a quién le pregunte.

“Sus partidarios dirán que sus acciones fueron benéficas y justificadas”, sostuvo, “mientras que sus detractores dirán que fueron lo mínimo indispensable”.

Johnson fue además uno de los principales aliados del presidente ucraniano Volodymyr Zelenskyy y Gran Bretaña apoyó a Ucrania no solo de palabra, sino con miles de millones de dólares en ayuda militar y humanitaria. De todos modos, hay quienes dicen que cualquier gobernante británico hubiera hecho lo mismo en su lugar.

Sus logros en el plano doméstico no fueron muchos. Su gobierno se caracterizó por el caos, las divisiones y un constante ambiente de crisis. Y Johnson terminó pagando caro su costumbre de desafiar las normas.

Restó importancia al malestar generado por unas fiestas en Downing Street en plena pandemia, por las que fue multado por la policía. Y su nombramiento de un dirigente acusado de acoso sexual para ocupar un cargo importante resultó la gota que colmó el vaso. Su propio Partido Conservador forzó su salida.

“Lo trágico es que, quien sea que reemplace a Johnson, será inevitablemente alguien que toleró su deshonestidad, su corrupción y su incompetencia por años”, expresó el profesor de historia de la Cambridge Richard Evans en el New Statesman. “Tomará mucho tiempo limpiar el caos que dejó Boris Johnson”.

Otro historiador de Cambridge, Robert Tombs, sin embargo, dijo en el portal Spiked que algún día Johnson podría ser visto como “un político muy subestimado... con algunas debilidades humanas, pero acertado cuando contaba”.

Johnson, de 58 años, ha dejado en claro que no piensa desaparecer del mapa. Sigue siendo miembro del Parlamento y algunos conservadores creen que podría tratar de volver al poder si a su sucesor no le va bien.