El presidente Luiz Inácio Lula da Silva prometió devolver la prosperidad —”barbacoa y cerveza” para todos— si volvía a la presidencia de Brasil. Dos meses después de asumir el cargo, la economía que heredó está terminando su luna de miel y obligándolo a actuar con rapidez para detener los daños.
Datos oficiales publicados el jueves mostraron que el producto bruto interno (PBI) de Brasil se contrajo un 0,2% a fines de 2022, interrumpiendo cinco trimestres consecutivos de crecimiento. Se espera que la desaceleración continúe este año.
Si se cumplen las previsiones de los analistas, los ambiciosos planes de Lula para combatir tanto el hambre como la profunda división política de la mayor nación de América Latina están en peligro. Ganó las elecciones evocando la nostalgia de los tiempos de bonanza de sus dos mandatos anteriores, cuando la pobreza cayó y Brasil ascendió al centro de la escena mundial.
Su discurso: “La gente necesita poder hacer barbacoas de nuevo”.
Pero desde que asumió el cargo el 1 de enero, Lula parece estar luchando por reconciliarse con la dura realidad económica. Se ha enfrentado a los inversionistas y al director de su propio banco central, provocando el desconcierto de los mercados y de los halcones del presupuesto, preocupados por los elevados niveles de deuda y el escaso margen para aumentar el gasto.
“El hecho es que Lula está realmente preocupado por una recesión”, dijo Thomas Traumann, columnista y consultor político. “Está apretando todos los botones que tiene a su alcance, pero se da cuenta de que no hay mucho que pueda hacer”.
Golpe a la demanda
Brasil registró en 2022 un crecimiento del 2.9%, en gran medida gracias a los servicios, luego de que se eliminaran las restricciones por el covid-19, y al crecimiento de la actividad industrial, según el instituto nacional de estadísticas. En cambio, la agricultura perdió productividad.
Ahora, la demanda se ve golpeada por las condiciones financieras restrictivas y una inflación que supera la meta. Al mismo tiempo, los efectos de un estímulo multimillonario implementado el año pasado por el expresidente Jair Bolsonaro se están desvaneciendo, mientras que la economía mundial parece destinada a desplomarse.
El resultado es que los analistas prevén una expansión del producto interno bruto inferior al 1% en 2023. Aunque esto podría cambiar, la mayoría coincide en que los riesgos están aumentando.
Qué dice Bloomberg Economics
“Las altas tasas de interés le están pasando la cuenta a la economía brasileña y debilitan las perspectivas de crecimiento para el primer año de mandato del presidente Luiz Inácio Lula da Silva. En lugar de pelearse con el banco central, Lula podría fomentar el crecimiento aclarando sus políticas económicas y revisando los impuestos sobre el consumo para impulsar la productividad”.
— Adriana Dupita, economista para Brasil y Argentina
La verdad es que Lula no tuvo nada que ver con los datos del jueves. La economía se vio afectada en un primer momento por la pandemia y luego se vio apuntalada temporalmente por los recortes fiscales y las ayudas otorgadas por su predecesor antes de las elecciones del año pasado.
Sin embargo, el país es ahora muy diferente del que Lula dirigió entre 2003 y 2010. En aquel entonces, supervisó una bonanza de materias primas que impulsó el crecimiento y programas de bienestar que llevaron a millones de brasileños a las filas de la clase media.
Y después de derrotar a Bolsonaro, un excapitán de Ejército conservador, por uno de los márgenes más estrechos en la historia moderna de Brasil —una victoria que su oponente aún no ha reconocido formalmente—, el presidente de 77 años tiene dificultades para demostrar a sus partidarios que está seriamente comprometido a devolver a la nación sudamericana su antigua gloria.
La preocupación por lo que cuatro años más de Bolsonaro habrían significado para la joven democracia brasileña unió tanto a aliados como a antiguos críticos de Lula. Aunque, “para muchos votantes, Lula es ‘barbacoa y cerveza’”, dijo Traumann. “Es el factor de sentirse bien”.
La presión sobre Lula para que cumpliera sus promesas se intensificó a los pocos días de su nuevo Gobierno, cuando miles de partidarios de Bolsonaro se amotinaron en la capital, Brasilia, saqueando algunas de las instituciones democráticas más sagradas del país y denunciando fraude electoral. Las turbas fueron rápidamente sofocadas, pero la oposición sigue siendo firme.
Medidas
Lula ha adoptado medidas para suavizar el golpe de la inflación y dar un impulso a la economía. La principal de ellas fue obtener la aprobación para aumentar el gasto en unos US$ 32,000 millones este año, principalmente para ayudar a los pobres.
El líder izquierdista promete introducir un nuevo marco fiscal en las próximas semanas. Pero, dado que se prevé que el Gobierno registre un déficit primario este año, los inversionistas se preguntan ansiosamente cómo y cuándo.
“El problema es la incertidumbre”, afirma Tatiana Pinheiro, economista jefe de Galapagos Capital, una gestora de activos de São Paulo. “Este año todo depende de la parte fiscal”.
Por otro lado, el banco central advierte que mantendrá la tasa de interés en el 13.75%, su nivel más alto en seis años, para frenar las crecientes expectativas de inflación y hacer que la economía se enfríe durante más tiempo. Esta postura ha llevado a Lula a descargar sus frustraciones contra el jefe del banco central, Roberto Campos Neto, criticándolo por una política monetaria que, según él, es demasiado restrictiva.
La disputa no ha ayudado: los operadores están reduciendo las apuestas sobre recortes de tasas este año. Sin embargo, podría permitir que Lula comparta la culpa si la caída económica continúa.
“Lula entiende que primero tiene que demostrar lo mal que estaba la casa cuando llegó”, dijo Thiago de Aragão, jefe de estrategia de la consultora Arko Advice. “Y segundo, preparar a sus seguidores y partidarios para un entorno en el que no podrá hacer milagros”.