Más del 85% de los jubilados en Argentina, aproximadamente 6,5 millones, cobran en promedio 58,500 pesos, el equivalente a 265 dólares, de jubilación mínima y apenas les alcanza para cubrir un tercio de sus gastos mensuales en comida, remedios y renta que aumentan al ritmo de una inflación descontrolada.
Con manos temblorosas, un grupo de ancianos acomoda las tarjetas de la lotería sobre una de las mesas. En vez de fichas recurren a botones de ropa para marcar los números y en un pequeño recipiente guardan sus apuestas en monedas o billetes arrugados de baja denominación.
Aunque ya se ha vuelto costumbre, la inminencia del juego todavía despierta entusiasmo en sus miradas apagadas.
Los juegos de mesas y una merienda que comparten dos veces por semana en un centro de jubilados de Caballito y Villa Crespo, barrios de clase media de Buenos Aires, son para este grupo de hombres y mujeres mayores de 80 años un paliativo para las desventuras económicas que padecen a diario y les resultaban impensables antes del retiro.
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“Este centro tiene gente de clase media. Nos privamos de muchísimas cosas que antes hacíamos”, comentó Betty Santucci, de 85 años, encargada del lugar. Y en voz baja confesó que “yo hice algo que nunca en mi vida había hecho: pedir un medicamento gratuito”.
“No puedo ni pagar el alquiler, las expensas (gastos comunes de apartamentos), servicios y tengo que comer. Decí que tengo dos hijos que me traen el ‘paquetito’ (dinero)”, dijo Paulina Najnudel, de 85 años, mientras participaba del juego de mesa con otros jubilados. “Pero me da, no vergüenza, sino tristeza porque después de haber trabajado tantos años...”.
Argentina tuvo uno de los sistemas previsionales más progresistas de Sudamérica. En la comparación actual, sin embargo, la jubilación mínima medida en dólares está entre las más bajas de la región, apenas por encima de Venezuela, según un estudio de la consultora local Focus Market.
Las jubilaciones aumentan según una fórmula de movilidad calculada por salarios y recaudación de impuestos. Entre enero de 2022 y marzo 2023, subieron un 72,5%. Pero en el mismo período la inflación acumuló más del 100%.
“El sueldo mínimo no alcanza ni siquiera para lo básico. De pronto estamos un poquito más aliviadas las que tuvimos la desgracia de perder al marido porque cobramos jubilación y pensión. No es negocio tampoco, sería mejor tener al marido”, comentó con ironía Ana Falcone una tarde reciente en el centro de jubilados.
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Para compensar la pérdida de poder adquisitivo, el gobierno de Alberto Fernández dispuso un refuerzo mensual de 15.000 pesos (67 dólares) a los jubilados de haberes más bajos, pese al cual no llegan a cubrir todos los gastos básicos.
“Los jubilados cuando vamos a comprar no compramos por kilo, sino de a uno o dos productos, ya sea cebolla, papa o lo que fuera. Compramos nada más que dos o tres productos porque para el kilo no llegamos nunca”, detalló Mercedes Villafañe, de 80 años, durante una partida de la lotería. “Por el momento, no se tiene ningún tipo de esperanza”.
La Defensoría de la Tercera Edad, organismo autónomo encargado de defender los derechos de las personas mayores, reportó a principios de abril que la canasta básica de los mayores cuesta 202,064 pesos, el equivalente a US$ 914 , lo cual representa un aumento del 33% respecto al último cálculo de octubre. Renta, alimentos y medicamentos son los rubros de mayor incidencia.
“Estamos en un cuadro de crisis de carácter humanitario del sector”, advirtió Eugenio Semino, responsable del organismo público. “El jubilado debe elegir entre consumir medicamento o no, comer o no comer”.
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“Nos lleva a tener consecuencias en la vida diaria realmente poco visibilizadas socialmente. Hago gerontología hace 40 años y nunca vi por ejemplo que ya no se consume la medicación conforme a la prescripción del profesional, sino de lo que el jubilado puede comprar. Eso genera que los tratamientos sean neutros, no tienen ningún tipo de resultado positivo”, lamentó el experto.
Anochece y la jornada de juegos llega a su fin.
Najnudel y el resto de los ancianos regresan a sus hogares a lidiar en el final de sus vidas con una realidad que no imaginaban.
“Vengo acá (al centro de jubilados), paso buenos momentos y estoy con buena gente. Paso unas horas bien, pero vuelvo a mi casa y sigue siendo lo mismo. Espero que cambie todo esto. Tiene que cambiar. Quisiera tener esperanza, pero ya no voy a estar para cuando vengan las cosas”.
Fuente: AP
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