Los inversionistas en los US$ 91,000 millones de bonos soberanos extranjeros de México están llegando a una conclusión incómoda: tal vez Andrés Manuel López Obrador sí es el populista que alguna vez temieron que fuera.
Después de todo, el presidente de 69 años había hecho campaña en 2018 con la promesa de desarrollar programas para jóvenes y personas mayores, crear más trabajos y modernizar la estatal Petróleos Mexicanos. Pero en la práctica, resultó ser tan frugal mientras el COVID arrasaba América Latina que fue criticado por gastar muy poco para ayudar a los mexicanos de clase trabajadora.
Por eso, cuando López Obrador dio a conocer el viernes pasado un plan presupuestario que daría como resultado el mayor déficit fiscal del país desde 1988, la medida causó cierta angustia en Wall Street. A principios de esta semana, los inversionistas hicieron caer los bonos extranjeros de México con vencimiento en 2033 a su nivel más bajo desde enero.
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El repentino giro hacia la generosidad fiscal no podría llegar en peor momento. Por primera vez en dos décadas, las tasas de interés se están disparando en las economías del Grupo de los Siete, lo que da a los inversionistas retornos sobre bonos corporativos y gubernamentales ultraseguros tan altos que tienen pocos incentivos para perseguir mayores rendimientos en países con mayor riesgo y que implementan políticas preocupantes.
El riesgo es que López Obrador esté creando un déficit mayor al comprometerse con proyectos sociales populares y difíciles de cancelar justo antes de que termine su mandato. Corresponderá a su sucesor –después de las elecciones del próximo año– lidiar con cualquier déficit fiscal que, eventualmente, podría afectar la calificación crediticia de la nación.
“Es el fin de la austeridad antes de las elecciones”, dijo Valerie Ho, administradora de dinero de DoubleLine Group en Los Ángeles. “La próxima administración enfrentará más desafíos, por lo que el mercado podría comenzar a pensar en la posibilidad de rebajas de calificación”.
La deuda del país ya tiene una calificación BBB- en Fitch Ratings, la puntuación más baja de grado de inversión. Mientras tanto, S&P Global Ratings y Moody’s Investors Service, ambos todavía califican México un nivel más alto, en gran parte debido a las formas austeras de López Obrador.
Por supuesto, se necesitarían rebajas de calificación hasta grado especulativo por parte de al menos dos de los tres principales asesores para despojar oficialmente México de su título de grado de inversión. Pero tal medida obligaría a los inversionistas en índices de alta calificación a retirarse de la deuda del país, lo que probablemente aumentaría sus costos de endeudamiento.
La pérdida de una calificación de grado de inversión también amenazaría con interrumpir décadas de trabajo de las autoridades financieras de México después del caos del mercado de la llamada Crisis del Tequila a mediados de los años 1990. Los funcionarios han optado en gran medida por presupuestos conservadores para reducir el déficit y mantener bajos los niveles totales de deuda pública.
Hasta hace poco, López Obrador era parte de ese esfuerzo. En la primera parte de su Gobierno recortó salarios, vendió el lujoso avión presidencial y se negó a otorgar el tipo de estímulo que ayudó a otras economías a mantenerse a flote durante lo peor de la pandemia del coronavirus.
Pero con su último proyecto presupuestario, se prevé que el déficit fiscal del país se dispare hasta el 4.9% en 2024, en comparación con solo el 3.3% este año, un reflejo de proyectos que van desde un tren interoceánico hasta una nueva refinería de gasolina y un aumento al apoyo a Pemex, la petrolera estatal fuertemente endeudada.
En Wall Street, la pregunta que merodea es si el cambio en los hábitos de gasto de México es razón suficiente para adoptar un enfoque más cauteloso. El Gobierno mexicano tiene aproximadamente US$ 91,000 millones de bonos internacionales en circulación, según datos de Bloomberg.
Durante la mayor parte de la Administración de López Obrador, los bonos han tenido un desempeño superior debido a su frugalidad y cuentan con algunas de las primas de riesgo más bajas de América Latina. El país también ha atraído a empresas como Pacific Investment Management Co. y BlackRock Inc. a medida que las empresas estadounidenses trasladan sus cadenas de suministro fuera de China hacia México.
Pero para Jaime Valdivia, economista jefe de Galápagos Capital, el mercado se ha mostrado demasiado complaciente. Si bien los inversionistas se han sentido cómodos con las estrategias financieras del Gobierno en los últimos años, dijo, López Obrador ahorró para poder gastar.
Las propias estimaciones de la Secretaría de Hacienda muestran que el próximo Gobierno tendrá que reducir el déficit fiscal a alrededor del 2.1% para evitar una mayor erosión de los niveles de deuda del país. Se calcula que la economía crecerá solo un 1.5% el próximo año, por lo que existe el riesgo de que el gasto elevado eventualmente se vuelva insostenible, dijo Carlos Serrano, economista jefe de BBVA México.
“Me preocupa esta inercia”, dijo. Especialmente cuando se trata de programas sociales, “una vez que tienes un programa implementado, es muy complicado eliminarlo”.
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