El monto general es “imposible de evaluar”, pero podría alcanzar “decenas, por no decir centenares de millones” de dólares. (Foto: Shutterstock | Museo de Louvre)
El monto general es “imposible de evaluar”, pero podría alcanzar “decenas, por no decir centenares de millones” de dólares. (Foto: Shutterstock | Museo de Louvre)

Una investigación internacional que provocó la inculpación del exdirector del museo del ha destapado la magnitud del contrabando internacional de arte, que se ha beneficiado de la inestabilidad en durante años, según especialistas consultados por la AFP.

Libia, Siria, Irak, Egipto...: la lista de países saqueados fue creciendo a medida que se expandía la Primavera Árabe.

Los sitios arqueológicos en esos países son “verdaderos supermercados a cierto abierto”, un fenómeno que se puede hallar también en ciertos lugares de América Latina y África, según Vincent Michel, profesor de Arqueología oriental en la Universidad de Poitiers (centro) y experto en la lucha contra el tráfico ilícito de bienes culturales.

“Este tráfico, que surgió con las excavaciones clandestinas y se agravó con la pobreza, está creciendo desde la Primavera Árabe del 2011. No se puede ocultar. Y nutre tanto a los pequeños delincuentes como a la gran criminalidad internacional”, explica este especialista.

“El contrabando de obras de arte está conectado al narcotráfico y al tráfico de armas” y sirve, como ellos, para el lavado de dinero, añade.

El monto general es “imposible de evaluar”, pero podría alcanzar “decenas, por no decir centenares de millones” de dólares.

“El mercado de arte legal representa un volumen de negocios anual de cerca de US$ 63,000 millones, y los traficantes están convencidos de que hay mucho dinero en juego”, añade Michel, que ha formado durante años a especialistas policiales o peritos judiciales.

“Es necesaria una toma de conciencia general y una lucha interdisciplinaria concertada”, añade.

Egipto

La epidemia del COVID-19, que frenó brutalmente la economía en la inmensa mayoría de países, agravó la situación.

En Egipto, donde “circulan una gran cantidad de falsificaciones, pasamos de 1,500 yacimientos clandestinos al año a 8,960 en el 2020″, coincidiendo con el primer confinamiento, indica Vincent Michel.

“Como en México, las obras saqueadas se hallaban en tumbas, así que su estado de conversación es perfecto, gracias al clima árido”, explica.

Según Xavier Delestre, conservador regional de Arqueología en el sureste de Francia, “el saqueo de los sitios arqueológicos a nivel local ha empeorado” y además ha aumentado la llegada de “bienes culturales provenientes del extranjero (África y América Latina en particular)”.

Se trata particularmente de “obras de arte de gran valor que llegan a puertos francos y resurgen luego con un falso historial para ir a parar al mercado lícito”, indica.

También se da el caso de “objetos de valor inferior que circulan de forma masiva, a partir de redes sociales, rumbo a sitios de venta en línea”.

Una exposición y un coloquio internacional al respecto será organizado en la ciudad francesa de Marsella (sureste) antes de finales de este año.

Internet

Los contrabandistas demuestran “un ingenio increíble para blanquear los objetos robados, mediante la mezcla de informaciones falsas y verdaderas” o “inventando un pedigrí (historial), o fabricando documentos falsificados o facturas de origen ilícito. Algunos establecimientos hasta incluso emiten falsos certificados de la Unesco”, precisa Michel.

Una vez que vuelve al mercado legal, “un objeto pillado” es “casi intedectable”.

Internet agravó además el fenómeno a causa del “anonimato” y de la “multiplicación de los sitios de venta”, que muestran “las innumerables maneras de blanquear dinero” y “la facultad de adaptación” de los traficantes, según este experto.

Un proyecto estadounidense, Athar (tráfico de antigüedades e investigaciones sobre la antropología del patrimonio) permitió identificar “a unos 95 grupos de Facebook especializados en el tráfico ilícito, que involucran a unos dos millones de personas en Oriente Medio, el 36% de las cuales provienen de zonas de conflicto y el 44% de zonas limítrofes”.