¿Dejarán colgado los grandes bancos centrales del mundo al presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, Jerome Powell? Ciertamente lo intentarán.
Ningún banco central importante ha igualado todavía el recorte de tasas de emergencia de la Fed en respuesta al brote de coronavirus, en medio de las crecientes pruebas de que sus homólogos de la zona euro, así como Japón, Reino Unido y Suiza evitarán una respuesta precipitada.
Aunque el brote de coronavirus ya está interrumpiendo las cadenas de suministro mundiales, ralentizando la actividad industrial, cancelando vuelos y afectando a los mercados financieros, los bancos centrales tienen más motivos para aguantar que para apretar el gatillo.
Una respuesta apresurada podría acentuar las caídas en las bolsas si es interpretado como que hay cierta sensación de pánico entre los responsables de la política monetaria. Además, podría ser ineficaz porque las medidas de estímulo monetario como las rebajas de las tasas suelen tardar un tiempo en reflejarse en la economía.
Y lo que es más importante, la mayoría de los principales bancos centrales agotaron gran parte de su arsenal durante los años de estímulo que siguieron a la crisis financiera, por lo que cualquier nueva medida requeriría una inmersión aún más profunda en aguas no convencionales, lo que requeriría tiempo tanto para diseñar como para debatir las posibles políticas.
Así que por ahora, los bancos centrales quieren mantener la presión sobre los gobiernos para que tomen la delantera, según fuentes familiarizadas con el pensamiento de algunos de los principales responsables de política monetaria.
“Hay una inmensa presión sobre nosotros para actuar (de los mercados, los medios de comunicación, tras el recorte de la Reserva Federal), por lo que al final podríamos vernos obligados a una medida de emergencia, pero vamos a tratar de resistir”, dijo una fuente familiarizada con el enfoque del Banco Central Europeo (BCE).
“Pero ni siquiera estamos seguros de aquello sobre lo que estamos actuando. Nadie sabe cuál es el impacto real”.
De hecho, Robert Holzmann y Peter Kazimir, responsables de política monetaria del BCE, ya se han manifestado públicamente prudentes acerca de un movimiento rápido.
-Herramientas sin filo-
Los responsables de política del BCE mantuvieron una teleconferencia no programada el martes, pero fue para discutir las respuestas operativas al coronavirus, como la posible cancelación de eventos y la potencial escasez de personal, y no para debatir respuestas políticas, dijeron fuentes con conocimiento de la situación.
Aunque los bancos centrales suelen preferir seguir su propio camino, han actuado de manera concertada en momentos de contagio transfronterizo, como por ejemplo durante las secuelas del terremoto del Japón en 2011 o durante la crisis financiera mundial de 2008.
El inesperado recorte de tipos de la Fed impulsó a los mercados por un rato, pero los principales índices bursátiles estadounidenses terminaron cerrando con bajas del 3% y el rendimiento de los bonos del Tesoro a 10 años cayó por primera vez bajo el 1% porque la respuesta despertó la preocupación de que las consecuencias del virus sean peores de lo que se temía.
“La reacción inicial del mercado sugiere que la Reserva Federal fracasó”, dijo Jan von Gerich, economista de Nordea.
“Las lecciones de la historia sugieren que es demasiado pronto para esperar que los mercados se estabilicen, y es probable que tengamos que ver más medidas de relajación en el futuro”.
El problema para muchos bancos centrales es que tienen pocos instrumentos para estimular las economías en caso de alteraciones importantes. Los principales tipos del BCE, el Banco de Japón y el Banco Nacional Suizo se encuentran ya en territorio negativo y existe un coste económico y político si se adentran todavía más en ese territorio.
Cada rebaja en niveles negativos conlleva resultados contraproducentes. Los márgenes de los bancos comerciales se comprimen todavía más, limitando su capacidad de transmitir un relajamiento del crédito a la economía. Además, tasas ultrabajas podrían inflar burbujas en mercados como el inmobiliario, sembrando vientos que pueden convertirse en tempestades.
Los tipos de interés negativos también son profundamente impopulares en ciertos círculos políticos porque afectan a los ahorristas acostumbrados a llevarse intereses con sus depósitos, y pueden ser considerados como una forma de impuesto sobre los bancos.