Al volver de su permiso de paternidad la semana pasada, su columnista tenía ganas de ponerse a escribir. Al fin y al cabo, numerosos estudios afirman que la carrera profesional de los padres puede resentirse después de tener hijos. Lo mejor era disipar inmediatamente cualquier idea de que pudiera ocurrir lo mismo con la suya. Pero entonces recordó que es un hombre y mejor fue por un café. Pues, en efecto, se cree que la penalización por tener hijos, como la llaman los economistas, afecta solo a las madres.
De hecho, es posible que las mujeres que se reincorporan al trabajo después de dar a luz también puedan relajarse un poco. Es cierto que probablemente sus ingresos inmediatos disminuyan, y quizá sea exasperante que no pase lo mismo con los de los padres nuevos. Sin embargo, dos nuevos estudios sugieren que, a largo plazo, en comparación con las mujeres que no tienen hijos, la penalización por maternidad puede desaparecer, o incluso convertirse en una prima.
La disparidad entre hombres y mujeres que tienen hijos es bien conocida. En un trabajo muy citado de 2019, Henrik Kleven, de la Universidad de Princeton, con coautores, trazó las carreras de padres daneses tras el nacimiento de su primer hijo. El salario y las horas de trabajo de las madres se desplomaron, un tercio y un quinto, respectivamente, en el primer año después del parto. Las carreras de los padres continuaron más o menos como antes.
Según el mismo estudio, las carreras profesionales de las madres no se recuperan. Al cabo de diez años, los ingresos de las madres danesas seguían viéndose afectados 20 puntos porcentuales más que los de los padres, y las diferencias eran mayores entre las que tenían más hijos. Esto se debió a que las mujeres con hijos abandonaron el mercado laboral, trabajaron menos horas o ganaron un salario por hora más bajo. Los autores del estudio han repetido el ejercicio para 134 países, con resultados sorprendentemente similares.
Pero la dificultad de adivinar el efecto de los niños estriba en que la cigüeña no suelta bebés al azar. Para evitarlo, el estudio danés se basa en un “estudio de sucesos”. Se parte de la base de que los ingresos de las madres evolucionan según una tendencia uniforme hasta que dan a luz, lo que provoca una ruptura de la tendencia. Tras la ruptura, el salario de cada madre se compara con la tendencia (continuada por otras mujeres de la muestra que dan a luz más tarde), y se supone que la caída es un efecto de la criatura. Después se realiza el mismo cálculo para los padres.
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Estas técnicas son útiles para detectar los efectos a corto plazo, pero no funcionan tan bien cuando se trata de calibrar lo que ocurre a largo plazo. Muchas cosas cambian con el tiempo para las mujeres con hijos y sin hijos, lo que significa que comparar el salario de las madres con una tendencia formada por mujeres que aún no han dado a luz puede distorsionar la imagen.
Por ejemplo, un estudio reciente de Simon Bensnes, de la agencia estadística noruega, y coautores, muestra que las mujeres tienden a esperar a tener hijos hasta que sus ingresos han empezado a estabilizarse. En otras palabras, parte de la brecha salarial que se abre en los estudios de sucesos podría simplemente deberse a la mamá económica en acción.
Por ello, otros investigadores —entre ellos Bensnes y sus colegas— aproximan la aleatorización de otro modo, fijándose en las mujeres que se someten a fecundación “in vitro” (FIV). Esto tiene la ventaja de que todos los padres potenciales de la muestra desean claramente tener un hijo, pero la naturaleza y el azar deciden quiénes lo logran. Varios estudios de este tipo han tenido en cuenta a padres de países nórdicos, donde los investigadores pueden acceder a datos confidenciales sobre tratamientos de FIV y cotejarlos con registros administrativos.
El estudio noruego hizo un seguimiento de las mujeres que se sometieron a un tratamiento de FIV durante aproximadamente una década, y descubrió que los ingresos anuales de las que dieron a luz disminuyeron un promedio del 22% a corto plazo, en comparación con las que no tuvieron hijos. A largo plazo, sin embargo, esta penalización se reducía a solo un 3%. Los ingresos de los padres no disminuyeron, sino que aumentaron alrededor de un 10% a largo plazo.
Un nuevo estudio danés considera un marco temporal más amplio. Petter Lundborg, de la Universidad de Lund, y otros coautores analizaron datos de hasta 25 años a partir del primer tratamiento de FIV de cada mujer. Encontraron un patrón similar: un fuerte descenso a corto plazo de los ingresos de las madres, pero sin penalización a largo plazo en comparación con las mujeres que no tuvieron hijos. De hecho, sus datos revelan una pequeña “prima de maternidad” al cabo de unos 15 años, que a lo largo de la vida compensa con creces el descenso inicial.
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¿Podemos fiarnos de estos estudios? Los investigadores se cuidan de señalar los inconvenientes de su propia metodología. Aunque el éxito de la FIV parezca aleatorio, quizá no lo sea. En el estudio noruego, por ejemplo, los autores demuestran que el nivel de estudios es ligeramente superior en las madres que tuvieron éxito en su tratamiento.
Mientras tanto, un tratamiento de FIV sin éxito no es inocuo. Cuatro investigadores de la Universidad de Stanford publicaron recientemente un documento de trabajo que utiliza datos suecos. Tampoco encontraron ninguna penalización a la maternidad a largo plazo para las mujeres cuyo tratamiento tuvo éxito. Pero los resultados eran inquietantes: las mujeres tenían casi un 50% más de probabilidades de tomar medicamentos para su salud mental y las parejas tenían más probabilidades de divorciarse. Así pues, tanto las primas por maternidad como por paternidad podrían estar relacionadas con el sufrimiento de quienes no tienen hijos.
Los padres de fuera de Escandinavia podrían con toda razón preguntarse si todos estos resultados se extienden a ellos. Es posible que los ingresos de las madres danesas y noruegas se recuperen especialmente bien porque tienen un acceso al cuidado infantil mucho mejor que el de muchos otros países. Las normas nórdicas sobre igualdad de género podrían animar a los padres a desempeñar un papel más importante en la crianza de los hijos, dando a las mujeres más margen para reiniciar su carrera profesional.
Mientras su columnista reflexionaba sobre estas cuestiones, recurrió a Claudia Goldin, premio Nobel de Economía en 2023, en busca de sabiduría. Goldin sostiene que la “brecha de la paternidad” tiene tres partes: la penalización por maternidad, la prima por paternidad y el costo de ser mujer. Los nuevos estudios sugieren que la penalización por maternidad se reduce a lo largo de la carrera profesional; la prima por paternidad es un misterio. Pero el costo de ser mujer existe independientemente de la maternidad, y varía de un lugar a otro. Los investigadores tienen mucho trabajo por delante para cuantificar y explicar estos datos.
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