Por Nisha Gopalan
Regresé a la oficina esta semana, uniéndome a miles de empleados bancarios desde Citigroup Inc. hasta Morgan Stanley que están regresando a sus escritorios en Hong Kong. Después de casi cinco meses trabajando desde casa, tomará un tiempo acostumbrarse.
La reducción de las medidas de confinamiento implementadas para combatir el coronavirus marca, quizás, el principio del fin del mayor experimento mundial de teletrabajo.
Twitter Inc. permitirá que los empleados trabajen desde su hogar permanentemente, incluso después de que el brote aminore, mientras que otros, como Google, han señalado que su personal debería hacerlo el resto del año.
Los trastornos provocados por la pandemia han hecho que muchos se pregunten si alguna vez vamos a volver a la vida laboral como de costumbre, dando lugar a titulares como “la muerte de la oficina”. Tengo mis dudas.
Mi reacción inicial cuando me dijeron que me quedara en casa en enero fue de pánico. Con dos hijas adolescentes a punto de comenzar la educación en línea y un esposo que también necesitaría trabajar desde casa, intenté imaginar cómo lo lograríamos en nuestro abarrotado departamento en el piso 47.
Ya lo había puesto a prueba, cuando prácticamente no se pudo acceder a la oficina durante varios días durante el punto álgido de las protestas de Hong Kong el año pasado, así que sabía a qué nos enfrentábamos.
Durante los frenéticos meses siguientes me he abierto paso para lograr un espacio en la mesa del comedor, he mediado disputas entre las chicas y he peleado por la colchoneta de yoga, un artículo crucial de estiramiento para las tensiones de hombros provocadas por el láptop, además de ser un accesorio esencial para las clases de deporte en línea.
En algún momento, llegó a gustarme. Echaré de menos la experiencia del teletrabajo, cuando finalmente termine (al igual que muchas otras empresas en Hong Kong, nuestro regreso se realizará por equipos divididos, por lo que aún no hemos regresado a la oficina a tiempo completo). Como resultado, la familia se ha unido mucho más.
Me he acostumbrado al ritmo de la oficina en el hogar, y debo admitir que he adquirido algunos hábitos poco saludables en el camino, como comer Cheetos a deshora, hacer maratones frente al televisor viendo los canales de noticias y leer obituarios.
Sin embargo, estoy en minoría. Somos afortunados de tener más espacio en nuestro hogar que la mayoría de las personas aquí. En una ciudad como Hong Kong, que está repleta de departamentos pequeños, simplemente no es viable que muchas personas trabajen desde su hogar indefinidamente.
El tamaño promedio de los departamentos es de 40 metros cuadrados (430 pies cuadrados) en comparación con los 137 metros cuadrados de Nueva York, según Jones Lang LaSalle Inc. Muchos empleados simplemente no tienen el espacio para instalar una oficina en casa. Y viviendo en lugares tan estrechos, necesitan salir regularmente.
La ecuación costo-beneficio para Hong Kong es sesgada, ya que, con áreas urbanas llenas de gente y un sistema de metro eficiente, llegar a la oficina es rápido y fácil para la mayoría de las personas. Puede ser diferente en Estados Unidos, donde las ciudades se extienden a los suburbios, los tiempos de traslado pueden ser largos y el transporte público a menudo es menos confiable.
O en metrópolis asiáticas como Mumbai, que está densamente poblada pero plagada de horrendas congestiones de tráfico y una red de trenes de más de 150 años que hace que el trabajo suburbano sea atractivo.
Eso no sugiere que Hong Kong escapará de los impactos a largo plazo del COVID. Macquarie Group Ltd. es una de las compañías que ya han decidido reducir el espacio en los rascacielos de la ciudad. Cabe esperar que le sigan otras empresas de servicios financieros.
No obstante, hay muchos trabajos de oficina que no se pueden hacer de forma remota. A lo sumo, 30% de los empleados bancarios en la ciudad puede trabajar desde casa, según estima el analista de Bloomberg Intelligence Francis Chan.
“En las industrias que prosperan en el flujo y la velocidad de la información, como las ventas y el comercio, es posible que se observen tareas administrativas y de cumplimiento desde casa, pero es probable que los operadores tengan que regresar incluso si ya tienen tres pantallas en casa”, dijo Parijat Banerjee, consultor de servicios financieros de Greenwich Associates, con sede en Singapur.
En cualquier caso, la mayoría de la gente no quiere deshacerse del lugar de trabajo, escribieron los analistas de HSBC Holdings Plc James Pomeroy y Davey Jose en un informe titulado “Dejar la ciudad”. Simplemente no quieren estar allí todo el tiempo. Esa conclusión general se aplica en todos los mercados desarrollados donde la tecnología es adecuada para permitir el trabajo remoto, dijo Pomeroy.
En última instancia, las oficinas son más que un lugar para hacer negocios; al igual que las ciudades que las rodean, son puntos de encuentro para intercambios sociales y culturales. Los humanos somos animales sociales, y necesitamos más contactos que los que proporciona nuestra familia inmediata.
Ese es un pensamiento que me resonó esta semana mientras inspeccionaba la despensa casi desierta en las oficinas centrales de Bloomberg en Hong Kong, un espacio que normalmente estaba lleno de personas y conversaciones animadas antes de la pandemia. No veo el momento en que vuelva todo a la normalidad