La decisión del Banco de Inglaterra (BoE) de mantener sin cambios su tasa de interés oficial el jueves sitúa a los tres principales bancos centrales del mundo en una pauta de mantenimiento “más alta durante más tiempo”.
Su duración dependerá de cómo se comporte la inflación, de la fortaleza del crecimiento estadounidense y la profundidad de las desaceleraciones que se están produciendo en Europa y el Reino Unido, y de si los mercados de renta fija mantienen los elevados costos de endeudamiento.
Ningún banquero central dio por cerrada la era de las alzas sincronizadas de tasas, y tanto el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, como el gobernador del BoE, Andrew Bailey, indicaron que su prioridad sigue siendo devolver la inflación al objetivo compartido del 2%, precisando que están abiertos a subir de nuevo los tipos referenciales a corto plazo si las presiones sobre los precios resultan más persistentes.
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No obstante, las minutas de la última reunión del BoE apuntan a un posible estancamiento.
“Las expectativas del mercado sobre la evolución de las tasas de interés sugieren que se encuentran en sus máximos o cerca de ellos en el Reino Unido, Estados Unidos y la zona euro”, indicaron.
“Los responsables de la política monetaria de cada jurisdicción habían descrito la orientación de la política monetaria como restrictiva”, con los inversores alineándose tras la idea de que las tasas seguirán elevadas al menos hasta mediados del próximo año.
Las autoridades monetarias británicas, al igual que las de la Fed el día anterior, se guiaron por un alza de las tasas de mercado que se espera que lastre la actividad económica en las principales economías desarrolladas, ralentizando aún más el crecimiento en la zona euro y Reino Unido, que ya está cayendo por debajo de cero, y enfriando el crecimiento de Estados Unidos, que en el tercer trimestre año se situó en un 4.9%.
El rendimiento de la deuda pública a largo plazo, influida por las tasas a corto plazo de los bancos centrales pero fijados en última instancia por los inversores, han “subido de manera sustancial, con los mayores movimientos observados en Estados Unidos”, señaló en sus minutas el Comité de Política Monetaria del BoE.
“En parte, es probable que esto reflejara las expectativas del mercado de que las tasas de interés oficiales mundiales se mantendrían más altas durante más tiempo en el ciclo actual”, agregó.
Tanto los responsables de la Fed como los del Banco Central Europeo (BCE) han establecido un tono similar, descartando hablar de recortes de tasas para mantener el foco en la inflación.
El BCE mantuvo las tasas sin cambios la semana pasada, como se esperaba, poniendo fin a una racha sin precedentes de 10 aumentos consecutivos. Sin embargo, las autoridades dijeron que es prematuro hablar de recortes de tipos, pese a datos que mostraron que la inflación de la zona euro está cayendo con rapidez y la economía empezó a contraerse.
Esto, unido al desplome de la creación de crédito, significaba que el BCE casi con toda seguridad había terminado de subir las tasas, que se encuentran en máximos históricos.
El Banco de Japón sigue siendo el caso atípico, pues aún intenta dejar atrás décadas de inflación demasiado baja.
Pero incluso sus funcionarios ven posible el fin de su política de dinero fácil en 2024, con el riesgo de que se vean obligados a actuar con mayor rapidez si las tasas más elevadas de otras economías desarrolladas debilitan el yen y aceleran la inflación japonesa.
Por ahora habrá pocas posibilidades de que Fráncfort, Londres o Washington ayuden en este sentido, ya que los responsables de política afirman de forma unánime que no se plantearán recortes de tasas hasta que las presiones sobre los precios estén realmente contenidas, un proceso que incluso en Estados Unidos, donde la inflación en torno al 3.4% es la más cercana al objetivo, se espera que se prolongue.
Fuente: Reuters
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