El coronavirus no ha llegado solo a ningún lugar del mundo. Con él , se ha instalado una incertidumbre económica que ha puesto en pausa a muchas empresas sin saber cuándo pueden volver a reiniciar sus operaciones al 100%.
En medio de esta crisis, los decretos de aislamiento han puesto en riesgo a ciertos sectores de la población. En Latinoamérica, por ejemplo, las cuarentenas obligatorias han amenazado a las personas que trabajan en la informalidad o que ganan su sustento diario en las calles.
Estas dificultades han retado al sistema financiero tradicional, obligándolo a prestar soluciones 100% digitales que les permitan a las personas continuar manejando su dinero sin salir de casa y que, a la vez, les permitan a los gobiernos que dispongan alivios financieros a las poblaciones más vulnerables.
En Latinoamérica , donde el 46% de la población no está bancarizada, esto se convierte en un reto mayor, ya que con el coronavirus la accesibilidad digital al dinero se convierte en una necesidad vital. Así, el COVID-19 ha sido un gran impulsor de los procesos de transformación digital del sector financiero, tan necesarios desde hace años, pero ahora muy urgentes.
En este contexto, el avance en la regulación de Open Banking en la región, demuestra el interés de los reguladores por buscar instrumentos que colaboren a acelerar la competitividad e inclusión en la región. En estos meses, Brasil lanzó su regulación de Open Banking, México emitió las normativas secundarias para la primera tanda de API a ser liberadas al mercado, y Chile reguló la portabilidad de la información financiera, dando un gran paso hacia una regulación de Open Banking.
Open Banking es una tendencia que obliga a los bancos y a las demás entidades financieras a compartir los datos bancarios de los usuarios con su consentimiento. Esta información podría ser usada por otras instituciones financieras para brindarle a su titular productos y servicios financieros customizados y, en una situación de emergencia como la actual, permitiría acceder de manera mucho más rápida a servicios financieros necesarios, como préstamos, descuentos de facturas o cheques, transferencias y pagos digitales.
Ximena Alemán, fundadora de Prometeo API, explica cómo los bancos y demás entidades financieras, al transformarse digitalmente y adherir a Open Banking, pueden enfrentar de manera más efectiva una emergencia futura, facilitando los movimientos bancarios a las personas y a las empresas.
Informalidad bancaria en Latinoamérica
La manera como Latinoamérica recibe la crisis del coronavirus, a nivel financiero, debe entenderse de manera particular. La brecha entre ricos y pobres es cada vez más amplia. Como lo explica el informe del Global Findex del Banco Mundial de 2017, la brecha por ingresos entre el 60% más rico y el 40% más pobre pasó del 17.9% en el 2014 al 20.5% en 2017.
Esta población cuyos ingresos son bajos y sin periodicidad (ingresos variables y a veces esporádicos) no tiene un ahorro formal en una institución financiera. La mayoría de sus transacciones se hacen con dinero en efectivo y su ingreso diario se gasta en el mismo día. De hecho, el ahorro en el continente latinoamericano llegó solo al 17.5% en el 2017.
“Esto datos nos muestran lo retador que puede ser el contexto financiero a la hora de enfrentar una crisis como la que ha desatado el COVID-19 y las cuarentenas obligatorias. Y para rematar este escenario tan complejo, dada la gran cantidad de personas no bancarizadas, en Latinoamérica hay una gran parte de la población cuyos datos financieros no existen”, sostiene Alemán.
¿Cómo saber quién necesita un subsidio o un alivio económico del gobierno?
Algunas fintechs ya le ponen la cara a la crisis
A finales de febrero del 2020, se reportó el primer caso de una persona contagiada con COVID-19 en Brasil. Desde ese momento muchos países tomaron medidas rápidas de aislamiento preventivo obligatorio dado el alto grado de contagio del virus. Desde entonces, los emprendimientos digitales financieros (‘fintechs’) y los bancos prendieron sus alarmas para aportar su conocimiento y sus servicios para ayudar a sobrellevar los retos que traía el confinamiento.
Para aliviar a la población más vulnerable, con ingresos informales, muchos gobiernos como el de Colombia, Argentina y Perú optaron por ofrecer bonos de dinero a estas personas. Por otra parte, en la banca personal se empezó a ver aumentar los servicios de pagos digitales, como el uso de billeteras virtuales y los pagos sin contacto a través de códigos QR para evitar el desplazamiento de las personas y ofrecer a los consumidores mayor seguridad sanitaria.
Además, plataformas como Rappi, tomaron rápidamente relevancia: los domicilios se convirtieron en un actividad esencial para que las personas pudiesen abastecerse desde sus casas, y para que los restaurantes y negocios de comida pudieran mantener operando parte de sus servicios.
Estas plataformas se hicieron aún más relevantes con sus servicios financieros, que le permitieron a los usuarios hacer donaciones a fundaciones que reparten bonos en especie o en dinero directamente a personas que no cuentan con ningún tipo de banco.
“Pero, todavía, existen muchas imprecisiones que no han permitido a los gobiernos responder de manera efectiva a la crisis financiera. Por ejemplo ha habido inexactitudes a la hora de saber quiénes deben ser los beneficiarios de las ayudas económicas. Esto en un futuro quizá pueda mejorar, si empezamos desde ya a transformar digitalmente las entidades financieras”, afirma la fundadora de Prometeo API.
Banca abierta: un impulso para la transformación digital
En crisis o no, cuando las fintechs y los bancos se unen a la tendencia Open Banking hay un acceso más democrático a los productos financieros. Una persona no bancarizada puede obtener servicios financieros de cualquier entidad financiera sin que necesariamente esta haya tenido previamente una cuenta formal en un banco tradicional. Esto se debe a que ya hay un conocimiento de su historial como pagador de una deuda o como ahorrador.
“Esto resulta supremamente útil para conocer ampliamente a los consumidores y actuar de manera efectiva si llega a presentarse una emergencia que, por ejemplo, deje a las personas sin ingresos, una situación que hoy día muchas personas están viviendo ya que las empresas debieron parar sus operaciones a causa del COVID-19”, recuerda Alemán.
Asimismo, la banca abierta permite que se compartan datos bancarios de personas que quizá solo han obtenido un microcrédito a través de un alivio del gobierno. Con esta información las entidades financieras -públicas y privadas- pueden atender una emergencia con alivios más acordes a la necesidad de cada persona y su familia.
Al estar adheridas al Open Banking, las entidades financieras tienen suficientes datos para facilitar créditos de manera oportuna a las empresas y generar confianza a los consumidores ante la situación de incertidumbre.
“Sin duda alguna, el COVID-19 nos ha puesto a repensar la manera de actuar desde todo punto de vista. El alcance y el impacto de esta emergencia era imposible de prever. Solo nos queda aprender y salir fortalecidos. Entre estas lecciones está la manera cómo los bancos deben prepararse para responder a sus clientes de manera efectiva ante una coyuntura de esta magnitud. La transformación digital no puede ponerse más en pausa”, enfatiza Alemán.