Tesla. (Foto: AFP)
Tesla. (Foto: AFP)

Es un gigante blanco en medio de un desierto montañoso. Una estructura inmensa y extraña en un entorno de película. De hecho, se encuentra a escasos kilómetros de donde rodó el último y más crepuscular de sus wésterns. Es la Gigafábrica de en Nevada.

Sus 180,000 metros cuadrados y el blanco resplandeciente de sus paredes, coronadas con una franja de un rojo intenso, la hacen visible desde varios kilómetros a la redonda, y hasta los caballos que pastan a su alrededor parece que se preguntan cómo ha llegado allí esa suerte de nave espacial.

La Gigafábrica de Tesla, que da trabajo a más de 7,000 personas y produce las baterías de iones de litio, imprescindibles para los vehículos eléctricos, es el mayor símbolo de la drástica renovación económica, demográfica y cultural que vive esta parte de Nevada, antaño la última frontera del salvaje oeste.

Ciudades sin ley

Durante la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX, Reno y Carson City (esta última capital del estado) eran la puerta de acceso a la codiciada California, pueblos de paso en los que se cruzaban caravanas de migrantes, rancheros, pistoleros y buscadores de oro, que bajaban de la vecina Sierra Nevada a vender las pepitas que habían encontrado.

Tan intenso es el papel que esta zona desempeña en el imaginario del wéstern, que el actor más icónico de este género eligió Carson City para "ir a morir" en "The Shootist" (1976), el último filme de Wayne, en el que su personaje, ya anciano y con cáncer, fuerza el que será su último tiroteo en el "saloon" del pueblo.

Desde entonces, los tiempos han cambiado y mucho. Tanto, que el territorio sin ley, la tierra de naturaleza árida y áspera, de hombres y mujeres duros como las rocas, es ahora una meca tecnológica, un lugar de migración para milenials y la capital hípster de Nevada.

Modernizarse sin perder las raíces

"La mentalidad del salvaje oeste sigue siendo parte del estado y de nuestra historia. La respetamos, pero entendemos que estas nuevas empresas no la comparten y vienen aquí a tener éxito, así que hemos tenido que pasar página".

Quien así se expresa, en un ambiente relajado y en mangas de camisa en su despacho pero manteniendo la firmeza y la dureza en el rostro de estas tierras de frontera, es el presidente de la Autoridad para el Desarrollo Económico del Oeste de Nevada (EDAWN, en inglés), Mike Kazmerski.

Kazmerski tiene motivos para estar contento: no solo Tesla, sino también otros gigantes de Silicon Valley, como Apple y Google, están invirtiendo con fuerza en la región, alentados por un entorno fiscal más favorable que el californiano, una regulación laxa, precios y costes de producción más bajos, buen clima y la vecindad al popular destino turístico y recreativo del Lago Tahoe.

El desembarco de los hípsters

Con las firmas tecnológicas llegan trabajadores jóvenes, altamente cualificados, con poder adquisitivo, tendencias políticas generalmente progresistas y muchas ganas de invertir en ocio, lo que ha hecho que Reno, que recibe a sus visitantes con el lema de "La pequeña ciudad más grande del mundo" haya pasado a ser conocida como "La pequeña ciudad más grande hípster".

Basta caminar unos minutos por el recientemente remodelado paseo fluvial del centro de la localidad para observar la huella hípster en cada esquina: bicicletas que no bajan de los US$ 4,000, patinetes eléctricos por doquier, cafeterías orgánicas, boutiques ecológicas y carteles que anuncian eventos de “música y libros”.

En el restaurante de pescado Smee's, al pedir un plato de "fish and chips" (pescado con patatas fritas), el comensal recibe un entrante gratuito no a base de cacahuetes o nachos como en otras partes del país, sino de vegetales frescos y sanos como pepino, apio, coliflor y brócoli, los favoritos de la América con estilo de vida saludable.

Herederos espirituales

Pero quizá lo más interesante de la nueva Nevada oriental son los vínculos que todavía salen a relucir de vez en cuando con su pasado salvaje: la fascinación de los recién llegados por las montañas y la naturaleza, así como el espíritu de libertad sin reglas y la voluntad de ser pioneros de la industria tecnológica.

El nombre elegido por la cerveza artesana local (ningún pueblo hípster que se precie puede pasar sin una de estas) es el mejor reflejo de la confluencia de estos dos mundos: “Outlaw”, o lo que es lo mismo, forajido.