La enfermera Aquilina Palomino se hizo empresaria porque no soportaba ver a tantos niños de Tocache con síntomas de anemia y no hacer nada por ellos. Como pocos, su negocio surge de convertir la indignación en una alternativa para solucionar un problema de salud tan grande que tiene atrapados entre sus redes a al menos cuatro de cada 10 niños peruanos.
Nacida en la sierra de Huaral, es hija de una mujer analfabeta que se esforzó mucho por brindarle la mejor educación que estaba a su alcance. Vivió en la extrema pobreza los primeros años de su vida y obtuvo su carrera de enfermería en la Universidad Cayetano a punta de estudiar y trabajar, en ocasiones vendiendo artículos en los microbuses, una costumbre que todavía mantiene ahora que es una exitosa empresaria.
En el año 1992, tuvo que hacer de tripas corazón para dejar a su hijo de tres años en Lima y trasladarse a Tarapoto, en la región San Martín, donde trabajaría como enfermera dedicada a la investigación en distintos proyectos del Estado peruano y de organismos internacionales. Aunque económicamente le iba bien, nunca fue indiferente a lo que ocurría a su alrededor y algo le estaba preocupando.
En las zonas rurales veía a muchos niños con palidez, bajo rendimiento escolar y hasta un color de cabello similar al rubio, que era otro síntoma de desnutrición. Ya no se trataba solo de cifras de alguna investigación, eran personas reales, rememora, y ella era consciente de que crecer con anemia es salir hacia la vida con múltiples desventajas.
“Al llegar allá en 1992 vi eso y me conmovió mucho. Pensé en qué se podía hacer. Claro que siempre ha habido sulfato ferroso, pero la gente, por el estreñimiento, no lo toma. Es así que empecé a averiguar y le comenté lo que me preocupaba a mi profesor de la Universidad Cayetano. Me dijo: en algunos países están usando hierro hemínico. Me dio esa idea y empecé a escribí mi primer proyecto”, relata.
El hierro hemínico está presente en la carne, en especial en las carnes rojas, y es de asimilación inmediata; a diferencia del hierro no hemínico (contenido en cereales, legumbres, verduras y frutas), que el organismo debe transformar químicamente para ser su absorción.
El primer intento fue la elaboración de galletas fortificadas con hierro hemínico, pero en la zona donde se encontraba entonces (Uchiza, Tocache) no contaba con la tecnología necesaria para que el producto se mantuviera en buen estado. Duraron 20 días y se volvieron rancias.
La experimentación siguió con harina de plátano y de pijuayo para hacer la mezcla, hasta llegar a la harina de cacao y decir eureka. El cacao era ideal porque disimula el olor y el sabor de los glóbulos rojos del ganado vacuno. Solo faltaba probar el grado de concentración ideal para que el producto fuera agradable para el paladar y a la vez fuera medicinal.
Posteriormente, recibió asistencia técnica de la Universidad Cayetano Heredia y fondos de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en inglés) para efectuar una investigación experimental. Así nació su primer producto que cura la anemia en un mes: la cocoa Forticao, que ahora forma parte de su empresa social Waala.
“Con nuestro primer producto empezamos a crecer y a crecer, pero ya sentimos que necesitábamos expandirnos a nivel nacional y allí entramos a Inkafarma”, comenta.
Sin embargo, cuando su negocio estaba cobrando forma, sufrió un duro golpe. “Empezamos con S/ 2,000, luego recibimos fondos de USAID y estábamos creciendo, pero 10 años después nos estafaron y nos fuimos a la quiebra. Perdimos S/ 100,000. Todavía éramos chiquitos y habíamos sacado préstamos de los bancos, pero decidimos seguir”.
Con esfuerzo, el negocio se recuperó y luego de algunos años, Aquilina y su equipo empezaron a evaluar la posibilidad de crear otro producto, esta vez un chocolate que cure la anemia. Para la investigación requerían fondos y los obtuvieron a través del programa Innóvate Perú, del Ministerio de la Producción, en el 2013.
“Hemos trabajado en dos colegios, en San Juan de Lurigancho y Carabayllo. A 800 niños se les dio el chocolate y consumiéndolo durante 10 semanas recuperaron 1.5 gramos de hemoglobina por decilitro, lo que es bastante”, cuenta emocionada.
El chocolate es más fácil de consumir que la cocoa, porque no requiere preparación. Según señala, para prevenir la enfermedad, basta con consumir un chocolate diario, pero si ya se tiene anemia, leve o moderada, la persona se cura con dos chocolates diarios; y si es grave, con tres. “El chocolate nos vuelve locos a todos, todo el mundo quiere chocolate”, ríe.
Para Aquilina Palomino, una de las claves de su éxito ha sido diferenciarse por trabajar con un producto sui generis que representa una alternativa de solución a un grave problema social; y la otra, promocionarse de forma no tradicional, brindando educación nutricional adonde sea que vaya.
“Damos charlas en los colegios o yo me subo a los micros y les explico a los padres de familia qué es la anemia y cómo cambiar sus hábitos alimentarios, porque si los curamos, pero no cambian su alimentación, se van a volver a enfermar. Hago esto porque yo no quiero hacerme millonaria. ¿De qué me sirve si la anemia sigue siendo alta? Cuando la anemia baje al 10% (de la niñez), ese día puedo morir tranquila”, afirma.
En la actualidad, la facturación de Walaa es la de una pequeña empresa, pero Aquilina espera que el próximo año suba a la categoría de mediana empresa. Aunque desea lograr su internacionalización en algunos años, asegura que perseguirá esa meta solo después de haber logrado en parte el objetivo de reducir los niveles de anemia en los niños peruanos.