El COVID-19 ha impulsado la adopción de las firmas electrónicas en las empresas. Manuel Olguín, CEO de Keynua, compañía que ha desarrollado un sistema de verificación de identidad a través de videofirma, comenta que en los últimos meses ha conseguido a más de la mitad de sus clientes actuales.
“Durante la pandemia se aceleró la decisión de las compañías por adoptar estos servicios, pues se volvieron una prioridad”, indica.
Diferencias
En el Perú, la firma electrónica está legislada en el Código Civil y permite un amplio margen para el método. Introducir el PIN en una compra con tarjeta de débito en el supermercado, hacer click en un checkbox para aceptar términos y condiciones o escribir un nombre de manera manuscrita en un celular son algunas formas de aplicarla.
“Una firma electrónica es cualquier método aplicado por vías electrónicas donde se pueda identificar al firmante, su voluntad de contratar y asegurarse de que el contenido que se está firmando no se modifique posteriormente”, explica Olguín.
Esta alternativa ha sido adoptada masivamente en el Perú y en Latinoamérica por su versatilidad.
La firma digital, de otro lado, es un subgrupo dentro de la firma electrónica. “Esta requiere que la persona que firma cuente con un software previamente autorizado por el Indecopi. Esta tecnología debe contar con una llave privada y otra pública, además de otros requisitos criptográficos aprobados y fiscalizados por el regulador”, indica.
Adopción
Pese a contar con dos décadas de existencia, la firma digital ha tenido un uso muy limitado, mientras que la electrónica sí ha despegado.
“Esto se debe a que la mayoría de gente firma uno o dos documentos al mes, o incluso al año, y prefiere no pasar por todo el proceso que implica sacar una firma digital, que demanda trámites más engorrosos”, explica Olguín.
El Código Civil, comenta el CEO de Keynua, reconoce la firma electrónica como válida para prácticamente el 99% de los procesos que hay en el país. “Aún hay algunos cuantos, muy pocos, que requieren elevar documentos a registros públicos, donde aún exigen que las firmas pasen por notarios”, agrega.
Por ejemplo, Olguín comenta que las empresas dedicadas a vender propiedades utilizar la videofirma de Keynua para varios procesos previos a la escritura pública. “Si se compra una casa, el último paso se tiene que hacer a la antigua. Pero por lo menos en los primeros sí se pueden apoyar en esta tecnología”.
Hay sectores donde la penetración del uso de las firmas electrónicas es muy alto, como el comercio electrónico. Pero también es usado en contratos comerciales y de compra venta, donde su adopción ha crecido mucho en los últimos seis meses.
Olguín comenta que el estudio de abogados Vinatea & Toyama avala su videofirma para contratos laborales. Entre los clientes que la usan para estos fines se encuentra Telefónica. De otro lado, Cementos Pacasmayo la usa para contratos comiciales, Mibanco para dar préstamos y Belcorp para la afiliación de sus asesoras de belleza.
“Lo que no se hizo en tres años ahora ha ocurrido en tres meses. Las empresas, si quieren seguir operando normalmente, tienen que adoptar este tipo de tecnología. Por ello, en los últimos meses el crecimiento ha sido explosivo debido a la coyuntura”, concluye.