La pandemia del nuevo coronavirus ha provocado estragos en la economía, pero para algunos emprendedores de Latinoamérica y Estados Unidos ha representado una oportunidad
Empresas con buenas plataformas tecnológicas o en el sector del almacenaje y la distribución podrían tener posibilidades de adaptación, mientras negocios relacionados con el turismo, restaurantes o el entretenimiento podrían pasarlo peor, dijo el economista mexicano Carlos González, director de Análisis y Estrategia de Monex, un proveedor de cambio de divisas.
"Podrían estar en una capacidad diferente para afrontar los nuevos retos e incluso liderar sus sectores hacia los próximos años”, consideró González refiriéndose a las empresas que florecen, tras explicar que la pandemia ha cambiado la forma de hacer negocios.
Aquí algunos ejemplos de la región.
Ciudad de México: Un exitoso supermercado en línea
Hace apenas un año, cuando Ricardo Weder fundó Justo, jamás imaginó que su supermercado en línea sería tan exitoso: a raíz de la pandemia, las ventas se dispararon 500% desde marzo.
Por un lado, está feliz de ver su negocio floreciente. Por el otro, dice que es “muy lamentable” que la razón de su éxito sea el brote de coronavirus.
“Es un momento turbulento... pero de todas las crisis surge una oportunidad”, admitió.
Antes de fundar Justo, el mexicano de 38 años fue presidente global de Cabify.
Para atender los cientos de miles de pedidos que tiene, Weder han contratado a 220 empleados más de los 80 que había en sus cinco centros de distribución, pero la demanda es tan grande que la empresa no da abasto y por ahora sólo tiene capacidad para satisfacer el 85%.
Justo, que en el 2019 recibió una inversión semilla de más de US$ 9 millones, busca también ayudar a emprendedores que estén en dificultades económicas por la pandemia. Así se ha aliado con una plataforma de transportes llamada Urbvan para la entrega de pedidos.
Miami: Una plataforma de trabajo virtual
Silvina Moschini lo tiene claro: “de todo lo malo pueden salir cosas buenas”.
Pasó más de una década tratando de convencer a empresarios de que el futuro era el trabajo virtual y ahora no para de recibir pedidos de acceso a su plataforma TransparentBusiness, que esta emprendedora argentina que vive en Miami creó junto a otros colegas en el 2007.
Si bien acepta que este tipo de negocios se aceleraron en los últimos diez años, la venta de licencias de acceso a su plataforma ha tenido un crecimiento de 500% desde el inicio de la pandemia.
“Cuando no hay crisis, el trabajo remoto es como una vitamina. En crisis es una aspirina, una gestión de emergencia”, aseguró.
A raíz del brote, pasaron de vender miles de licencias a decenas de miles, con expectativas de seguir creciendo y vender millones en el 2021.
La oportunidad, sin embargo, plantea desafíos: conseguir una inyección de dinero que les permita abarcar la mayor cantidad de mercados antes de que enfrenten más competencia.
TransparentBusiness ayuda a supervisar en tiempo real a empleados conectados en línea, coordinar equipos y ofrecer información sobre el costo y el estatus de proyectos. Entre sus clientes hay empresas con miles de empleados y otras más pequeñas con sólo un puñado.
Nueva York: De tapicero tradicional a tapicero de taxistas
Esteban Estévez, un mexicano de 48 años, aprendió tapicería cuando tenía 16 y acabó estableciendo su propio negocio en el sur del Bronx, en Nueva York.
Con la pandemia llegaron las preocupaciones: tuvo que cerrar para cumplir con el distanciamiento social, pero debe seguir pagando el alquiler de su negocio —US$ 6,000 mensuales— y el del apartamento de US$ 1,400 donde vive con su esposa e hija menor. Eso sin contar otras cuentas.
Para ayudar a sus finanzas, Estévez decidió usar el plástico con el que suele forrar camas de consultorios de dentistas para crear separadores de plástico para automóviles de taxistas. Al unirse con alfileres y velcro, su creación separa el espacio entre conductor y cliente.
Estévez no esperaba la demanda que logró: decenas de taxistas le llaman para que coloque el plástico, que cose en su casa y en su tienda. Los taxis se acumulan frente a ésta, en espera de su turno, pero cada auto representa más de una hora de trabajo. Al final logra colocar unos ocho separadores diarios cobrando US$ 60 por cada uno.
“Estoy muy ocupado. Ya lo hago todo por cita. Y estoy llamando a amigos para contratarlos y que me ayuden pero hay temor a trabajar”, dijo.
Estévez gana unos US$ 400 al día pero debe comprar materiales, quedándole entonces unos US$ 250 o US$ 300 netos. Antes ganaba más pero se pregunta si en el futuro esto será un negocio adicional al de la tapicería de muebles y si podría manejar ambos.
“Dependerá de lo que quieran los taxistas”, dijo.
Miami: Bicicletas a domicilio
Después de años de haber sido gerente de hoteles y restaurantes, Albert Ghitis cambió de rubro y en el 2014 abrió su propio gimnasio boutique en Miami.
Nacido en el sur de la Florida de padres colombianos, Ghitis comenzó como instructor de indoor cycling y luego se dedicó a administrar el negocio. En marzo pasado tenía 80 bicicletas en dos locales y ofrecía unas 50 clases semanales, pero la pandemia le obligó a cerrar.
Enfrentó la situación con rapidez y a los tres días envió un mensaje público por Instagram ofreciendo entregar los equipos a domicilio para que los clientes tomaran las clases en línea a través de la plataforma RedBikeStudios.com.
La demanda fue tan grande que tuvieron que comprar 20 bicicletas más y en sólo cuatro días instalaron las 100 disponibles.
Sus cinco instructores y dos recepcionistas continúan trabajando. Además, logra pagar el alquiler de sus locales. El negocio parece prometedor y ya piensa competir con una compañía líder del sector a nivel nacional que vende sus propios equipos y ofrece clases on demand y en vivo en línea.
“Me siento feliz. Somos unos de los afortunados”, expresó Ghitis, de 35 años. “Comparado con el resto del mundo, podemos hacer esto y sobrevivir hasta que podamos abrir nuevamente”, dijo.
Lima: De pocos a miles de barbijos
Antes de la pandemia, la empresa de Andrés Rodríguez en la capital peruana no producía más de 200 a 300 mascarillas semanales. Sus productos estrella eran los uniformes médicos y para el sector gastronómico, pero ahora produce un promedio de 3,500 barbijos diarios.
“Nuestro último producto es ahora el primero”, dijo el peruano de 54 años, que tiene cuatro hijos y es dueño de Rodríguez Uniformes S.A.C.
El empresario admite que son tiempos duros: antes operaba unas diez tiendas en el país y ahora están cerradas. Sus 30 empleados han pasado a ser siete costureras y costureros que trabajan desde casa. Aun así, Rodríguez dice que logra vender unas 2,000 máscaras protectoras diarias y eso le ayuda a mantenerse a flote.
La reinvención de sus operaciones incluye pensar de forma distinta de cara al futuro: ya está diseñando delantales desechables para cocineros. Imagina que los necesitarán.
“Cuando tengo algo en el corazón que siento va a ser, es”, señala.