La capacidad adquisitiva de la mayoría de las familias se ha deteriorado por el fuerte incremento de los precios y la precarización del empleo. En el mercado laboral, el número de trabajadores ocupados ha vuelto a sus niveles prepandemia. Sin embargo, no ha ocurrido lo mismo con la calidad del empleo y el subempleo continúa siendo elevado. Como resultado, el salario promedio tampoco se ha recuperado, lo que se agrava con la mayor inflación.
La inflación al consumidor en Lima Metropolitana tocó el 8.8% en junio de 2022, nuevo máximo en 25 años, mientras la inflación subyacente (sin incluir alimentos y energía) se aceleró hasta 4.9%, su nivel más alto en casi 13 años. “Este fuerte incremento de precios, sobre todo en la canasta básica alimentaria, continúa recortando el ingreso disponible de los consumidores”, enfatiza Luis Falen, head de Macroeconomía de Inteligo SAB.
Mientras tanto, el ingreso laboral promedio se redujo 4.0% en términos nominales. “En consecuencia, el poder de compra del salario promedio en Lima Metropolitana cayó cerca de 14% en este periodo”, apunta Falen.
La pérdida del poder de compra se explica también por la calidad del trabajo, debido a que el crecimiento del empleo en Lima continúa siendo impulsado por las contrataciones en puestos de trabajo mayormente informales. De hecho, el empleo formal en Lima Metropolitana todavía se encuentra 1.0% por debajo de su nivel prepandemia, producto del rezago en la reactivación de actividades como hotelería, restaurantes y otros servicios, que concentran casi el 60% de los puestos formales en la capital.
El número de personas subempleadas, con ingresos menores a la canasta mínima de consumo, se encuentra 50% por encima de su nivel antes de la crisis sanitaria. Esta fuerte precarización del mercado laboral en Lima se ve reflejada en la dificultad que perciben las familias para encontrar empleo.
Esta situación se ha visto reflejada en el índice de confianza de los consumidores, medido por Ipsos Perú y Apoyo Consultoría, el cual alcanzó en junio su nivel más bajo de los últimos 18 años. Esta caída en la confianza refleja el deterioro de la situación económica de las familias, que incluso supera el golpe observado en los momentos más difíciles del 2020 y durante la crisis financiera del 2008.
Así, el porcentaje de familias que percibe que su situación económica actual ha empeorado volvió a incrementarse y alcanzó el 60%. Más aún, las expectativas sobre el futuro se deterioraron significativamente. En junio, el 54% de familias reportó que espera que su situación económica empeore hacia adelante, la medición más alta en casi dos décadas.
“Será necesario que el Gobierno tome medidas focalizadas, oportunas y temporales, como la entrega de bonos a familias vulnerables, a quienes las medidas aprobadas entre abril y mayo —exoneración de impuestos y retiros de AFP y CTS— no están beneficiando”, considera Falen.
Más allá de eso, el economista recomienda promover la confianza del sector privado y generar un entorno de inversión más estable que fomente la creación de empleo formal y de calidad. “Será importante evitar una marcada reducción de la capacidad adquisitiva de las familias y una mayor contención en su gasto en los próximos meses”, señala.