En tiempos de convulsión política, redes sociales apabullantes y una pandemia que parece no tener fin, los libros son los mejores aliados, ya sea para huir o entender mejor el mundo en el que vivimos.
La escritora Karina Pacheco, por ejemplo, se dejó atrapar por la poesía. “Por la buena”, acota, “aquella que persiste como un puntal de pureza, invencible”. Por eso disfruta de “Mundos” de Gertrud Kolmar, texto a través del cual la autora parece decir muchas cosas a la vez apelando a un lenguaje donde lo real se fusiona con lo simbólico. Con esta lectura, explica, se descubre a una creadora sumamente original, con un mundo interior inmenso, cuya vida quedó truncada en Auschwitz.
Literatura mexicana
Por su parte, Santiago Roncagliolo, sin ánimo de leer para abstraerse o para entender la realidad, pasa los días leyendo la saga Casasola del mexicano Bernardo Esquinca.
“Las imágenes surrealistas de Esquinca -mujeres convertidas en insectos, mendigos danzando con ponchos de piel humana- explican mejor que cualquier tratado la cultura mexicana. Y su manera de resistir a la cercanía de la muerte”, comenta Roncagliolo.
De la literatura mexicana, Ezio Neyra, escritor y jefe institucional de la Biblioteca Nacional del Perú, comparte el libro “Salvar el fuego”, de Guillermo Arriaga. “Me gustó por la potencia narrativa del autor, por el estilo tan real que nos permite adentrarnos en diferentes estratos sociales y económicos del México contemporáneo”, indica. Se trata de una lectura que le sirvió para evidenciar las enormes brechas que separan a los habitantes de un país. “Las distancias que se muestran en la novela de Arriaga no son muy distintas a las que nos separan entre peruanos”, precisa.
Para reflexionar
Otros escritores, como Susanne Noltenius, se sumergieron en libros que invitan a la reflexión como “Todo cuanto amé” de Siri Hustvedt. El gran tema del libro es el arte como una metáfora sobre cómo forjamos y cultivamos los vínculos importantes de nuestras vidas: parejas, hijos, amigos. “Incluso el vínculo que cada uno mantiene consigo mismo”, asegura la autora de “Tres mujeres”.
Noltenius halla en la lectura un refugio para alejarse de la realidad agresiva, pero también una vía para conocerse y desarrollar una impresión más clara sobre lo que ocurre alrededor. “Es como desempañar un lente”, sostiene.
Alonso Cueto, en cambio, dice que se sienta a leer por puro placer. “Sentirme integrado a la vida de los demás, en especial a la del autor, es para mí una definición de esa felicidad de la lectura”, comenta. Y ya que le gusta descubrir aspectos ocultos en la vida de alguien, explorar zonas oscuras y maravillarse ante las posibilidades del lenguaje. Hace poco fue capturado por “Terra Alta” de Javier Cercas, “El adversario” de Emmanuel Carrere y “Las lunas de Júpiter” de Alice Munro.
Otros escritores como Fernando Ampuero disfrutan de varias historias en paralelo. Su interés ahora recae en dos jóvenes autores: Marieke Lucas Rijneveld, cuya primera novela, “La inquietud de la noche”, ya ha leído; e Irene Vallejo, autora de “El infinito en un junco”. “Cuentos peruanos de la pandemia” no queda fuera de su lista de sugerencias y la resalta como “una estupenda selección de Ricardo González Vigil”.