La historia y el paisaje pesan, y mucho en el mundo de los restaurantes. En la ciudad de Lima hay un caso emblemático: quien quiera que la visite, notará el espigón de La Rosa Náutica saliendo de la orilla en Miraflores cortando en dos la bahía. Durante años se consideró un lujo. Luego vinieron los turistas en masa que querían probar un poco de todo, especialmente de la famosa comida marina de la ciudad, en una sola visita, y para ellos inventaron aquí las rondas, luego imitadas en toda la ciudad, fuentes compartimentadas que traían un poco de cada cosa: cebichito, conchitas, causa y alguna gracia más. A la innovación en el servicio siguió el aburrimiento: una carta fosilizada por décadas sin cambiar sustancialmente, o con cambios tan pequeños que no se notaron demasiado nunca.