Con el inicio de la pandemia muchas producciones audiovisuales de formato corto, como publicidades o videoclips, que llevaban meses de planeamiento, se detuvieron indefinidamente. Pero los consumidores seguían ávidos por nuevos contenidos. Es así como la industria giró hacia la animación, que es capaz de desarrollarse sin requerir de un espacio físico y tiene menos limitaciones creativas.
“Durante el 2020 el sector facturó US$6.4 millones en nuestro país y este año espera recaudar US$ 10, es sin duda una industria en crecimiento”, detalla César Santivañez, docente de la carrera de Animación Digital en Toulouse Lautrec. En un inicio, los animadores latinoamericanos tenían un perfil atractivo para estudios estadounidenses y europeos que buscaban tercerizar sus procesos principalmente por la relación entre la calidad de su trabajo y el precio.
Aunque este todavía es un punto importante, la coyuntura actual y la tendencia por mostrar historias con protagonistas cada vez más diversos también echa mano de más talento joven y latinoamericano. “Disney podía hacer ‘Aladín’ o ‘Las locuras del emperador’ hace 30 o 20 años sin contar con animadores árabes o peruanos, pero actualmente sería inviable desarrollar un proyecto de esa manera”, añade Santivañez.
Que las historias y los contenidos tengan identidad latinoamericana también empuja que los creadores del territorio sean los encargados de materializar esas narrativas y hacerlos los dueños de sus propias historias.
Este proceso de exportación de talento es también un arma de doble filo, pues provoca que las productoras peruanas deban elevar sus propuestas económicas para ponerse al mismo nivel de las casas extranjeras al momento de buscar artistas de la animación.
“Los animadores saben que pueden trabajar en cualquier parte del mundo y un estudio de Los Ángeles puede pagar el doble que uno de Perú. Todos competimos por el mismo talento, lo que ha hecho a la industria más competitiva pero también más desafiante”, detalla Gabriel Bonilla, CEO de Apus Estudios.
Talento local
Apus es un estudio de animación 2d peruano que ha trabajado en proyectos como ‘Papelucho’, que fue adquirido por Cartoon Network y está disponible en streaming vía HBO Max; ‘Love, death and robots’ de Netflix; animaciones de los Looney tunes o videoclips para Sia, Juice WRLD, Backstreet Boys, J Balvin y Outkast.
“Ahora somos 70 personas y tenemos mucho interés por seguir sacando material propio, tenemos películas y series en el horno”, comenta Bonilla. Además, resalta que se fortalecieron a partir de que el Ministerio de Cultura y DAFO generara un fondo de desarrollo de largometrajes de animación. “Esto fue un incentivo para nosotros y también le dio más visibilidad a la división”.
Sin embargo, Apu no es el único jugador peruano en la cancha. Red Animation desarrolló ‘Tainá' para Nickelodeon Latinoamérica y Netflix, y también coprodujo la primera serie de animación peruana nominada al Emmy Internacional, ‘La Siesta 7′. Por otro lado, Maneki Studio estuvo a cargo de un corto de ‘The Mandalorian’ para la empresa de artículos de cultura pop Funko.
“Hay más de una película en producción que han suscitado el interés de plataformas como HBO o Netflix. Es un hecho que, de aquí en unos años, los gigantes del streaming van a tener en sus catálogos no solo a animadores peruanos sino también historia con motivos nuestros”, agrega Santivañez.