Por Tara Lachapelle
Ninguna industria ha estado a salvo de las alteraciones provocadas por la pandemia del Covid-19. Para algunos, puede resultar solo un estresante temporal que, a la larga, podrán superar.
Pero para el mundo de la televisión y el espectáculo, la paralización económica está acelerando algo perturbadoramente inevitable: un cambio permanente en la manera en que vemos y pagamos contenido.
Los cambios radicales que comenzaron a sacudir a Hollywood en los últimos años se intensificaron en las semanas y meses previos al brote de coronavirus. El ascenso meteórico de Netflix Inc. inspiró servicios similares que comenzaban a aparecer de los incondicionales de medios tradicionales.
Estudios y programadores de cable tuvieron que desviar parte de su enfoque hacia aplicaciones de streaming, alejándose de los cines y las audiencias tradicionales de televisión.
La taquilla ya mostraba señales de problemas, lo que planteaba interrogantes sobre la pertinencia y viabilidad a largo plazo de las cadenas de cines. (De hecho, los ingresos de Netflix superaron hace mucho tiempo las ventas anuales de entradas de cine en Estados Unidos). Y mientras gigantes de la industria como Walt Disney Co. se volvían más grandes, los débiles se debilitaban aún más.
Desde que comenzó el brote, estas tendencias han entrado en apogeo, dejando al descubierto puntos de conflicto en toda la industria. En algunos casos, la paralización de EE.UU. simplemente está avivando más de lo que ya estaba sucediendo.
Pero en otros casos, la pandemia plantea nuevas amenazas: los cines están cerrados, y es posible que cuando vuelvan a abrir haya una reticencia a ir a ver películas que perdure más allá de este virus. En un momento en que los consumidores están utilizando más que nunca el streaming desde sus hogares, tampoco es posible producir contenido nuevo.
Los planes de sucesión y fusiones de la industria están volviéndose un caos en los conglomerados de medios, donde se está ejerciendo una presión financiera sobre las antiguas unidades de negocios confiables que estaban ayudando a financiar su expansión hacia el streaming.
Ahora, esos servicios de streaming están enfrentando una prueba que nunca antes habían enfrentado: más personas pegadas a sus teléfonos inteligentes que buscan evadir la realidad, desafío que puede lograrse fácilmente con contenido gratuito generado por el usuario que se encuentra en las aplicaciones de redes sociales.
Si el país entra en una profunda recesión, los paquetes de televisión por cable de la vieja escuela se verán aún más prescindibles de lo que ya se ven, debido a la falta de deportes en vivo en este momento (la parte más costosa de su factura de cable) y la proliferación de alternativas de streaming más baratas.
Pero son las endeudadas cadenas de cine las que más tienen que temer si pierden influencia sobre sus sagradas ventanas de distribución. Los estudios han postergado algunos estrenos de películas que se lanzarían pronto, como la última entrega de “Rápidos y furiosos” y la versión de acción en vivo de “Mulan”. Sin embargo, no todos están esperando que se reabran los cines. “Trolls 2: Gira mundial” se lanzó directamente en formato digital para familias dispuestas a pagar US$ 20 por el arriendo de películas en línea bajo la modalidad a pedido.
Incluso antes de la cuarentena generalizada, el 2020 ya sería el año del streaming: Quibi, una aplicación de video de formato corto, llegó al mercado la semana pasada, mientras que el lanzamiento piloto de Peacock –nueva base digital del contenido de NBC Universal, de Comcast Corp.– está previsto para el miércoles.
El próximo mes llega HBO Max, el nuevo producto de streaming de HBO, propiedad de AT&T Inc. Mientras tanto, Disney+ ha captado, de manera bastante increíble, más de 50 millones de clientes de pago en los cinco meses que ha estado en el mercado. Quibi, que no tiene el beneficio de ser una marca mundialmente reconocida como Disney, registró 1.7 millones de descargas en su primera semana.
Sin embargo, hay que preguntarse cuánto le costó a Quibi difundir sus anuncios en las redes sociales para llegar hasta ahí y cuántos usuarios están dispuestos a pagar US$ 5 al mes después de que finalice el generoso período de prueba gratuito de 90 días.
La competencia no se ha traducido necesariamente en una experiencia mejor y más asequible para todos los consumidores. Si bien la popularidad de Netflix llevó a la industria a un frenesí de generación de contenido que finalmente se puede disfrutar, los mejores programas ahora están diseminados en diferentes aplicaciones con sus propios pagos y selecciones limitadas. Ninguna ha logrado fidelizar suscriptores a largo plazo como lo ha hecho Netflix.
Los inversionistas estarán pendientes de cada palabra de los máximos ejecutivos durante la temporada de resultados, que comienza con los datos de Netflix el 21 de abril. Es posible que el reciente éxito viral “Rey Tigre” haya ayudado a Netflix a atraer o retener a suscriptores, y por lo menos están viendo contenido por más tiempo.
Pero la idea de que este es un gran momento para las empresas de streaming simplemente porque todos están confinados en casa no es necesariamente correcta. El temor y el impacto del brote y la paralización económica son omnipresentes, y los servicios de suscripción de tarifa plana no generan más dinero de usuarios que pasan más tiempo con ellos.
Hollywood ha tenido que detener producciones en forma transversal, lo que significa que, con el tiempo, incluso aplicaciones como Netflix y Disney+ podrían quedarse sin contenido nuevo, haciendo que sus suscriptores comiencen a buscar en otros lados.
Pero los logros en streaming no compensan las pérdidas en otros sectores. Por ejemplo, Disney: la compañía depende de sus parques temáticos, complejos vacacionales y líneas de cruceros para obtener cerca de US$ 5,000 millones de ganancias operativas, y ninguna compañía fílmica tiene más dinero vinculado a la taquilla que Disney.
El desarrollo de su unidad de streaming directo al consumidor, que comprende Disney+, Hulu y ESPN+, es un recurso que vale la pena, pero que continuará perdiendo dinero durante unos pocos años. No es de extrañar que, según informaciones, Bob Iger esté retomando el control operativo en Disney después de haber renunciado como director ejecutivo a fines de febrero.
Las megafusiones recientes también se enfrentan a una prueba de estrés inaudita. AT&T, un negocio de conectividad inalámbrica que está algo aislado de la recesión económica, ahora está experimentando lo negativo de ser dueño de un negocio de medios. En el caso de ViacomCBS Inc., dos grupos de activos ya problemáticos se pusieron bajo un mismo techo, incluido el estudio de cine Paramount que recién comenzaba a recuperarse financieramente después de años de mala gestión.
Ahora todo tiene relación con el streaming, y las plataformas de entretenimiento compiten por fanáticos que tienen más tiempo que dinero para gastar estos días. Eso podría forzar un vuelco en el pensamiento de los gigantes de los medios y provocar el cambio más rápido que la industria haya visto.
Esta columna no refleja necesariamente la opinión de la junta editorial o de Bloomberg LP y sus dueños.