En todos estos años trabajando en RR.HH., he hecho cientos de reclutamientos y acompañado otro buen tanto a HIPOs (High Potential) a construir sus planes de desarrollo; y en ese camino he aprendido algo importante: con un HIPO, el tiempo importa, es decir, en palabras sencillas, “muy tarde, lo aburres; muy temprano, lo quemas”.
Hace varios años conocí a una chica muy competente del área comercial, tenía mucho potencial y una carrera prometedora por delante. Era brillante, pero tenía muy poca resiliencia. Un día renunció para irse de gerente comercial de la zona sur del país a un competidor, se sentía lista. Asumió el nuevo rol en una coyuntura donde el mercado se tornó muy complejo y, por más estrategia que hubiera, la habilidad más preciada en ese momento se volvió la resiliencia. ¿Qué pasó? No tuvo éxito en el rol que le ofrecieron, salió de la organización al cabo de 6 meses.
Vi la antítesis algunos años más tarde. Una persona brillante, sobre todo con mucha inteligencia emocional, muy enfocada en su plan de desarrollo, sin ningún afán de saltarse etapas; lástima que le tocó un líder que, más que líder, era jefe. Las oportunidades no se dieron. ¿Qué pasó? Lo que todos imaginan: renunció y sigue creciendo y construyendo una carrera exitosa y sólida en otra empresa.
Así es, el tiempo importa cuando hablamos de un talento: temprano, lo quemas; tarde, lo aburres. Así fue este Gran Vino de Bordeaux de la Bodega Calvet, un vino del 1987, elaborado en Pauillac. Lo abrí después de 36 años y yo diría que estaba en su mejor momento. Unos años antes no habría podido notar ese color de madurez exacta, que no es ni violáceo ni rubí, sino un tinto color granate, con bordes más claros y manteniendo el color teja en el centro. Era un vino para beber solo, no necesitaba realmente acompañamiento. De hecho, cuando se lo quise poner, me dejó muy claro que quería ser bebido solo: ni la pasta al pimiento con portobellos, ni los ravioles rellenos con ragú pudieron seguirle el ritmo.
Había esperado lo necesario de este vino para disfrutarlo luego de 36 años de cosechado. Había sabido darle “su tiempo”, ni antes ni después. Antes, el alcohol habría saltado fácilmente en la nariz y boca. Después, bueno, pues habría perdido el verdadero gusto de este vino. Y es que los vinos con potencial de guarda no pueden ser acelerados, pero tampoco pueden ser olvidados. Hay que respetarlos, hay que darles el tiempo que necesitan, pero con las condiciones adecuadas, con la luminosidad y la temperatura adecuadas para que sigan evolucionando favorablemente. Jean Marie Calvet, fundador de la bodega, seguramente miraba desde el cielo con mucho orgullo el trabajo que hizo el enólogo para lograr 36 años de guarda. ¡Salud!