Él está muy solicitado. El año pasado, Refik Anadol proyectó imágenes luminosas de corales en una pared del Foro Económico Mundial de Davos y cubrió la pantalla exterior de la Esfera, un nuevo recinto de conciertos en Las Vegas, con bloques azules animados que daban vueltas.
En octubre, el Museo de Arte Moderno (MoMA, por su sigla en inglés) de Nueva York adquirió su obra “Unsupervised-Machine Hallucinations”, en la que un modelo de aprendizaje automático genera obras de arte basadas en las de la colección del museo. El 16 de febrero se inauguró en la Serpentine North Gallery de Londres “Echoes of the Earth”, su mayor exposición en el Reino Unido.
Anadol, un turco de 38 años residente de Los Ángeles, se ha convertido en el artista digital más visible de su generación gracias al interés general por la inteligencia artificial. Su obra refleja la innovación y las inquietudes del momento actual.
Para Anadol, la inteligencia artificial es una poderosa herramienta creativa. En un mundo en el que gran parte de la vida transcurre en un entorno digital, los datos se han convertido en una especie de “pigmento” nuevo.
El artista está empapado tanto de arte como de ciencia, ya que ha cursado varias carreras artísticas y una residencia en Google centrada en el aprendizaje automático. Anadol entrena modelos de inteligencia artificial con ingentes cantidades de datos, a menudo de dominio público, para crear animaciones de colores estridentes que él llama “sueños” o “alucinaciones”.
Se arremolinan en pantallas superbrillantes (creando lo que él llama “pinturas de datos”) y se menean en las paredes (“esculturas de datos”); a veces las piezas iluminan edificios, como en la Esfera.
Una obra de arte, expuesta en la Bienal de Arquitectura de Venecia, se basaba en 70 terabytes de escaneos cerebrales que permitían a modelos de inteligencia artificial imaginar el desarrollo del órgano. Otra obra utilizó un archivo de actuaciones de la Filarmónica de Los Ángeles para imitar el sueño.
Una tercera asimiló más de 138,000 imágenes y metadatos de la colección del MoMA (relativos a la procedencia, por ejemplo), junto con el clima local y datos sobre los niveles de ruido. Los resultados son nubes y olas que se agitan, así como abstracciones evocadoras del célebre pintor Mark Rothko.
Para realizar obras de esta envergadura, Anadol emplea a unas 30 personas, entre arquitectos, diseñadores e ingenieros, la mitad de los cuales trabajan en su estudio de Los Ángeles. Sus proyectos públicos con instituciones y empresas le han dado notoriedad, pero también algunos coleccionistas privados le han comprado piezas. Anadol también acuña tókenes no fungibles, artefactos digitales que a veces acompañan las obras físicas.
Las animaciones han demostrado ser populares: unos 2,4 millones de personas acudieron a ver una exposición suya en el MoMA en 2022. El estilo de Anadol es accesible y a menudo cautivador. Entender cómo funciona el aprendizaje automático puede ayudar a comprender el proceso que hay detrás de las “pinturas de datos”, pero no es esencial. (En algunas instalaciones, aparece un panel de control para explicar el modelo, lo que da la ilusión de que se está viendo el funcionamiento interno, pero sobre todo evoca el futurismo de “Matrix”). Uno puede dejarse llevar por las olas de color o ver cómo una rosa se convierte en un lirio, sin preguntarse si lo está “entendiendo”.
Naturalmente, Anadol tiene detractores y admiradores. Algunos comparan sus animaciones con salvapantallas glorificados y lámparas de lava, más espectaculares que sustanciosas. (Algunas parecen sacadas de un hotel de Las Vegas o de Burning Man). Como todo lo generado por un modelo de IA, las animaciones de Anadol plantean dudas sobre su originalidad y sobre si estas creaciones simplemente están reciclando el trabajo de otros.
A algunos les preocupa que Anadol glorifique la IA ignorando sus riesgos, al presentar una visión color de rosa (o púrpura oscuro o amarillo) del potencial de la tecnología. Casey Reas, uno de los antiguos profesores de Anadol, afirma que muchos en el mundo del arte tienen prejuicios contra el arte digital, como antes los tuvieron contra la fotografía, pero reconoce que “a veces la obra de Refik puede parecer que tiene una visión utópica de la tecnología”. El artista ha participado dos veces en TED y domina el lenguaje de Silicon Valley sobre “avances” e “inclusión”.
Vestido todo de negro, en una habitación totalmente negra de su estudio, iluminada únicamente por pantallas de alta definición, Anadol reconoce que la inteligencia artificial lo está cambiando todo, y no siempre para mejor. Pero está entusiasmado con lo que la tecnología puede hacer en las manos adecuadas. “No veo el problema. Veo posibilidades”, dijo.
Su último proyecto, expuesto en la Serpentine, es “Living Archive: Large Nature Model”, que ha entrenado modelos de inteligencia artificial a partir de fotografías, sonidos y otros tipos de información científica recopilada en 16 selvas tropicales de todo el mundo. Además de sus patrocinadores habituales, Google y Nvidia, instituciones como el Museo de Historia Natural de Londres y el Smithsonian también han proporcionado imágenes y datos a Anadol.
Foto síntesis
Anadol pide al modelo que cree sus características abstracciones, así como criaturas hiperrealistas. Las águilas se transforman en búhos, que a su vez se convierten en tucanes; el punto central es la conectividad del mundo natural. La IA ofrece “un nuevo pincel, un pincel pensante”, afirmó.
Espera que su trabajo eduque a la gente y le ayude a “descubrir mundos nuevos”. Un espectador puede indicar a la maqueta el nombre de una planta y esta generará una nueva delante de sus ojos. El objetivo final del artista es un lugar llamado Dataland: una experiencia totalmente inmersiva que incluye sonidos y olores.
Hans Ulrich Obrist, director artístico de la Serpentine, afirmó que Anadol “hace visible lo invisible”; capta el poder de la tecnología al convertir ante nuestros ojos la IA en arte y no solo una abstracción en la nube. Que ese arte parezca un sueño o una hermosa banalidad depende de los espectadores. Pero nos guste o no, veremos mucho más trabajo de Anadol.
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