En el mercado boyante de la meditación en línea, aplicaciones como PetitBambou o Headspace compiten para relajar a los habitantes estresados de las ciudades, pero sin soltar su móvil.
"Sientan como sus músculos se relajan, respiren...". En un elegante local cerca de los Campos Elíseos, en París, una decena de personas con traje y los ojos cerrados siguen las indicaciones de Andy Puddicombe, exmonje budista británico convertido en un empresario de éxito.
El hombre, con aires de bonzo, dirige la sesión por videoconferencia desde Los Ángeles, con motivo del lanzamiento de la versión francesa de su aplicación estrella Headspace.
Convertido al budismo cuando era adolescente, Andy Puddicombe, lanzó Headspace en el 2010 para "desmitificar la meditación", cuando "nadie hablaba de ello", explica.
Inspiradas en prácticas religiosas, ahora totalmente seculares, las sesiones grabadas invitan a desarrollar la consciencia del "momento presente" para conseguir "llevar una vida más feliz".
La promesa es atractiva. Headspace afirma haber seducido a 50 millones de usuarios en el mundo, y domina el mercado en Estados Unidos, codo a codo con su rival Calm.
En Francia, ya existen numerosas aplicaciones de meditación, pero destaca PetitBambou, líder nacional, lanzada en el 2015 que dice contar con tres millones de usuarios y prospera también en español, alemán e inglés.
Su catálogo incluye 750 sesiones para todas las situaciones: meditar de pie en el metro, superar un duelo, gestionar el estrés, dormir mejor, reflexionar corriendo, caminando...
"Estos beneficios son importantes, pero si espera efectos muy concretos en dos sesiones, estará decepcionado", explica su cofundador Benjamin Blasco, en su estudio parisino, donde trabaja las voces de las grabaciones.
"Meditar no es una herramienta milagro, más bien una higiene de vida mental: lo esencial es practicar de forma regular", insiste.
Aplicaciones zen rivales
Desde mediados de los años 2010, el éxito llega con las aplicaciones destinadas a los neófitos. Es una forma de "aprovechar los 'tiempos muertos' de su vida diaria", dice Blasco.
"Las aplicaciones legitiman una práctica", que durante mucho tiempo fue confidencial, "crean vínculos" con otros usuarios y envían "avisos regulares" para evitar dejarlo, confirma Dominique Steiler, profesor en el Centro de Gestión de Grenoble, especialista de la economía del "bienestar".
El mercado de la meditación (aplicaciones, formaciones...) es jugoso: en Estados Unidos, fue de US$ 1,210 millones en el 2017 y tendría que superar los US$ 2,080 millones en el 2022, según Marketdata. En el 2017, 14% de los estadounidenses dijeron haber meditado, una cifra que se triplicó en cinco años.
Reflejo de esta bonanza, Calm recaudó en febrero US$ 88 millones, y afirmó estar valorizada en US$ 1,000 millones.
Un mercado muy prometedor. En Estados Unidos, Headspace tiene acuerdos con 350 grupos --entre ellos Unilever, LinkedIn y... la NBA-- que integran la aplicación en su cobertura sanitaria. Varias compañías aéreas difunden sus programas.
"El error sería instrumentalizar (la meditación), recurrir a ella por estar de moda. Si solo decimos, practique, les irá mejor, se equivocan", ya que la meditación permite más bien "mejorar sus capacidades de juicio" frente a los problemas futuros, advierte Steiler.
"Se ha convertido en un negocio, pero hay una dimensión ética", asegura. La aplicación es un "buen medio para lanzarse" pero lo mejor sería "saber desconectarse" para ser "capaz de meditar solo".