Presionados por los consumidores, que buscan teléfonos inteligentes cada vez más duraderos, los gigantes de la tecnología multiplican los esfuerzos por mejorar el rendimiento de las baterías. Un nuevo desafío para el sector, llamado al mismo tiempo a reducir su huella ambiental.
Mayor autonomía, recargas más rápidas, menos dependencia de los metales estratégicos... “Todos los fabricantes buscan tener baterías más eficientes. (...) Sentimos que es un sector con atraso, que hay que hacer avanzar”, indica a AFP Thomas Husson, analista en Forrester.
Desde la aparición de los primeros teléfonos inteligentes en los años 2000, se hicieron progresos importantes, gracias en gran parte a las tecnologías de recarga rápida, como destacan muchos fabricantes en el congreso mundial de la telefonía móvil (MWC) que arrancó este lunes en Barcelona.
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El margen de progresión es, sin embargo, todavía muy amplio, ya que la capacidad de las baterías -que, en su mayoría, muestran una autonomía de un día y una vida útil de algunos años- es uno de los puntos negros de los teléfonos inteligentes, sometidos a usos cada vez más intensos.
La proliferación de aplicaciones de alto consumo aumenta la demanda de “baterías de gran capacidad”, subraya el gabinete Allied Market Research. Eso estimula, a su vez, la carrera de innovación entre los principales fabricantes, como Samsung, LG Chem y Panasonic, añade.
Nuevas tecnologías
Actualmente, la mayoría de teléfonos inteligentes usan baterías de ion de litio, que funcionan con electrodos sumergidos en un líquido llamado electrolito. Esto les permite concentrar mucha energía en poco espacio, pero acumulan a cambio muchos metales raros y se degradan con el tiempo.
Para evitar ese problema, los fabricantes buscan desde hace años tecnologías alternativas, como el litio-azufre, el litio-carbono o el grafeno, con la esperanza de alargar la vida útil de los aparatos y de reducir su dependencia a los materiales críticos.
El chino Honor desarrolló así baterías de silicio de carbono y chips que regulan la corriente en función de las necesidades para su teléfono inteligente Magic 6, presentado en Barcelona. Un desarrollo que se hizo necesario por el auge de las “funcionalidades a base de IA”, que demandan mucha energía, subrayó su director general George Zhao.
El coreano Samsung, con amplia presencia en el MWC, trabaja de su lado en un prototipo de batería que usa un electrolito sólido, con una densidad energética “más elevada”, según indica, y exenta de “riesgo de explosión”. Según los medios coreanos, su comercialización podría comenzar en 2027.
Pero todavía hay quien va más allá. Una start-up china, Betavolt Technology, anunció a comienzos de enero que prepara un modelo de mini batería de “energía atómica”, capaz de proporcionar electricidad a teléfonos inteligentes “durante 50 años” sin necesidad de recargarla.
Estas baterías, que usan energía liberada de la desintegración del nickel-63, “entraron en fase de prueba con vistas a una producción a gran escala”, subrayó en un comunicado esta empresa con sede en Pekín, que no dio sin embargo una fecha para su llegada al mercado.
A la carrera
Para los fabricantes, que proponen modelos de teléfonos cada vez más similares, esta carrera por la innovación es “una oportunidad de distinguirse”, ya que los consumidores tienen “grandes expectativas” respecto a las baterías, observa Tomas Husson.
Estos progresos son, en ocasiones, fruto de la exigencia de los legisladores. El Parlamento de la Unión Europea votó el año pasado una directiva que obligaba a los constructores a equipar, de aquí a 2027, sus aparatos con baterías que tengan un nivel mínimo de materiales sacados del reciclaje.
En este contexto, el mercado mundial de las baterías debe progresar con fuerza para alcanzar los US$ 38.600 millones en 2030, frente a los US$ 21.200 millones de 2020, según Allied Market Research. Esa dinámica podría aumentar el interés de los gigantes de los teléfonos inteligentes, con tendencia hasta ahora a externalizar esta actividad.
Según el periódico coreano ET News, el estadounidense Apple trabaja también en una tecnología propia para sus baterías, con el objetivo de equipar sus aparatos hacia 2025. Una tendencia cada vez más acusada entre los constructores, muy interesados en reducir su dependencia de los proveedores.
Un impulso renovado, pero todavía con resultados inciertos. “Nunca se había invertido tanto dinero en las baterías”, aunque “todavía no hay señales de una ruptura tecnológica mayor”, juzga Ben Wood, del gabinete CCS Insight. Todos los constructores “están trabajando en ello por lo que, en algún momento, saldrán nuevas tecnologías”, juzgó de su lado Thomas Husson.
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