Los ordenadores trabajan sin descanso analizando datos a una velocidad inalcanzable para cualquier ser humano. (Foto: Difusión)
Los ordenadores trabajan sin descanso analizando datos a una velocidad inalcanzable para cualquier ser humano. (Foto: Difusión)

La posibilidad de crear un medicamento para el gracias a la no es ciencia ficción y una ONG europea se lanzó recientemente en este proyecto, una iniciativa que refleja que esta tecnología tiene un lugar en el campo de la medicina.

La ONG Drugs for Neglected Diseases Initiative (Iniciativa para las Drogas para Enfermedades Olvidadas) busca tratamientos para enfermedades que generan poco interés y en abril lanzó una asociación con BenevolentAI, una empresa británica que busca desarrollar moléculas gracias a la IA.

A principios del 2020, la empresa escocesa Exscientia, en asociación con la farmacéutica japonesa Sumitomo Dainippon, desarrolló la primera molécula “construida” gracias a la IA que entró en un ensayo clínico.

“No es algo futurista: la inteligencia artificial es un enfoque metodológico del tratamiento de datos que puede servir en varias etapas del proceso de desarrollo de la industria de los medicamentos”, estima el doctor Thomas Borel, director para temas científicos de la Federación de Empresas del Medicamento en Francia (Leem).

En una visita a los locales en París de la empresa emergente francesa Iktos, fundada en el 2016, deja claro que hay un cambio de era. En esta compañía no hay microscopios ni aparatos tradicionales de biología ni ningún empleado en bata blanca.

En cambio, los ordenadores trabajan sin descanso analizando datos a una velocidad inalcanzable para cualquier ser humano.

“La idea es usar datos que ya existen para obtener nuevas moléculas que sean interesantes, de una forma más rápida”, explicó Yann Gaston-Mathé, dirigente de esta empresa de la cual es cofundador.

Para ello, su equipo utilizó una base de datos global con la información de 100 millones de moléculas. A partir de estos datos “creamos un modelo que va a generar automáticamente nuevas moléculas e identificar aquellas que puedan ser activas para objetivos biológicos de interés”, explicó.

Iktos tiene una plataforma de búsqueda de moléculas gracias a la inteligencia artificial que entrega datos a farmacéuticas abonadas a este servicio.

Interés por parte de las farmacéuticas

Aqemia, una joven empresa surgida en la Escuela Nacional Superior PSL en el 2019 en Francia, desarrolló por su parte una plataforma para descubrir medicamentos gracias a la física estadística inspirada de la cuántica.

“Utilizamos una inteligencia artificial que calificamos como generativa”, destacó su fundador, el investigador Maximilien Levesque.

“Inventamos moléculas que van a pegarse a un objetivo biológico específico que es causante de una enfermedad. La inteligencia artificial se alimenta de la física: necesitamos conocer la naturaleza física de la molécula y del objetivo para calcular su afinidad”, describió.

Si bien las empresas nuevas están a la vanguardia, los laboratorios están cada vez más interesados en esta área. Prueba de ello son sus inversiones en este sector.

El gigante estadounidense Bristol-Myers Squibb llegó a un acuerdo con Exscientia el año pasado y podría entregarle más de US$ 1,000 millones.

En el 2019 el laboratorio suizo Novartis y el gigante informático Microsoft anunciaron un acuerdo de colaboración.

Pero eso no necesariamente implica el fin de la química de laboratorio. Este nuevo campo enfrenta dificultades importantes, como el acceso a datos que sean susceptibles de ser explotados y la necesidad de encontrar especialistas, que dominen por un lado la inteligencia artificial y por otra parte tengan conocimientos de farmacología.

Además, hay un aspecto reglamentario muy importante, agregó Thomas Borel, de Leem. “Para que un medicamento sea aceptado, es necesario que los sistemas reguladores reconozcan el valor del algoritmo”, señaló.

“Hace años que los medicamentos son concebidos con la ayuda de ordenadores”, comentó por su parte Gaston-Mathé, para quien su objetivo es aportar “herramientas adicionales a los químicos sin querer reemplazar al hombre por la máquina”.