¿Y qué le dirías a alguien que siente que nada le sale bien? Si sucede, conviene. Sí, le diría eso, si sucede, conviene. Es que muchas veces cuando creemos que algo no nos ha salido bien es porque no hemos terminado de ver la película completa.
Fíjense. Una de las grandes dificultades en el liderazgo es olvidarnos de mirar con perspectiva. Mirar e identificar cómo era antes, cómo es ahora, y sobre todo, cómo será más adelante. La perspectiva es la capacidad de levantar la vista para mirar la ruta recorrida y la que viene por delante y así identificar las ventajas del presente para construir el futuro.
Todo lo que sucede es el presente, pero no significa que sea el futuro. Lo que significa es que es la realidad desde la que ahora partimos para construir el próximo presente. Y la pregunta clave es qué oportunidades me está regalando este presente para llegar a dónde quiero ir.
Y aquí aparece el otro dilema del liderazgo. Si no sé dónde voy, ¿cómo puedo saber el camino?. Recuerdo muchas conversaciones que he tenido en mi vida con la frase “me siento a punto para hacer algo más, me gustaría que me den la oportunidad”, y cuando pregunto ¿algo cómo qué te gustaría hacer?, ¿qué te gustaría estar haciendo dentro de 5 años?, no consigo una respuesta clara.
¿Cómo puedes saber el camino a tu meta si no tienes clara cuál es tu meta personal?
Ahí es cuando las circunstancias que se producen te ayudan a enfocarte y a encontrar respuestas a esa pregunta. Cuando sucede algo que no te parece un premio sino un castigo es el mayor regalo que puedes recibir porque te fuerza a cuestionarte cuál es tu objetivo. A encontrar respuestas. A repensar tu plan personal y profesional. Y con esa claridad, volver a trazar tu camino a ese objetivo. Ahí es cuando descubres que si sucede, conviene.
Todo lo que sucede conviene. Todo. Porque cada cosa que sucede rompe la inercia que uno está viviendo. Conocer a alguien, enamorarse, cambiar de trabajo, la muerte de un ser querido, un cambio político, perder el trabajo, que te deje la persona a la que amas, una visita inesperada, una enfermedad, … todo. Porque todo lo que sucede crea una circunstancia que resolver. Y abre el catálogo de las oportunidades. Nos podemos hundir en el suceso, o podemos re-escribir nuestro plan personal perfeccionado con la experiencia acumulada hasta este punto de nuestra vida.
Las frustraciones son el resultado de los sucesos no gestionados. Quejarse de lo que sucede en lugar de identificar la oportunidad y aprovecharla. Podemos siempre disparar culpas, o podemos mirar todo lo que sucede con perspectiva y ponernos a trabajar con ello.
Y cuando hagamos eso habremos descubierto que si sucede, conviene.