¿Y qué le dirías a alguien que se siente abrumado por los problemas? Renuncia a los problemas. Sí, le diría eso. Renuncia a los problemas.
La frase no es mía. La dijo hace pocos días un gran amigo, Duilio, al referirse a buscar soluciones. Dijo que buscar soluciones significaba aceptar que uno tenía problemas, y que él había renunciado a ellos.
Me quedé pensando en su enfoque de la vida. Esa aparente simpleza casi cómica de decir “he renunciado a los problemas” resulta mucho más profunda.
A inicios de la crisis financiera del 2008, momento en que todo el planeta estaba asustado viendo el desmoronamiento de enormes bancos globales, coincidí en una cena con Jorge Flores, quien en ese momento era el Gerente General de Interbank, uno de los mayores bancos peruanos. Como era natural, aproveché para preguntarle su opinión sobre la crisis, y por respuesta me dijo “nosotros hemos decidido que en esta crisis no vamos a participar”. Y así fue. Mientras la industria financiera se detenía temerosa, Interbank en Perú tomaba posiciones y crecía.
La crisis era una realidad, como los problemas son una realidad. Pero decidir no participar de la crisis como decidir renunciar a los problemas, modifica sustancialmente tu comportamiento frente a esa realidad.
Detrás de la frase de Duilio de renunciar a los problemas lo que verdaderamente hay es la elección entre tener una actitud positiva o una actitud negativa ante las circunstancias de la vida. Renunciar a los problemas no significa que no los haya. Significa que no los veo como problemas sino como parte de la vida y los tomo como algo natural. Por eso no busco soluciones, sino simplemente tomo decisiones que me permiten gestionarlos. Renunciar a los problemas te permite ocuparte de lo que en verdad importa.
Es en este punto donde alguno de ustedes estará pensando que es muy fácil decirlo pero que la vida no es así. Qué sí que hay problemas y que no es tan fácil renunciar a ellos. Tienes razón. Sí hay problemas graves, pero son pocos. Muchísimos menos de los que nosotros nos solemos comprar. No es un problema que hoy hay mucho tráfico. No es un problema que mi teléfono esté viejo. No es un problema que no se qué ponerme. No es un problema que el café esté frío. No es un problema que olvidé las llaves. No es un problema que no podré hacer el viaje que deseaba. Pasan muchas cosas cada día que, en verdad, no son un problema. Evitar que todos ellos nos abrumen nos permitirá centrarnos en los pocos problemas que merecen la pena atender.
Así que no lo pienses más y renuncia a los problemas.