Vivimos en un mundo que cambia constantemente. La cantidad de información que debemos procesar, la velocidad con la que debemos tomar decisiones y las constantes crisis que enfrentamos nos obligan a tener una capacidad de adaptación sin precedentes.
En este episodio del podcast, Gisella Benavente –consultora en liderazgo y sostenibilidad y CEO de Axia Consulting Group– evidencia las conductas que, inconscientemente, nos empujan a evadir los cambios para identificarlas y adecuarnos con éxito a un entorno en el que la habilidad para adaptarse es cada vez más buscada y necesaria.
Benavente advierte que cambiar no es un proceso placentero ya que implica soltar mucho de lo que nos hace sentir seguros. Esto se traduce en reaprender aquello que teníamos resuelto o dominado y descifrar nuevamente cómo responder a eso. Por ello, lo común es aferrarnos a lo conocido y elegir mantenernos como estamos.
«Siempre resulta más fácil apretar el «botón de escape» y distraernos en las compras, las redes sociales, el juego, el alcohol, la televisión, la comida o el trabajo para desviarnos de lo nos hace sentir tristes, molestos o agobiados», señala.
Las personas preferimos certeza y estabilidad a la incertidumbre. Queremos controlar todo lo que sucede a nuestro alrededor. Tenemos expectativas de cómo queremos que sean las cosas o cómo queremos se comporten las personas y cuando no se cumplen nos sentimos desilusionados o frustrados.
«Idealizamos las cosas y esperamos que sucedan exactamente así, y luego lo comparamos con la realidad enfocándonos en lo que faltó añorando lo que no iba a suceder», comenta Benavente.
La indertidumbre no solo nos saca de nuestra zona de confort sino de nuestra zona de control, pues un paso fuera de la zona de confort está la «lo desconocido» y, por lo tanto, temor y muchas veces ansiedad. Así, nos acostumbramos a que las cosas funcionen de determinada manera, aunque no nos gusten, y nos volvemos especialistas en creer que nunca cambiarán.
Benavente explica que identificar patrones de comportamiento que los demás deberían cambiar es sencillo; lo complejo está en reconocerlos en uno mismo. Con frecuencia sentimos que el mundo sería un lugar mejor si «toda esa gente cambiara», cuando la verdad es que el cambio debe comenzar por uno mismo.
«Transformarnos en la persona que queremos convertirnos no es fácil, pues exige acciones constantes y deliberadas e implica liberar creencias y cambiar hábitos», precisa.
Preocuparse o quejarse no cambia nada. Soñar con el cambio es fácil, pero identificar qué puedes hacer tú para que cambie –y hacerlo– ahí está lo difícil. Se trata de lo que hacemos cada día y de qué priorizamos al tomar decisiones. Se trata de interiorizar que todos somos parte de un mismo sistema y, por tanto, estamos interconectados y somos interdependientes. Así, lo que les pasa a los demás no está desconectado de nosotros.
Finalmente, la especialista concluye que es urgente reemplazar el «yo» por el «nosotros», pues sostiene que estamos contagiados con la idea de que «todo se trata de mi». No es razonable estar concentrados solo en nosotros como si fuéramos seres aislados, pues en realidad somos interdependientes. Considera que esta es una distorsión que ha contribuido a la crisis de confianza en la que hoy vivimos, y coexistir en un ambiente de desconfianza extrema alimenta gran parte de los problemas que enfrentamos.
«Pensamos que el sistema es «algo» muy grande para cambiarlo, pero somos el sistema; en consecuencia, si tú cambias y yo cambio habrá un cambio colectivo», finaliza.