Las campesinas peruanas perdieron cosechas y cortaron sus cadenas de producción durante el confinamiento para combatir el COVID-19, lo que ha agudizado sus necesidades económicas en el contexto de una pandemia que ha dejado mermas por más de US$ 1,700 millones en la agricultura del país.
La exministra de Educación y directora de la organización Care en Perú, Marilú Martens, alertó en una entrevista con EFE, sobre la situación de las más de dos millones de mujeres que trabajan en el campo peruano, cuyos ingresos mensuales son de unos US$ 100 en promedio, y cuyas redes de producción y comercialización se han visto destruidas.
La organización humanitaria Care lleva adelante en seis países el proyecto “Ella alimenta el mundo”, financiado por la empresa privada, con una inversión de US$ 18.2 millones, y en el Perú se focaliza en las regiones de Lima, Ica y Piura para alcanzar a más de 400,000 beneficiarias en riesgo de sufrir perder su seguridad alimentaria.
¿En qué consiste el programa de Care que está dirigido especialmente a las mujeres agricultoras en Perú?
En nuestro país el esfuerzo de las campesinas es destacado y su importante trabajo sobre la seguridad alimentaria de sus familias y comunidades realmente impacta en la calidad de vida de todos y a los que los rodean.
La manera que trabajamos es con una ayuda humanitaria pero siempre con mirada a aportar al desarrollo y lo que hacemos es que ejecutamos varios proyectos orientados a mejorar la calidad de vida de las personas.
Dentro de los programas que tenemos en desarrollo económico y seguridad alimentaria y nutrición, tenemos un aliado muy importante con el que vamos a trabajar por un periodo de tres años.
"Ella alimenta al mundo" justamente busca eso, el desarrollo de la mujer campesina en las áreas rurales, esta es una iniciativa global que está ejecutada en Perú en alianza con Care.
En Perú la inversión es de US$ 3.5 millones y trabajamos en tres regiones: Ica, Piura y Lima.
El objetivo de este programa a nivel mundial es beneficiar a cinco millones de mujeres agricultoras, reducir la desnutrición crónica y anemia en niños menores de cinco años, que en Perú, después de esta pandemia, se va a retomar con fuerza esa política de Estado que es reducir la anemia. Cerca de 44% de niños menores de cinco años tienen anemia en el país.
La segunda estrategia es el incremento de ingresos de manera sostenible y de manera inclusiva, lo que buscamos es fortalecer las capacidades, las técnicas productivas y las habilidades empresariales de las mujeres del campo.
Durante estos tres meses de inmovilización en Perú, ¿cómo han podido mantener el vínculo con estos grupos objetivo del programa?
Sí, hemos seguido trabajando en el marco de este aislamiento social. Quien ha sido nuestro mejor aliado ha sido el recurso de la tecnología, tenemos muchas propuestas de capacitación que han podido ser a distancia, lamentablemente no podemos salir a campo, pero seguimos fortaleciendo este vínculo con las poblaciones que son parte del programa.
Hemos montado cinco comedores a través de los cuales damos 1,200 raciones diarias de una alimentación nutritiva, que muchas veces es la única alimentación que la población vulnerable tiene al día.
Gracias al aporte de empresas y personas de la sociedad civil estamos alargando el periodo y vamos a poder continuar con estos comedores y tenemos la proyección de inclusive crecer.
Esos comedores los hemos instalado en Lima, Villa El Salvador, San Juan de Miraflores y otros sitios (en la capital peruana) que requieren este aporte.
Otra cosa que estamos haciendo en el marco de la emergencia de COVID-19 son transferencias a la población vulnerable que son en su mayoría mujeres a las que transferimos cierto monto de dinero cada dos semanas.
¿Cuál era la situación previa de las mujeres campesinas en su trabajo y cuál le parece que van a ser los problemas que tendrán cuando se levanten estas medidas de inmovilización?
Empecemos por las declaraciones del ministro de Agricultura de que se han perdido más de S/ 6,000 millones (US$ 1,700 millones) de la agricultura en el marco de COVID-19.
Definitivamente afecta y suele afectar a las personas más vulnerables, mujeres de zonas rurales, de menores niveles de producción. No han dejado de producir, siguen produciendo. Sin embargo, las cadenas de producción se cortaron, entonces muchas de ellas han perdido sus cosechas porque no tienen la facilidad de la distribución, de trasladar su cosecha. Lo otro es que los mercados cerraron.
¿Hay alguna otra actividad económica añadida a la agricultura que están impulsando para darle un valor agregado a las labores agrícolas de estas mujeres?
Tenemos en Pachacamac la crianza de cuyes (conejillos de indias) con mujeres de zonas rurales con las cuales también estamos trabajando para encontrar la vía para que puedan comercializar sus productos.
Trabajamos otros programas para incluir a la mujer en el mercado financiero y apoyamos con acompañamiento en el tema legal de las mujeres porque en el Perú es donde hay una mayor desigualdad de tenencia de tierras en función del género.
La mujer rural está mayormente en el ámbito de empleos precarios, con muy bajos salarios e informales. En el campo, la mujer rural también sufre de mayores niveles de violencia trabajamos mucho para erradicar este estigma que tenemos ahí de que el hombre tiene una superioridad sobre la mujer y la mujer se tiene que someter al hombre.
Sobre la salud y la prevención, precisamente por el coronavirus, ¿van a añadir este componente de prevención de la enfermedad en paralelo al combate a la nutrición?
Con la anemia tienes que trabajar hábitos nutritivos, hábitos de manipulación e higiene de los alimentos, agua segura. Nosotros también tenemos estas cajas nutritivas, las kit care, lo interesante es que tenemos un vínculo con nuestra beneficiaria a través del cual nos comunicamos y enviamos combinaciones de comidas. (Pero) No solamente es alimentación también distribuimos productos de higiene personal, como toallas higiénicas y jabones femeninos, que son donaciones.
Lo bonito de esto es que a través del vínculo que desarrollas puedes llegar a algo que es sostenible que nos lleva al círculo virtuoso que es la educación.