Cultivar cacao y producir chocolates ecológicos ha empoderado a las mujeres de la asociación peruana Chocowarmis, favorecidas por el alto precio que este fruto ha alcanzado en los últimos meses, lo que les ha permitido convertirlo en la forma de ayudar a sus familias y desafiar el rol femenino de la comunidad indígena Copal Sacha, en plena Amazonía.
“Ahorita que está atacando las plagas en otros países, más que todo por el cambio climático, yo creo que nosotras debemos aprovechar en este momento como agricultoras; creo que no como agricultoras, sino ya como empresarias”, afirma Delly Neyra desde su campo de cultivo.
Ellas cuentan con el apoyo de Perú-Hub, un proyecto que capacita a agricultores a mejorar de forma sostenible su producción en una zona del país en la que hace dos décadas el cultivo de coca estaba extendido.
“Estamos trabajando en cultivos de cacao, porque el cacao es la base del sistema productivo en la región de San Martín. Sabemos que el cacao últimamente se ha vuelto muy importante, más atractivo”, dice el coordinador del componente de Extensión de Perú-Hub, Esteban Altamirano.
En este momento, según explica, los mismos precios “están sobre los US$ 10,000 por tonelada”, lo que hace al cacao “atractivo para el productor”.
En los últimos meses, su precio ha aumentado en el mercado internacional, principalmente por plagas, concentración de la producción y sequías en cultivos en África, lo que supone una gran oportunidad para que pequeños agricultores como ellas aumenten sus ingresos.
La huella del cacao
El sonido del machete al cortar ramas y de las gotas de lluvia al caer sobre las gruesas hojas del árbol del cacao, acompaña las risas de las agricultoras, que admiran orgullosas los numerosos frutos color púrpura que cuelgan de los árboles y que, en meses, tras un proceso artesanal, se convertirán en tabletas de chocolate.
“Desde que nosotras nos formamos hemos aprendido muchas cosas a través del proyecto, a conocer nuestros derechos como mujeres y también hemos aprendido en la parte práctica sobre la transformación del cacao que nosotras hacemos chocolates”, explica Lluli Chávez desde el taller donde Chocowarmis elabora sus productos.
Ellas relatan cómo un grupo de mujeres de la comunidad indígena Copal Sacha se asociaron hace casi diez años, aunque en la actualidad solo siguen la mitad del grupo por las dificultades sociales y técnicas que han encontrado en su camino como profesionales independientes.
Delly Neyra relata que al principio, su marido pensaba que la asociación “era una tontería”, pero al ver el éxito del proyecto su opinión ha cambiado y reconoce haber visto un gran cambio en él, como también relatan sus compañeras.
Del mismo modo, Chávez cuenta que ha padecido el machismo cuando le han cuestionado como mujer por viajar y emprender su negocio, lo que ha hecho difícil que otras vecinas se sumen al proyecto.
Pese a las dificultades, no pueden ocultar su pasión de seguir aprendiendo y que sus pequeñas tabletas de chocolate que elaboran con cuidado con frutos secos y frutas locales viajen a más mercados.
Proyecto de capacitación
En el camino, el proyecto Perú-Hub, promovido por la Universidad Nacional Agraria La Molina y la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid), les enseña desde hace casi dos años mejores fórmulas para trabajar sus terrenos, capacitación técnica y conseguir además rentabilidad del cacao.
“Estamos fortaleciendo sus capacidades, con la finalidad de que ellos en algún momento, sean los técnicos de la parcela, aprendan el manejo integrado del cultivo que se les enseña y con el tiempo que su campo sea sostenible”, explica desde una plantación Altamirano.
Las beneficiarias del proyecto descubrieron en estas capacitaciones que gran parte de los árboles de sus cultivos son de una especie denominada como cacao aromático, lo que se ha convertido en un valor agregado para poder vender a mejor precio el chocolate.
“Creo que eso ha sido un fortalecimiento que nos ha dado como mujeres, porque estamos haciendo el manejo de nuestras parcelas, somos amas de casa, somos agricultoras. Yo creo que nada nos va a detener para meter dinero a nuestro hogar y apoyar a nuestras hijas”, concluye Neyra.