Escribe: Jaime Dupuy, director ejecutivo de ComexPerú.
Hace unos días, un grupo de congresistas de las bancadas Socialista, Juntos por el Perú y Perú Libre participaron en un acto de oposición al proyecto minero Tía María, exigiendo irresponsablemente su cancelación. No muestran preocupación por cómo su desarrollo podría beneficiar a la región. Tampoco proponen alternativas de desarrollo. Con sus actos, los que más pierden son aquellos que dicen defender.
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Como destaca el Instituto Peruano de Economía (IPE), la legislación peruana hoy no es significativamente distinta en estándares ambientales que la de Australia, Canadá o Estados Unidos.
En abril de este año, el ahora ministro de Energía y Minas, Rómulo Mucho, dijo: “Hay que hacer entender a la población que la minería es importante, que es el motor principal de la economía. Y ahora, con una agricultura familiar que necesita apoyo, muchos proyectos pueden salir junto a la agroexportación. Esta venía avanzando con una tasa del 10% al 15% anual, hoy se ha detenido”.
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¿Agro sí, mina no? Todo lo contrario, agro sí, mina sí. Miremos a Apurímac. En la primera década del milenio era uno de los departamentos más pobres del Perú (en el 2009, la pobreza afectó al 72% de su población). Hoy, lidera el crecimiento a nivel regional, gracias al impulso del proyecto minero Las Bambas, que generó no solo empleos directos, sino también un encadenamiento productivo con mayor empleo indirecto en diferentes sectores. Así, hoy la pobreza afecta al 25.8% de su población (menos que el promedio nacional). Son casi 64,946 personas menos en esta situación respecto del 2009.
Y, en paralelo a la minería, la actividad agrícola en Apurímac se ha mantenido boyante. El valor de la producción agrícola entre 2015-2023 pasó de S/ 336 millones a S/ 445 millones.
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Sumemos el caso de Moquegua. La elevada participación de la minería en la actividad económica de la región coincide con su primer lugar en el reciente Índice de Competitividad Regional (INCORE). Hoy, ocupa el primer lugar en instituciones, educación y entorno económico, el segundo lugar en el pilar laboral y el cuarto y quinto puesto en los pilares de infraestructura y salud. Gracias a la minería, los moqueguanos están mejorando sus condiciones de vida.
Minería y agro son nuestras dos principales actividades exportadoras, pero requieren impulso. No hacerlo es insensato. Por eso no se entiende que en la última delegación de facultades no se haya incluido nada sobre el perfeccionamiento del marco legal agrícola. Esperamos un anuncio positivo en el mensaje presidencial por Fiestas Patrias.
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Finalmente, no podemos dejar de mencionar nuestro sector pesquero. En el último Índice de Desarrollo Ambiental (EPI 2024), desarrollado por las universidades de Yale y Columbia, se reconocen las buenas prácticas de la pesquería peruana. Se resalta que Perú es el país con mejor desempeño en Sudamérica y prevalece entre las grandes naciones pesqueras debido al manejo sustentable de su población de anchoveta.
Tres claros ejemplos en los que una adecuada regulación y la presencia de empresas formales y responsables generan actividades económicas de clase mundial. No las bloqueemos, impulsémoslas.
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