Ricardo Valcárcel, Analista económico
Faltando dos semanas para terminar el primer trimestre del 2023, ya es claro conjeturar que es un periodo perdido económicamente. Los diversos factores negativos, externos e internos, previstos para que ello ocurriera han estado presentes.
Recientemente dos pronunciamientos aseguran, prácticamente, una estanflación mundial en el presente año. Primero, lo referido por la FED, que subirá su tasa de interés de referencia con mayor énfasis, toda vez que la inflación no cede en EE.UU. Ello ha provocado turbulencia en todos los mercados financieros.
Segundo, el crecimiento económico de China, en el 2023, tiene un objetivo de 5%, que ayuda poco al mundo. Esa cifra es una de las más bajas propuestas por China en varias décadas. Y ello resulta esencialmente débil porque viene de un 2022 en que creció 3%, por su política Cero-Covid, que suspendió las actividades de muchas regiones y empresas.
Ambos temas, sumado a una cada vez mayor confrontación entre ambas potencias por la hegemonía mundial, aletargará aún más el crecimiento del planeta. Europa y el resto de países desarrollados no cuentan pues están batallando con sus propias estanflaciones.
La trascendencia de ese contexto referido, sobre los países subdesarrollados como el Perú, es muy nocivo por diversas vertientes. Productos y servicios importados se encarecerán, al igual que los créditos internacionales. Nuestras exportaciones podrían tener una baja relativa, ante una menor demanda de nuestros socios comerciales.
Lo crítico para el Perú será el precio y la producción de sus metales, fundamentalmente el del cobre. Ello es clave para nuestra economía. La disminución de la oferta de cobre, si se equipara a la baja de demanda mundial, su precio podría mantenerse en buen nivel.
El problema económico reside en si el Perú podrá exportar los metales que debería, dado los graves problemas de producción y exportación que vienen provocando diversos grupos terroristas en varias minas, fundamentalmente en el corredor minero del sur del país.
Justamente, la violencia extremista, que va ahogando varios centros de producción importantes en el país, será el factor principal para que nuestra economía tenga una estanflación suave o no.
No menos significativo será el efecto perjudicial que está dejando el ciclón Yaku, especialmente en todo el norte. Más aún, todavía podrían sobrevenir otras adversidades producto del Fenómeno del Niño en los siguientes meses.
Todos esas consecuencias negativas económicas se potencian cuando tenemos a los poderes Ejecutivo y Legislativo en eternas y estériles luchas, dejando el país a la deriva para afrontar eficazmente al terrorismo y, ahora, al implacable fenómeno climático anotado.
El gobierno, voluntaria o involuntariamente, se comporta coludido con el terrorismo presente. Vivimos así en una incertidumbre constante que, en principio, descalabra a las inversiones. Al respecto, resulta insólito que el Ministro de Economía y Finanzas, Alex Contreras, hace dos semanas, conociendo la grave situación social y la ineptitud gubernamental, manifestara que la inversión privada crecería 3%.
Partiendo de ese imaginario optimismo, el Ministro también estima un crecimiento de nuestro PBI en 3.1%. Ya con un primer trimestre negativo y ninguna luz al fondo del túnel, es seguro que irá rebajando dicha estimación a medida que avance el calendario. ¿O será que el Ministro si está viendo una luz, pero no se da cuenta de que se trata de un tren que nos va a atropellar?
El BCR, por su parte, ya va reconociendo lo que anteriormente omitía o soslayaba. Que el terrorismo y la violencia son y serán en el corto plazo el freno mayor de nuestra economía. Como la solución de ese gran problema está fuera de su alcance, la semana pasada mantuvo su tasa de referencia en 7.75%. Subirla tendría un efecto nulo para frenar la inflación y, peor, dañaría la economía.
La inflación si bajará un tanto, quizás terminé el año alrededor del 5%, producto de la disminución de la demanda ante un aumento de la pobreza. Si es así, estaría aún lejos del rango meta fijado por el BCR, de 1%-3%, que el ente emisor espera se consiga en el cuarto trimestre.
Este primer trimestre perdido, con los posibles escenarios sociales y políticos que se van presentando y barajando diariamente, puede presagiar que el 2023 sea un año perdido, otro más que pagaremos con la mía y con la tuya.