Economista - PAD - Escuela de Dirección de la Universidad de Piura
Querido Julio, no han pasado 24 horas desde que me enteré de tu partida, mientras escuchaba la noticia, en decimas de segundo, rememoré momentos que marcaron nuestra amistad.
Cuando nos conocimos, por ejemplo, hace casi 40 años atrás, en COFIDE, tu eras un joven funcionario del INP. Después de esa reunión de carácter puramente laboral, nunca imaginamos que años después el destino nos uniría en mi condición de analista y columnista del diario que llegó a ser tu vida misma “Gestión”. En ese entonces ya habías logrado ser un destacado miembro de su staff periodístico.
Siempre me decías " Manuel es un Maestro, he aprendido mucho de él”, reflejando con ello tu humildad, lealtad y gratitud. Cualidades que siempre te vistieron bien. No me sorprendió cuando, con el tiempo, lograste la Dirección Periodística de tu diario. Si, realmente, fue y será siempre tu diario. Así lo querías, de manera intensa y entrañable. Lograste tu posición a costa de trabajo y merecimiento puros. Lograste el respeto de muchos periodistas formados bajo tu dirección. Siempre estabas dispuesto a luchar por ellos.
Recordaba, también, que mi condición de columnista del diario la utilizamos como pretexto para sostener amplias, interesantes y peculiares tertulias. Ni siquiera el confinamiento las limitó - dado que el teléfono suplió nuestros desayunos - siempre o muy temprano o en la noche, cuando habías terminado “el cierre” de la publicación del día siguiente.
Conversaciones intensas sobre el frente monetario, fiscal, comercial, financiero, laboral. Siempre en torno a la economía peruana. Ambos intentando solucionar los problemas presentes en el Perú por 200 años y 11 meses. “Esto no da para más” concluíamos. La ausencia de una visión estructural, la carencia de honestidad y consensos en nuestro frente político y, claro está, la casi miopía en la visión de nuestro frente empresarial, eran temas recurrentes.
Esas conversaciones en ocasiones, incluso, aterrizaron en notas para el diario o, en todo caso, en artículos que escribía con mucho aprecio. “Sale en Bajo La Lupa” me decías entusiasmado.
Terminaron esos instantes de recuerdo y volví a la realidad. Pensé que todo era parte de una pesadilla de la cual despertaría pronto y te la contaría a ti mismo, al día siguiente, como un hecho anecdótico. No fue así. Volví a la realidad.
Al día siguiente me acerqué a la ultima oportunidad que me daba la vida para verte nuevamente. No me quedó más que rezar junto a tu cuerpo, rezar por ti y tu alma. No me quedó más que pensar en la posibilidad que algún día nos reencontraremos, nos daremos un abrazo fraterno y te contaré, entre otras cosas, que los problemas de Perú se superaron. Que costó mucho, pero se superaron. Que Gestión y tu gente continuaron con tu legado y contribuyeron a ello. Me imagino tu rostro de alegría y satisfacción. Descansa en paz querido amigo, querido Julio.