Congresista
A continuación, en un probable exceso de optimismo, presento algunas ideas para salir del entrampamiento político y algunas propuestas específicas para aminorar la crisis de gobernabilidad que—si no reaccionamos y actuamos a tiempo— nos puede conducir al abismo. Comencemos por lo primero: revertir la creciente falta de credibilidad del régimen, que amenaza con deslegitimar al gobierno del presidente Pedro Castillo.
Puestos de lado —por el momento y hasta su eliminación vía reforma constitucional— las dos bombas nucleares de la vacancia presidencial y el cierre del Congreso, el presidente deberá cumplir de inmediato con la palabra empeñada al cardenal Barreto y al secretario general del Acuerdo Nacional, Sr. Max Hernández, y presentarle al país, por fin, un gabinete digno de ese nombre, con un primer ministro o primera ministra verdaderamente empoderado y con ministros de Estado que actúen como tales y no como simples secretarios sin voluntad ni criterios propios.
Apenas nombrado, dicho gabinete deberá dejar sin efecto “todos” los nombramientos irregulares de los últimos 9 meses, reemplazando a los “amigos” del Sr. Vladimir Cerrón y del resto de aliados del régimen que no cumplan con los perfiles necesarios, por profesionales calificados, reconocidos y sin visos de corrupción, en un esfuerzo por “re-institucionalizar” a un Estado hasta hoy asediado por la mediocridad y la corrupción.
Para complementar este esfuerzo de reinstitucionalización, el presidente deberá reinstaurar el Consejo de Estado—la reunión no oficial de los titulares de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial—con encuentros regulares y acuerdos vinculantes entre las partes.
Finalmente, el nuevo primer ministro o primera ministra, conjuntamente con el nuevo gabinete, deberán enfrentar, con un máximo sentido de urgencia, los problemas que aquejan a la sociedad con el fin de disminuir la conflictividad social en un marco de respeto al orden establecido y al así llamado “imperio de la ley”, requisito indispensable para la convivencia pacífica, justa y civilizada.
En lo económico, esto significa atacar frontalmente los graves problemas del hambre y la desnutrición que afligen a cientos de miles de familias en las zonas marginales de Lima y en el interior del país—en un contexto de pobreza estructural agravada por la crisis del covid-19, la descapitalización de familias dedicadas al comercio informal, los efectos de la guerra Rusia-Ucrania sobre el precio de los combustibles y, en general, el encarecimiento de la “canasta familiar”, a la que apenas tienen acceso.
Aquí la propuesta consiste, primero, en nombrar una máxima autoridad, algo así como un Zar Anti Hambre—con total apoyo presidencial—para que lidere la lucha, coordinando con los distintos ministerios, agencias y programas existentes para focalizar el esfuerzo con máxima eficiencia. En segundo lugar, en convertir a las escuelas públicas en los “cuarteles generales” de la lucha contra el hambre, asegurando que niños y adolescentes tengan por lo menos un par de comidas al día —¡de lunes a domingo!
Un tercer elemento de la propuesta consiste en recapitalizar a las familias emprendedoras de las zonas más afectadas, mediante programas de microcréditos, transferencias focalizadas o subsidios directos a ser canalizados por entidades de microfinanzas a las que previamente el Estado haya capitalizado. Un cuarto elemento sería duplicar o hasta triplicar el presupuesto de programas sociales como Juntos, Qali Warma, Pensión 65, etc., los cuales--a pesar de algunas deficiencias, cumplen con criterios mínimos de focalización, además de demostrada experiencia. Además, urge masificar la ayuda directa—sin intermediarios—a miles de ollas comunes del país.
Un quinto, pero fundamental elemento sería impulsar programas de empleo temporal masivo en zonas rurales y en las zonas marginales de Lima, mediante unidades ejecutoras que hagan obra pública localizada: pistas y veredas, muros de contención, regadíos, reparación de colegios, etc., etc., etc. Se trata de propuestas que trascienden las diferencias políticas. El “pueblo” lo necesita.