Periodista
La pregunta de moda, la que muchos se hacen y nos hacen, es si Pedro Castillo va a caer pronto o va a durar hasta el 2026. Y la respuesta no es sencilla.
Si uno se basa solo en el asunto de la cantidad de votos hoy en el Congreso, y en el comportamiento y los “compromisos” de varios de los congresistas y de algunas bancadas, lo más probable es que la respuesta sea que el Presidente va a terminar su mandato.
Pero si analizamos otros factores que pueden ir confluyendo hasta formarse la tormenta perfecta, las cosas podrían tomar otro camino. Y no hablamos solo de los temas fiscales y judiciales, que ya son bastante complicados, y que podrían abrir nuevas cajas de Pandora.
Hablamos también de la capacidad de “aguante” de los prófugos y sus familias; de la multiplicación diaria de las pésimas decisiones y de los escándalos en la administración pública; del descontento por las promesas presidenciales y ministeriales “descentralizadas” incumplidas; de la galopante alza de precios; de la recesión mundial que se viene; de los resultados de las elecciones regionales y municipales; y de las ambiciones de los partidos y candidatos por la próxima elección general.
Si las cosas empeoran, los señalamientos y las culpas afloran y se multiplican; el perjuicio a la situación y a la economía de la población se hace cada vez más fuerte, notorio, e insoportable para varios de los sectores socioeconómicos menos pudientes; y las ambiciones corren el riesgo de frustrarse; tendremos varias “noches de los cuchillos largos”, distanciamientos, traiciones, filtraciones, acusaciones, deserciones. Esto ya se está produciendo en el Congreso, por ejemplo, donde aun con la misma camiseta puesta, se patean abiertamente las canillas y algo más.
La elección de la Mesa Directiva del Congreso va a ser un factor determinante. Puede ayudar a que la llegada del final se acelere o se dilate. Si la Presidencia del Congreso recae en una persona con las características de la actual Presidencia, la población seguirá lejana y distante a alguna solución basada en la sucesión. Si recae en una persona que genere algo de confianza, en ella misma, en su capacidad de gestión y decisión, y en su capacidad de convocatoria, las cosas serán diferentes a lo que son hoy.
Por todo esto creemos que el final del 2022 y el 2023 podría ser un período decisivo.
El tema, a partir de allí es, como siempre hemos reclamado, que sigue a continuación.
La negativa o renuencia de los políticos, bancadas, y partidos o movimientos, a formar algún tipo de coalición que pueda generar bloques más sólidos y coherentes políticamente, podría darnos una idea de que una próxima elección general va a tener tantos actores y tanta dispersión como la que ya hemos vivido en todas las últimas elecciones. Y también, la misma polarización, y los mismos candidatos y candidatas.
Hay algunos nombres que quizás podrían agregarse. Carlos Neuhaus Tudela y Jorge Muñoz, o quizás Salvador del Solar. El primero, con muchas posibilidades en el papel y con muchos pergaminos en el mundo empresarial, tecnocrático, y deportivo, tendría que elegir muy bien a sus acompañantes, y tendría que empezar a trabajar mucho en las regiones. La última elección se definió allí, y tanto él como Muñoz, tienen una fuerte imagen muy capitalina, y son muy poco conocidos en el interior del país. Incluso el tema de los Panamericanos tuvo un impacto muy grande de Lima hacia afuera, y mucho menor al interior.
En los demás sectores, todo puede pasar. Muchas candidaturas repetidas, hasta nuevos ingresos, con posiciones tan o más radicales a la derecha y a la izquierda. Y con un centro sin un buen representante.
Puede ser el 2026, o puede ser antes. El tema es hacia dónde iríamos.