Una persona de un hogar pobre no se puede sentir feliz si no puede velar por la salud y alimentación de su familia cuando se afronta una crisis sin exponer su propia seguridad y la de los suyos, (Foto: EFE)
Una persona de un hogar pobre no se puede sentir feliz si no puede velar por la salud y alimentación de su familia cuando se afronta una crisis sin exponer su propia seguridad y la de los suyos, (Foto: EFE)

Percy Marquina

Director General de Centrum PUCP

La cuestión de si el dinero es importante para alcanzar la felicidad ha inspirado incesantes argumentos de ambas posturas. Pero es probable que estemos acostumbrados a oír que el dinero no te va dar felicidad, una frase que se enraizó en la aceptación popular de que la felicidad es un estado mental que no debería variar con la cantidad de riqueza que poseemos. No obstante, este debate evoluciona y adquiere un matiz distinto cuando lo sometemos a la presión que una pandemia ejerce en la importancia del dinero en las familias.

Algunos argumentan que en la simplicidad de una vida más humilde hay una suerte de percepción en donde se aprende a valorar cada elemento sin abundancia. Pero resulta que la salud sin libertad económica se convierte en un círculo vicioso que aprisiona a la persona a carecer de oportunidades que finalmente terminan por privarla de acceso a capacidades básicas más allá de tan solo un ingreso bajo.

Analicemos el caso del Perú, un país tan diverso y rico de recursos, que a su vez padece de una brecha exorbitante entre los dos polos que coexisten en nuestra nación: un Perú muy rico y un Perú muy pobre. Entender sus diferencias escapa de tan solo el aspecto monetario, sino que existen una serie de factores geográficos, culturales y muchos otros que han evolucionado añadiendo capas a su complejidad. El concepto económico de pobreza obedece a la escasez en recursos y la incapacidad de acceder a ellos, pero existe una profundidad enmarañada en su concepto que dificulta su comprensión y medición.

Sin embargo, tan controversial y complicado como es retratar la realidad, en el 2021 un estudio de Vásquez et al. revelaron que, al estudiar los habitantes de los 5 distritos más ricos y de los 5 distritos más pobres como dos muestras de lo que representa el Perú rico y el Perú pobre, se encontró que los jefes de hogar del Perú rico eran en 9 de 10 casos felices, mientras que, en el Perú pobre, aproximadamente solo 5 de 10 podían identificarse como felices. Y claro está que una persona de un hogar pobre no se puede sentir feliz si no puede velar por la salud y alimentación de su familia cuando se afronta una crisis sin exponer su propia seguridad y la de los suyos, mientras que el otro polo tiene, en un mundo de restricciones, cierta libertad que no se le ofrece al Perú pobre.

Pocas personas podrían objetar que la libertad sea un aspecto positivo y deseable antes que el dinero; sin embargo, la libertad financiera es un aspecto clave para el logro de la libertad en general. Tal como acotó Amartya Sen en 1999, es la falta de libertad económica en forma de pobreza la que priva a una persona de otras formas de libertad a las que no estaría expuesto si pudiera sobrevivir sin ella. Para él y para Martha Nussbaum, la clave del desarrollo de una sociedad no es su PBI sino la posibilidad de los ciudadanos de desarrollar sus capacidades humanas y buscar de esta manera la felicidad, que puede expresarse de mil y una maneras.

Hay que comprender la escasez económica como carencia de acceso al desarrollo humano y que se manifiesta de manera especial en épocas de crisis. Por ello, podemos considerar la crítica situación de la pandemia en el Perú como una prueba fuerte de que la falta de libertad económica está en la raíz de la dificultad para alcanzar la felicidad de las personas.

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