Premio Nobel de Economía 2008
Ron DeSantis, gobernador de Florida y aspirante a la presidencia de Estados Unidos, intenta posicionarse como el líder contra los ‘progres’. Su blanco más visible es la educación superior y ha entablado una batalla contra el Consejo Universitario en torno a su nuevo curso de Estudios Afroestadounidenses —dictado en escuelas preparatorias bajo su programa de Ubicación Avanzada (AP)—. En días recientes, ha extendido el ataque al señalar que Florida podría dejar de ofrecer todo tipo de clases AP.
Es fácil enfrascarse en debatir acusaciones sobre cursos o instituciones, pero se pierde de vista el contexto: el insólito aumento de la hostilidad de la derecha hacia la educación superior. ¿Es falsa toda acusación de que profesores liberales intentan adoctrinar a los estudiantes? Probablemente no: este es un país extenso y podría estar ocurriendo en algún lugar —claro que las denuncias de la derecha son, con frecuencia, ridículas—.
En una reunión con el Consejo Universitario, funcionarios de Florida preguntaron si el nuevo curso AP “trata de promover el pensamiento de los Panteras Negras”. Gente, ese partido dejó de estar activo cuando DeSantis era un párvulo. Hoy, cuando se pronuncian esas palabras, lo que se viene a la mente es Wakanda.
Es cierto que es mucho más probable que los docentes universitarios se identifiquen como liberales y voten por candidatos demócratas que la población en general. Pero eso no es evidencia de un sesgo anticonservador, sino que en buena parte refleja la autoelección: ¿Qué tipo de personas eligen la carrera académica? Para hacer una comparación: la Policía tiene una mayoría de miembros republicanos. Entonces, ¿qué está impulsando los ataques contra la educación superior?
Hasta hace no mucho tiempo (el 2015), la mayoría de estadounidenses de ambos partidos creía que las universidades tenían un efecto positivo sobre el país. Pero desde el ascenso del trumpismo, los republicanos se han vuelto muy negativos. Según recientes encuestas, una abrumadora mayoría opina que docentes universitarios y preparatorias tratan de “enseñar propaganda liberal”. ¿Qué sucedió? ¿Es que súbitamente las universidades se convirtieron en centros de adoctrinamiento de izquierda? ¿Pasó lo mismo con las preparatorias, que son administradas por juntas locales?
Por supuesto que no. Ocurrió que los políticos MAGA comenzaron a propalar historias de terror sobre la educación —sobre todo, que las preparatorias enseñaban la teoría crítica de la raza, pese a que no lo hacían—. Además, han ampliado su definición de “propaganda liberal”, de modo que cuando alguien subraya que los colegios no enseñan dicha teoría, su respuesta suele ser que si bien no usan ese término, sí instruyen sobre la inmensa fuerza que tuvo el racismo en el país y sus duraderos efectos.
No sé cómo puede enseñarse la historia de nuestro país de manera honesta sin mencionar esa realidad, pero en los ojos de un número considerable de votantes, eso es propaganda liberal. Y una vez que se adquiere esa mentalidad, se piensa que hay adoctrinamiento liberal por todas partes, no solo en historia y ciencias sociales. Si un curso de biología explica la teoría de la evolución —o la teoría de cómo funcionan las vacunas—, o si un curso de física explica cómo los gases de efecto invernadero pueden cambiar el clima, pues todo eso es propaganda liberal.
Así que un importante segmento de la población —que DeSantis está cortejando— se ha vuelto hostil hacia la educación superior. Por otro lado, es un hecho conocido que la política estadounidense está cada vez más polarizada en términos educativos. Quienes poseen mayor instrucción respaldan a los demócratas y los de menor instrucción, a los republicanos.
Esta polarización suele ser interpretada como un síntoma del fracaso demócrata —¿por qué no puede atraer a votantes blancos de la clase trabajadora?—. Pero es igualmente válido preguntar cómo los republicanos se han distanciado de votantes instruidos que podrían beneficiarse de recortes impositivos. La creciente hostilidad de este partido hacia la educación es parte de la respuesta.
En cualquier caso, algo lamentable es que esto está ocurriendo en momentos en que los trabajadores altamente instruidos se están haciendo más cruciales para la economía. Esto es particularmente obvio al analizar data regional: el porcentaje de personas con educación universitaria en una ciudad es un poderoso indicador de su prosperidad actual y predictor de su futuro crecimiento.
Eso no significa que la educación superior en el país sea perfecta. Le damos demasiado valor al estándar de cuatro años de estudios, que no es adecuado para todos, y descuidamos formas de educación, como los programas de formación profesional, que podrían ser más útiles para muchos. Pero, por ahora, lo importante a entender es que gente como DeSantis no está atacando la educación porque enseña propaganda liberal sino porque falla en fomentar la ignorancia que quieren preservar.
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