Director de la Carrera de Economía de la U. de Lima
La actitud reciente del presidente de la República con respecto al sector formal de la población, al cual casi ignora, me hizo recordar una canción de mariachi referida a una realidad distinta, la de los emigrantes mexicanos en Estados Unidos. Pero, la verdad, esa actitud me hace sentir como emigrante en mi propio país. La canción dice: “Oiga, señor presidente, / nosotros también contamos / con nuestro trabajo honrado. / Nuestros impuestos pagamos. / Oiga, señor presidente, / no nos trate usted tan mal, / que no somos delincuentes”. Sobre el particular, algunas breves reflexiones:
En primer lugar, reiteradamente ha afirmado que no se puede cambiar en 100 días una realidad que tiene 200 años. ¿Es que acaso el presidente no se da cuenta de la evolución de nuestra sociedad, de los movimientos sociales de los años 20 y 30 del siglo pasado o de los cambios que implementó el llamado Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada entre los años 1968 y 1975? ¿O del fracaso del primer gobierno de Alan García, cuando alejó al Perú de la integración al mundo y generó la peor crisis económica del último siglo? Peor aún, no es capaz de reflexionar que no se trata de dividir sino de buscar caminos comunes. ¿Es que acaso el Perú ya no pasó por el trauma que implicó Sendero Luminoso y su visión marxista, leninista y maoísta? O usted cree, señor presidente, que la única forma de resolver los problemas del país es incentivando las contradicciones, y que se requiere destruir para construir, como dicen algunos marxistas radicales. Genere caminos de integración social, no de enfrentamiento.
En segundo lugar, el presidente no escucha a los representantes de la pequeña y microempresa; ellos son parte del pueblo, y recientemente le comentaban que no necesitaban de bonos ni cambio de Constitución, sino de un ambiente de crecimiento económico que permita que los emprendedores se desarrollen de forma autónoma y libre. Esos emprendedores también son inversión privada, palabras escasas en sus discursos de plazuela pública. Genere atracción a la inversión privada nacional e internacional.
En tercer lugar, no se le ha escuchado comentar que gran parte del problema es el Estado peruano ineficiente y altamente corrupto. Cuántos expresidentes de la República tienen problemas penales. Pero los gobiernos regionales, como han funcionado hasta el día de hoy, tampoco han sido la solución. Se requiere plantear políticas que integren a las autoridades del Gobierno nacional con las autoridades regionales y municipales. Genere transparencia y meritocracia en el Estado peruano, no compadrazgo y amiguismo.
En cuarto lugar, está generando no solo la fuga de capitales financieros del país -se calcula que aproximadamente US$15,000 millones ya salieron del Perú-, sino, peor aún, la fuga de capital humano. Cuántos profesionales de primer nivel han salido del Perú o lo están pensando hacer. Es triste escuchar a jóvenes formados en las mejores universidades peruanas, y muchos de ellos con posgrados en las mejores universidades del mundo, tomar la decisión de emigrar. Genere un ambiente de atracción para los mejores profesionales, de forma tal que decidan construir su día a día en el Perú y no en tierras lejanas.
Señor presidente, en lugar de profundizar nuestras diferencias, tratemos de integrar a nuestro país y de llamar a los mejores, como lo comentó alguna vez, para generar aquella nación a la que todos los peruanos de buena voluntad aspiran. Una nación de todas las sangres, con oportunidades para todos y donde la primera prioridad sea eliminar la pobreza de más de siete millones de connacionales.
Señor presidente, reflexione, aún está a tiempo; piense en aquellas palabras de nuestro gran historiador Jorge Basadre, cuando afirmaba: “Querámoslo o no, pertenecemos a una misma familia todos los que, de veras, consideramos al Perú no como un festín, sino como una tarea”.