Periodista
Durante las últimas semanas, y a través de actos y comunicaciones oficiales, así como por gestos y reuniones, se ha ofrecido a la opinión pública dos versiones del presidente de la República.
Un Pedro Castillo es el que recibe formalmente en Palacio de Gobierno a grupos de invitados o va a ceremonias con diversos sectores y le dice a cada uno todo lo que ellos quieren escuchar.
A algunos les dice que apuesta y respeta a las empresas y la inversión privada, y que él personalmente tuvo que corregir “el exabrupto” de la primera ministra en Ayacucho sobre el cierre de cuatro minas. A otros les señala que los dirigentes sindicales deben ser reconocidos sin miramientos a fin de saldar las deudas históricas con la clase obrera. Y a otros les asegura que no está cerca de Perú Libre, y que tiene toda la intención de rectificar y de cambiar su actitud con la prensa, pero desde el próximo año.
Otro Pedro Castillo es el que –en paralelo al anterior, y en el mismo período- evade dar declaraciones, pronunciamientos, explicaciones y respuestas al país sobre varios asuntos, como el caso de su ex secretario general y los veinte mil dólares, los ascensos militares, las extrañas visitas nocturnas en Breña, las coincidentes visitas a Palacio relacionadas con Petroperú, las auspiciadas fiestas en Palacio, y un largo etcétera.
Es el que hasta el momento no entrega la lista de los visitantes nocturnos en Breña; el que –según versión del fiscal– impide la labor del Ministerio Público en Palacio; el que pide que cambien al fiscal que lo empieza a investigar; el que visita a la fiscal de la Nación, para no se sabe qué exactamente; y el que dijo que estatizaría Camisea, que cambiaría la Constitución, que ganaría como maestro; y otro largo etcétera.
Hasta el momento, esta ¿doble personalidad?, ¿doble juego?, ¿estrategia?, ¿maniobra política?, le ha permitido permanecer en el cargo, y enfrentar con éxito a la oposición política en el Congreso, que ha fracasado en sus intentos de arrinconarlo políticamente, de obligarlo a cambiar el Gabinete o aunque sea a algunos ministros, y de promover una vacancia. El Parlamento recién ha podido censurar a un ministro que desde el inicio de su gestión ya era indefendible.
Durante todo este tiempo se ha hablado de la incompetencia del presidente para ejercer el cargo, y de su incapacidad para hacer política. Y cada error, anuncio, o denuncia parecía confirmar eso. No conocemos un antecedente de un presidente que a tan corto tiempo de iniciada su gestión haya acumulado tantos yerros, destapes, denuncias y tantas sospechas. Por mucho menos, en otros gobiernos cayeron ministros, gabinetes, y hasta presidentes.
Pero algo le debe estar funcionando a la ¿estrategia? política del presidente, cuando a pesar de todo, y de su silencio tan prolongado, sus ministros no lo abandonan, varios empresarios le creen, los congresistas deciden no apoyar la moción de vacancia, sus visitantes creen en su sinceridad y en su afán de rectificación, y alguna encuestadora muestra que detuvo la caída de su aprobación.
Con muy poco, y con serios problemas, el presidente hasta ahora logra más que la oposición.
¿Y si cambia de Gabinete, logrará ganar mucho más tiempo? Eso va a depender de quiénes integren ese eventual nuevo Gabinete. El problema para el presidente es ¿quién o quiénes, con los antecedentes o trayectoria que se requiere para llevar a este gobierno a buen puerto, le aceptarán un cargo en un nuevo Gabinete con estos dos Pedros Castillo?