Escribe: Micaela Rizo Patrón, gerente general de Perú Sostenible.
Progresivamente, las empresas van integrando la sostenibilidad en su estrategia de negocio por diversas razones: cumplir con regulaciones, contribuir positivamente al mundo o mejorar el desempeño empresarial. Este año, un estudio de IBM reveló, en una encuesta a ejecutivos de 22 países incluyendo Latinoamérica, que ocho de cada 10 encuestados consideran que la sostenibilidad es central para su negocio. Sin embargo, cuatro de cada 10 indican que enfrentan dificultades al financiar las inversiones en sostenibilidad. Además, seis de cada 10 señalan que tienen que hacer concesiones entre los resultados financieros y los de sostenibilidad.
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Esto podría malinterpretarse como que la sostenibilidad es una carga financiera, cuando, por el contrario, la evidencia indica que es una inversión estratégica. Según Wayne Visser, académico de la Universidad de Cambridge, el nivel de madurez económica de las empresas influye en cómo conectan con la sostenibilidad. Se plantea que las empresas menos maduras comienzan con una estrategia reactiva en respuesta a regulaciones y exigencias del entorno. A esta le sigue una estrategia filantrópica, en la que las empresas aportan a la sociedad con donaciones o voluntariados. Ambas estrategias no siempre se integran al núcleo del negocio; y pueden ser consideradas como costos externos.
El cambio se empieza a dar en una siguiente etapa, en que las empresas comienzan a percibir el valor que genera la sostenibilidad, a veces partiendo por un interés reputacional, lo cual puede ser riesgoso si la empresa solo busca “parecer” sostenible y la gestión no es integral. El gran salto se da cuando las compañías abordan la sostenibilidad de manera estratégica holísticamente. Esto implica que incorporan la gestión de impactos y riesgos en cada nivel operativo. Aquí la medición y gestión de datos es primordial, en efecto, lo que no se mide no se gestiona. Las herramientas tecnológicas pueden facilitar este proceso, optimizando la toma de decisiones y asegurando que las estrategias se ejecuten óptimamente.
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Finalmente, la última etapa es la transformativa, donde resaltan las empresas líderes que, más allá de su gestión interna, generan impacto positivo para transformar su entorno en el camino del desarrollo sostenible. En ese sentido, integrar la sostenibilidad como parte de la estrategia general permite a las empresas no solo estar adelante de las regulaciones y mejorar su imagen, sino también construir una base sólida para la innovación y la resiliencia. Se trata de un enfoque estratégico que abre nuevas oportunidades de crecimiento, mejora la eficiencia y fortalece la confianza de inversores y clientes. Y así, se asegura el bienestar del planeta y la sociedad, donde las empresas son el principal motor de desarrollo.
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