Escribe: Sandro Denegri, director Académico del MBA con enfoque en Business Analytics de Pacífico Business School
La Primera Guerra Mundial ha sido la más sangrienta de las grandes guerras en cuanto a bajas respecto al total de combatientes ¿Qué propició que la Grande Guerre fuera una matanza para las tropas? Los generales de ambos bandos, formados en la guerra franco-prusiana de 1870, continuaron usando las tácticas de infantería de aquella donde los soldados eran enviados en grandes masas directamente contra las filas enemigas para intentar rebasar estas.
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Pero hubo una gran diferencia, mientras en la guerra anterior se usaban los fusiles de cerrojo con una cadencia de seis disparos por minuto, en la Primera Guerra Mundial irrumpió una nueva tecnología mucho más mortífera: la ametralladora. La “picadora de carne”, con su descomunal cadencia de tiro de 600 balas por minuto, eliminaba oleada tras oleada de combatientes sin perder la posición. En resumen, los generales, aferrados a su mentalidad del siglo XIX, no supieron adaptarse a la nueva realidad tecnológica del siglo XX.
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Este error histórico nos ofrece una lección valiosa que podemos aplicar en el siglo XXI de cara a la revolución que está significando la inteligencia artificial (IA). Al igual que los generales de la Primera Guerra Mundial, los directivos de hoy corren el riesgo de aplicar estrategias del siglo XX a una tecnología del siglo XXI. Si los líderes empresariales intentan gestionar la IA con los mismos enfoques y mentalidad que utilizaron en el pasado, es poco probable que obtengan resultados relevantes.
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Adam Grant en su best seller “Think Again” habla de “despensar” como una forma de reiniciar nuestros esquemas mentales. Y esto puede ser algo útil para aprovechar al máximo el potencial de la IA. En vez de un enfoque de aumentar lo actual, los directivos podrían adoptar un mindset AI First donde apliquen la IA con base cero. Para ello, no basta con saber usar un LLM para resumir un texto o crear una presentación, el directivo tiene que comprender profundamente cómo funciona la IA, sus capacidades, sus limitaciones y, por sobre todo, tener la claridad mental para reimaginar su estrategia, sus productos y sus procesos.
Los directivos que no aprovechen la IA para “despensar” sus empresas, corren el riesgo de ser los von Hindenburg o Joffre del siglo XXI.