PAD, Universidad de Piura
Desde la época de Platón y Aristóteles (siglo cuarto antes de Cristo) hasta nuestros días se viene hablando de Gobierno. Muchas teorías, interpretaciones y posturas se han sucedido. Parecería ser un campo inagotable, incomprensible y controvertido. Creo oportuno recordar la sugerente y original teoría de don Víctor Andrés Belaúnde, referente a lo que él llamó “la maldición implícita”, los castigos divinos que Dios dio a la humanidad después de la caída; dos de ellos eran explícitos: ganar el pan con el sudor de su frente, y a la mujer, a parir sus hijos con dolor. Pero según Belaúnde había algo más, una maldición implícita dada por Dios al ser humano: consistía en que serían gobernados unos a otros. ¡Menudo castigo! Experimentado lo tenemos…
Ciertamente, hay innumerables ejemplos de gobiernos malos, desastrosos y extremadamente dañinos; pero también los hay de buenos y excelentes; una disputa que, lamentablemente, parecen ir ganando los primeros…
Sin embargo, el afán de contribuir a enriquecer y mejorar esta delicada tarea de dirigir o gobernar, ha sido uno de los campos donde más se ha dicho y escrito en los últimos años, con aportes muy interesantes, valiosos y sugestivos.
Quisiera traer hoy el enfoque del profesor Alfonso Sánchez Tabernero, que recomendaba que los buenos gobernantes, para ser considerados como tales, deberían reunir tres condiciones: criterio, determinación y empatía.
Criterio es como el elemento principal: consiste en saber qué hay que hacer en cada momento preciso, para tomar buenas decisiones, que no es lo mismo que decisiones exitosas; una actitud prudencial, basada en el conocimiento, la experiencia y el consejo; es la cabeza.
Determinación es la perseverancia, la tenacidad, no cansarse ni abandonarse; rechazar la rutina. Son los brazos, fuertes y robustos.
Empatía es la importancia y necesidad de contar con los demás, en lograr involucrar a cuantos más mejor; en transmitir y entusiasmar con ideales nobles. Es el corazón, que cobija, conmueve y anima.
Ya sea que nos refiramos a una organización con o sin fin de lucro, a un gobierno nacional o local, estas tres condiciones son fundamentales para tener un buen gobierno. No basta tener una o dos: se precisan las tres. Puede haber criterio, pero los brazos han sido débiles; o hay empatía, pero sin cabeza, o hay determinación, pero sin ninguna capacidad de convocar y unir. Cuando se trata de elegir, votar o nombrar a un gobernante, directivo o gerente, qué gran ayuda (y alivio) poder contar con esa información. Porque es evidente que estas condiciones no vienen reflejadas en ningún curriculum vitae: ¡qué difícil resulta que uno se atreva a decirlas de sí mismo…! Aquí entra el innegable aporte de la experiencia señalada por quienes conocen al candidato o han visto su desempeño. ¡Cuántos problemas nos ahorraríamos si pudiéramos contar con esto!