Profesor del Departamento de Economía de la PUCP
Entre 2013 y 2021 se produjo en Venezuela una de las crisis económicas más prolongadas y dramáticas de la historia mundial, engendrada por políticas estatistas que asfixiaron al sector privado, reduciendo el PBI en más de 80% y sumiendo en la pobreza a casi todos los venezolanos. Desde fines del 2018, sin embargo, gotas de “neoliberalismo” están produciendo lo que puede ser la resurrección de la economía venezolana. Amalaya.
El PBI venezolano en dólares fue en el 2021 menos de un quinto de su nivel del 2013, la hiperinflación alcanzó un pico de 130000% anual en el 2018, y la pobreza afecta hoy a más del 90% de los venezolanos. Por otro lado, entre el 2013 y el 2021, como porcentaje del PBI, los ingresos del gobierno pasaron de 18% a 5%, el gasto público de 40% a 10%, y la deuda pública de 33% a 307%. La gente, jodida, y las finanzas públicas, colapsadas: el socialismo del siglo XXI.
La razón de este desastre, gestado mucho antes de las sanciones de Estados Unidos, es la aplicación sistemática de políticas económicas “anormales”. Llamaremos así a las políticas con exagerada intervención estatal, no sustentadas en la ciencia económica, y que siempre terminan en tremendos fracasos. Los ejemplos abundan en América Latina (AL): Perón entre 1946 y 1955 en Argentina, Allende entre 1970 y 1973 en Chile, García entre 1985 y 1990 en Perú, Fernández hoy en Argentina. Las políticas “normales”, “neoliberales”, son las opuestas: son aquellas en las que prevalece el mercado sobre el Estado, las recetas salen de los libros de texto y, en general, funcionan mejor que las otras. Ejemplos: Perú desde 1990, Chile desde 1974, Colombia desde casi siempre. Bolivia de Evo es un caso curioso: anormal por lo de las expropiaciones y nacionalizaciones, y normal en el manejo de la política monetaria y en menor medida la fiscal, y en el funcionamiento de los mercados. El déficit fiscal y la deuda pública de Bolivia alcanzaron en el 2021 el 9% y el 83% del PBI, respectivamente, por lo que el “ya fue” de los bolivianos puede estar cerca.
La gran novedad es que, desde fines del 2018, la dictadura venezolana está reemplazando, poquito a poco, las políticas anormales por las normales. No sabemos si el proceso continuará, pero hasta ahora, está funcionando bien.
Primero, los mercados han empezado a operar. En parte porque ya existe una moneda de valor estable con el que se pueden hacer las transacciones, el dólar, cuya circulación es hoy libre. En parte porque se han eliminado muchos controles de precios y se ha entregado varias empresas estatales de alimentos para la gestión privada. Y en parte porque el gobierno ha abandonado el monopolio de las importaciones, cediéndola a los privados.
Como resultado, las colas han desaparecido, los supermercados están repletos de mercancía importada, el número de tiendas y establecimientos crece rápidamente, y la inversión privada está resucitando.
Segundo, se ha iniciado un proceso tímido de privatización de empresas públicas, que ya quisiéramos para Petroperú. La dictadura ha anunciado que pondrá a la venta entre el 5 y el 10% de las acciones de grandes empresas estatales como el Banco de Venezuela y las empresas públicas que lideran el sector de telecomunicaciones, Cantv y Movilnet.
Tercero, en el campo de la Macroeconomía, en Venezuela han entendido, como en el Perú de 1990, que en una economía dolarizada el determinante principal de la inflación es el tipo de cambio. Frenando el tipo de cambio, se frena la inflación. Y para frenar el tipo de cambio, para un Banco Central de Venezuela (BCV) que no tiene muchos dólares, la fabricación de menos bolívares es el remedio.
Por eso, en paralelo a la unificación y la flotación limitada del tipo de cambio, el BCV ha reducido el crecimiento de la cantidad de bolívares manteniendo la tasa de encaje bancaria en 85%, reduciendo los préstamos al sector privado y, sobre todo, sujetando los préstamos al sector público, lo que ha sido posible porque el MEF venezolano, el Ministerio del Poder Popular de Economía y Finanzas, ha bajado el déficit fiscal del 31% del PBI en el 2018 a solo 4.5% en el 2021. Como resultado, la devaluación se ha desplomado del 6000% anual en el 2019 a solo 460 en el 2021.
De esta manera, según LatinFocus, el PBI venezolano ha crecido en 3.8% en el 2021 y crecería en 9.8% en este año, a la par que la inflación ha caído de 9585% en el 2019 a 686 en el 2021, esperándose un 96% de inflación para este año. La hiperinflación ha terminado.
Ha ayudado la buena suerte: la guerra entre Rusia y Ucrania ha elevado el precio del petróleo y ha relajado las sanciones de los Estados Unidos, y el auge económico en USA ha multiplicado las remesas de los venezolanos residentes en ese país. Estos eventos, además de impulsar la actividad económica, han elevado la oferta de dólares y reducido la tasa de devaluación.
Vamos a ver qué pasa en el futuro. Si se profundizan las políticas normales, el próximo milagro económico en AL puede ser el venezolano, buena noticia, y Maduro tendría para rato, mala noticia. No es fácil. Solo para recuperar el PBI del 2013, se necesitarían 17 años de crecimiento a un ritmo de 10% anual, y 33 años de crecimiento a 5% anual. Las políticas anormales prolongadas son muy costosas.
Lección para nosotros: Vladimir Cerrón y aquellos que quieren una Asamblea Constituyente para volarse el capítulo económico de la Constitución de 1993, del que se derivan un montón de políticas normales, deberían estudiar el experimento venezolano. Si son moscas, pueden cambiar de opinión.
Por último, a mí me parece que la frase de Churchill sobre la democracia podría acomodarse para afirmar que “el neoliberalismo es el peor modelo económico, a excepción de todos los demás que se han inventado”. Si encuentran un contra ejemplo en AL, me avisan por favor.