Escribe: Enrique Castillo, periodista.
Hoy se puede afirmar con total seguridad que el Gobierno de Dina Boluarte es, literalmente, un Gobierno que día a día busca sobrevivir. Las oraciones diarias deben ser pidiendo un día más.
Las proclamas de la presidenta diciendo que “vamos a seguir hasta el 28 de julio del 2026″; la seguridad en las palabras de un primer ministro que es corregido casi al instante por la cruda realidad; el nombramiento de ministros con total improvisación, tratando de encontrar en el fondo del armario una pieza de recambio de entrecasa en carteras que son realmente críticas y que requerirían de profesionales de verdad; los esfuerzos de los ministros más cercanos de la presidenta para tratar de enfrentar las sospechas, versiones, investigaciones y/o acusaciones; son síntomas de un temor que recorre Palacio de Gobierno y todos los ministerios.
Uno de los problemas principales es que en situaciones como estas, donde el temor se apodera de la razón y de los sentidos, se suele reaccionar visceralmente, equivocada o hasta contradictoriamente antes que racionalmente, y se cometen los más increíbles errores.
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Peor aún, cuando algunos ministros, asesores o allegados al Gobierno, en lugar de mantener la cabeza fría o la sensatez, se contagian del pánico, de la impericia, o de la autosuficiencia, y empiezan a ofrecer soluciones o remedios que gustan, satisfacen, o deleitan a los protagonistas de los escándalos, o no molestan su humor.
Otro problema asociado es que cuando la burocracia de todos los sectores (la que viene de otros gobiernos anteriores o la que forma parte de la oposición dentro del mismo Ejecutivo) huele ese miedo o ve muy debilitado al Gobierno actual, entonces pasa a la ofensiva y empieza a sacar o a vender al mejor postor la información que compromete más al Gobierno, o aquella que abre nuevas vetas de investigación y de prometedores escándalos.
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Pero el problema principal es la capacidad de la presidenta, su hermano, sus waikys, sus abogados y sus voceros y/o escuderos, para ofrecer material para las investigaciones, acusaciones, y para la desaprobación que ya bate récord.
Así las cosas, y desde hace algunas semanas, el futuro del Gobierno está en manos de quienes proveen la información y de los investigadores (mediáticos y fiscales).
Cada día o semana, el Gobierno, y en especial la presidenta, deben estar con el alma pendiente de un hilo. ¿Esto se soluciona con un vocero?, definitivamente no. Más aún cuando el vocero no ofrece nada más que frases prefabricadas que no satisfacen en absoluto la demanda de información, y que lo único que logran es irritar y decepcionar a todos, llevando a la devaluación casi inmediata la función de un vocero. ¿Era lo que buscaban con el vocero?, si es así, entonces se comprueba que lo que falla es la estrategia.
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Es verdad que la vida útil de la presidenta está en manos del Congreso. Y hoy, no hay los votos para una vacancia. Pero, así como no se puede confiar en el Parlamento para que de las leyes que se necesitan para enfrentar los problemas más urgentes del país, tampoco se puede confiar en su “lealtad” o “coherencia”.
En el momento en que las investigaciones mediáticas o fiscales muestren situaciones o acciones que puedan considerarse contundentes, políticamente hablando, varias bancadas tomarán distancia y, pensando en el 2026, dejarán caer a la presidenta o le enviarán el mensaje de que si no renuncia tendrán que vacarla.
La permanencia de los congresistas hasta el 2026 siempre se puede arreglar a través de interpretaciones auténticas, o de reformas constitucionales express.
¿Tiene el Gobierno alternativas de solución frente a todo esto?, por lo que vemos a diario, no. Y no solo no hay alternativas, sino que frente a cada hecho o a cada error, la solución que se adopta es peor que el error anterior. Así se puede ver en el Ministerio del Interior, donde la estadía de cada ministro llega a los 45 días como promedio, y las cualidades de cada ministro que ingresa siempre son menores que las de su antecesor.
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Con una presidenta asustada pensando 24/7 en sus problemas con la justicia, y la situación personal y judicial de su hermano; con algunos ministros o ministras dedicados o dedicadas a consolar, levantar el ánimo, y salir a defender a la presidenta; con un vocero que en lugar de ayudar a la causa, la complica o la enreda; es muy difícil que las cosas puedan mejorar, y es muy complicado gobernar.
Si el Gobierno no hace una reingeniería de todo tipo al interior, ya, seguirá asustado, prendiendo velas cada día, y dependiendo lo que salga mañana, y de la voluntad de un grupo de personas que lo que menos tienen es lealtad.
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